¿Dónde están nuestros hijos?

Por Santiago Moranchel

(Delegación de Enseñanza)

 

En el número 261  de la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA AMORIS LAETITI, el Papa Francisco, al hablar de FORTALECER LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS, se hace la pregunta que da título a este artículo. Dice el Papa:

 

“Pero la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo. Aquí vale el principio de que «el tiempo es superior al espacio». Es decir, se trata de generar procesos más que de dominar espacios.

Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos.

Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor,

  • procesos de maduración de su libertad,
  • de capacitación,
  • de crecimiento integral,
  • de cultivo de la auténtica autonomía.

Sólo así ese hijo tendrá en sí mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con inteligencia y astucia en circunstancias difíciles.

Entonces la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial,

dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones,

de sus objetivos,

de sus deseos,

de su proyecto de vida. Por eso, las preguntas que hago a los padres son:

«¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino?

¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos?

Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?[1]»”.

El texto ya es de por sí sugerente, para que todos, padres, educadores, responsables de la cultura y de la sociedad, nos hagamos la pregunta ¿Dónde están nuestros hijos? Como dice el Papa no se trata solo de una cuestión espacial en sentido físico, sino en sentido existencial de proyecto de vida,  convicciones, mentalidad, valores, referencias y preferencias…

El tema es lo suficientemente sugerente cómo para que todos nos hagamos la pregunta final: realmente, ¿queremos saberlo? Lo cual, siguiendo con la dirección marcada por el Papa, podemos seguir preguntándonos:

  • ¿Queremos saber dónde están nuestros hijos?
  • ¿Qué les motiva a nuestros hijos, cuáles son sus motivaciones internas, existenciales para vivir, hablar, decidir, como realmente lo hacen?
  • Realmente, en concreto, ¿a que aspiran nuestros hijos, cuáles son sus anhelos?
  • ¿Por qué luchan, se esfuerzan, trabajan, van al colegio o al instituto? O también, ¿por qué “pasan” de cosas que a los adultos nos parecen imprescindibles?
  • ¿Hay alguna coincidencia entre su forma y estilo de vida y el nuestro, cual es el punto de encuentro entre hijos y padres o educadores?

Podríamos seguir, pero hay una cuestión importante que quiero aprovechar antes de acabar estas letras. Tal vez, detrás de estas preguntas, ¿No se esconde una ulterior cuestión de donde realmente nos encontramos los adultos? Imaginemos por un momento que estas cuestiones nos las plantearan nuestros hijos: ¿Dónde están nuestros padres, nuestros educadores, nuestros maestros? ¿Dónde y por dónde van los caminos existenciales de “mis padres”, “de mis maestros”, “de mis educadores”? ¿Dónde está realmente su “alma?

¿Dónde están nuestros hijos?, se preguntaba el Papa. Y ¿dónde se encuentran nuestros adultos? Detrás de un hijo siempre hay un padre y una madre. ¡Siempre!

 

 

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