La señal de la cruz

Juan José Plaza

(Delegación de Misiones)

 

 

Una de las primeras cosas que aprendimos en el catecismo era  que el signo o señal del cristiano era la Santa Cruz, porque en ella murió nuestro Señor Jesucristo para salvarnos.

En el tiempo de la santa Cuaresma la Cruz se hace más presente en nuestras vidas de distintas maneras por razones obvias.

La vida de la Iglesia y de todo del cristiano está marcada por la Cruz.

Pero no es por ese camino por donde se va a deslizar  este artículo. Mi propósito es que reflexionemos y veamos cómo el signo de la Cruz está presente de manera especial en la celebración litúrgica de la Santa Misa y descubrir el sentido que tiene.

Saludo inicial:

La Misa da comienzo con el saludo del sacerdote, precedida de la señal de la Cruz (también por parte de los fieles), que es una profesión de fe en la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que, a su vez, tiene un sentido bautismal.

Este gesto nos recuerda que la acción litúrgica de la Misa no es una acción simplemente humana, sino trinitaria. Es decir, es una acción de Dios.

A la vez,  por esa signo y saludo inicial el sacerdote quiere hacer consciente a la comunidad de la presencia del Señor y que son Iglesia (comunidad) de Cristo.

Liturgia de la Palabra:

El centro de la liturgia de la Palabra, que se proclama desde el Ambón, es el Santo Evangelio, en que se vuelve a hacer el signo de la Cruz.

El diácono o el sacerdote, antes de proclamar el Evangelio, traza con el dedo pulgar la señal de la Cruz sobre el texto evangélico en el  leccionario y, tras decir: “Lectura del Santo Evangelio según…”, tanto él como el pueblo se signan con la señal de la Cruz en la frente, en la boca y en el pecho.

Con este signo se quiere expresar nuestra acogida de fe a la Palabra que se va a proclamar. Nos signamos en el intelecto para que se abra a la Palabra  y, con el poder del Espíritu Santo, la comprenda; en la boca para que sepamos proclamarla como verdaderos apóstoles de Cristo y en el pecho para que nuestra voluntad y afecto nos impulsen a vivirla.

La liturgia de Eucarística:

En la liturgia eucarística toda nuestra atención está en el Altar y en él vemos destacado el Crucifijo.

La imagen de la Cruz expresa que la Eucaristía, que se celebra, es un sacrificio y memorial de la pasión y muerte de Cristo en la Cruz. También de su resurrección.

La colocación de la Cruz en el centro del altar indica, por una parte la centralidad del crucifijo en la celebración eucarística. Del mismo modo nos recuerda que en la Eucaristía no nos miramos unos a otros (el sacerdote al pueblo y viceversa), sino que unos y otro miramos a la Cruz y en ella  a  Aquel que ha nacido, muerto y resucito por nosotros.

Bendición y despedida:

Al concluir la Santa Misa el sacerdote hace la señal de la Cruz sobre el pueblo, para bendecirlo. El Sacerdote dice así, al trazar la Cruz: “La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros”(al mismo tiempo que los fieles, inclinando la cabeza, también la hacen la señal de la Cruz sobre si mismos).

El signo de la Cruz, que acompaña a la bendición nos recuerda que todo bien, don y gracia nos vienen a través de Cristo, que con su sacrificio en la Cruz nos ha reconciliado con el Padre.

Conclusión:

Como vemos la celebración de la Santa Misa se inicia con la señal de la Cruz y un saludo a la comunidad, convocada en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu; tiene como centro la Cruz, que nos recuerda que Cristo se  ofrece incruentamente en el sacramento eucarístico por nosotros; y se concluye con la señal de la Cruz en la bendición y  envió de la comunidad al mundo, para dar testimonio de su fe en Cristo nuestro Salvador, muerto y resucitado.

El cristiano siempre ha de mirar y hacer  la señal de la Cruz  con fe y amor; pero  de manera especial en  la celebración de la Santa Misa, en la Cuaresma y  en el Viernes Santo,  día del Santo Triduo pascual, en el que la Iglesia celebra la entrega de Cristo en La Cruz por nuestra Salvación.

 Que una de nuestras jaculatorias más repetidas sea siempre: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, pues con tu Santa Cruz has redimido al mundo”.

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