La Iglesia nos recuerda que, aun en tiempos de pandemia y con las debidas precauciones, la asistencia presencial en misa dominical es el quicio de la fe
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
La Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, con la aprobación expresa del Papa Francisco, ha hecho pública recientemente una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, en la que el prefecto de la misma, el cardenal Robert Sarah, afirma la necesidad de volver a la normalidad de la vida cristiana, allí donde la emergencia sanitaria causada por la pandemia lo permita.
El texto afirma que, ante una circunstancia tan imprevista y compleja, es urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, valorando el sentido de pertenencia a la comunidad y viviendo la eucaristía presencialmente.
El purpurado destaca el valor de los medios de comunicación durante todo este tiempo para acercar las celebraciones a los hogares, pero propone volver a acudir a las iglesias a celebrar la misa, especialmente el domingo. Sugiere, además, seguir las normas de higiene y seguridad y colaborar con las autoridades. Subraya también que es necesario valorar los signos litúrgicos, los lugares y los objetos sagrados y respetar las normas litúrgicas.
Nuestros templos están en condiciones para recibir fieles
Y en este sentido, nuestros templos están cumpliendo todas las normativas sanitarias vigentes: aforo (el 75% en la mayoría de las parroquias de la diócesis; el 50%, en algunas localidades importantes como Guadalajara, Azuqueca, Marchamalo, Sigüenza, Mondéjar y algún otro pueblo), servicio de hidrogel, desinfección frecuente, uso obligatorio de la mascarilla, distancia interpersonal –no olvidemos que la inmensa mayoría de nuestros templos son muy grandes y permiten amplia capacidad de personas- y demás recomendaciones.
Y en todo este contexto, ofrezco ahora una serie de materiales y de reflexiones sobre la eucaristía y la misa dominical, que puedan servir para el necesario relanzamiento de la presencialidad –esto es: acudir físicamente a misa los domingos sin miedos y sin temeridades, con responsabilidad y confianza- de la misa dominical.
El Concilio Vaticano II afirma que la eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana”. Y "los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua", como se lee en el número 5 del decreto del Concilio Vaticano II sobre la vida y ministerio de los sacerdotes.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 1327, afirma: “En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe. «Nuestra manera de pensar armoniza con la eucaristía, y a su vez la eucaristía confirma nuestra manera de pensar»" (San Ireneo de Lyon).
Y es que la eucaristía, sobre todo la eucaristía dominical, es la fuente y cumbre de la vida cristiana y barómetro infalible de la coherencia entre la fe y la vida de los cristianos. La misa no lo es todo, por supuesto, pero sin la asistencia dominical frecuente, el resto de la vida cristiana corre el riego cierto y grave de volatilizarse, tarde o temprano. Es el termómetro de la fe y de la pertenencia y vivencia eclesial sin duda.
Así estaba el altar de la parroquia de San Pedro el domingo del DOMUND, tres días después de la fiesta de Santa Teresa de Jesús
Decálogo de la Eucaristía vista de la Misa
1.- La Eucaristía es Asamblea, Comunidad, Congregación, Pueblo, Iglesia. La Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía.
2.- La eucaristía es perdón, impetrado, ofrecido y recibido. Es reconciliación y es paz. La Misa comienza con el acto penitencial, en el que nos manifestamos necesitados del perdón, y la misa incluye también el rito de la paz, donde experimentados el gozo de la reconciliación y el anhelo de la paz.
3.- La Eucaristía es Palabra de Dios. La mesa eucarística es pan de la palabra. Dios nos habla con su Palabra en cada misa. Son palabras de vida eterna.
4.- La Eucaristía es profesión de fe, expresada en la recitación de Credo. La Eucaristía actualiza nuestra fe en Dios Padre, Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo y en su prolongación a través de la Iglesia. La Eucaristía es profesión y testimonio de la fe.
5.- La Eucaristía es ofrenda. En el ofertorio de la misa ofrecemos limosnas en favor de los necesitados y de la comunidad eclesial y nos ofrecemos nosotros mismos como ofrenda permanente al Señor y a su Iglesia.
6.- La Eucaristía es la cruz y la pascua. Es su memorial y actualización. Es cenáculo. Es el Calvario: el monte de la cruz y el jardín de la resurrección. ES el sacramento de nuestra fe: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús".
7.- La Eucaristía es oración y compromiso de fraternidad. Lo expresamos en Padre Nuestro de cada misa. Reconocemos que Dios es nuestro Padre y que nosotros somos hermanos. Pedimos el pan nuestro de cada día para nosotros y para toda la humanidad.
8.- La Eucaristía es comunión. Es comunión con Dios y con los hermanos. Es comunión con la Iglesia. Es comunión que nos transforma en cuerpo y en sangre de Dios. Es comunión en prenda de la verdadera y definitiva Comunión del Reino de los cielos.
9.- La Eucaristía es acción de gracias. Esta acción de gracias se expresa en el mismo nombre y significación etimológica de la palabra "Eucaristía". En la misa es acción de gracias en el prefacio de la misa y en la oración de postcomunión.
10.- La Eucaristía es misión. El "podéis ir en paz" del final de la misa es llamada a la misión y al testimonio. La Eucaristía es origen y camino de la Evangelización. La Eucaristía es Jesucristo, el objeto y sentido de la misión y de la evangelización.
Diez actitudes de vida cristiana y de eucaristía desde la misa
1.- Una actitud orante. A la Eucaristía vamos a rezar, a tratar de amistad con quien sabemos nos ama. El –el Señor de la Eucaristía- nos mira con amor en la Eucaristía. Y ¿cómo le miramos nosotros? ¿Cómo es nuestra mirada?
Esta actitud orante se traduce en la misa a la alabanza (el Gloria), es impetración e intercesión (preces u oraciones de los fieles). Es acción de gracias (doxología final). Es Padre Nuestro. Es diálogo de intimidad (oración de postcomunión).
2.- Una actitud, un estilo comunitario, eclesial. En la Eucaristía nunca estamos ni vamos solos. Ni siquiera en las llamadas misas privadas. La Eucaristía es la fiesta de la Iglesia. Estamos con los hermanos. Somos asamblea, reunión, “Ecclesia”, Iglesia. La Eucaristía nos hace más “Iglesia”, más hermanos, más solidarios. La Eucaristía es y nos introduce en el banquete de la fraternidad y de la nueva humanidad.
3.- Una actitud, un estilo humilde y penitente. Toda celebración de la Eucaristía –a través de sus distintas formas y ritos- comienza por el rito penitencial. Nos hace sentirnos humildes, pequeños, pecadores, necesitados del perdón y de la gracia de Dios. “Quien esté limpio de pecado…”. Vivir la Eucaristía como la Eucaristía es nos ha de hacer humildes, ha de fomentar en nosotros la humildad, virtud religiosa capital, virtud clave del cristianismo.
4.- Una actitud escuchante. Es la Palabra de Dios la que se proclama en la Eucaristía. Dios nos habla a través de los textos bíblicos elegidos por la liturgia para las distintas ocasiones. Dios tiene algo muy importante y vital que contarnos. Debemos abrir bien los oídos y el corazón. En la Eucaristía, Dios mismo nos habla. Nos da su Palabra, la fuente y el manantial de la verdadera sabiduría.
5.- Una actitud confesante. La Palabra proclamada, sentida, escuchada, dispuesta a traducir en vida nos lleva a confesar y a proclamar nuestra fe. Es el Credo. La Eucaristía es escuela de la fe. Es escuela del testimonio de esa fe que es también Eucaristía. La Iglesia y la humanidad necesitan de cristianos de la Eucaristía, de cristianos confesantes.
6.- Una actitud oferente. El ofertorio de cada Eucaristía nos enseña a ser también nosotros ofrenda viva y permanente. Pone en valor y en relieve la importancia de nuestro trabajo y de nuestro afán. Habla asimismo de solidaridad a favor de los que menos tienen y de valor que tiene para nosotros mismos y para los demás darnos, ofrecernos a Dios y al prójimo.
7.- Una actitud sacrificada, abnegada, entregada, generosa, hecha oblación. Es la consagración. Es la memoria y la actualización sacramental del único y perfecto sacrificio de Jesucristo, que nos da ejemplo y nos llama a ser también nosotros sacrificio de expiación. Es como el grano de trigo que, al caer en la tierra -en la besana abierta de nuestra vida- y al ser enterrado en ella, no muere sino que brota y florece en la espiga de oro.
8.- Una actitud pacífica y pacificadora. Tiene su emblema en el momento del rito de la paz. A ejemplo y modelo de Jesús, el Príncipe de la Paz, quien hizo la paz, quien logró la paz, con su sangre derramada en la cruz. La Eucaristía es paz, la Eucaristía sella la paz, es compromiso y prenda de paz.
9.- Una actitud comulgante, un estilo de cristianos de comunión. No de cristianos por libre, sino de cristianos de comunión con el Señor a quien recibimos sacramental en la Eucaristía de su Iglesia. De comunión con El, sí, y con su Iglesia. Con su Iglesia, representada por sus pastores y fieles. De una Iglesia que es tanto más Iglesia cuánto más comunión es.
10.- Un actitud y un estilo misioneros. La Eucaristía es para la vida. La Eucaristía es vida y nos pone al servicio incondicional de la vida, de toda vida y de toda la vida. Y la Eucaristía nos lleva a la vida. Nos trae de ella, no nos abstrae de ella mientras participamos en la misma y nos devuelve, transformados como misioneros, a la vida. La Eucaristía es misión.
Lo que es el domingo para un cristiano
El domingo es el día de la creación, el día del descanso, el día de la fiesta, el día de la pascua de resurrección, el día del hombre, el día de los hermanos, el día de la familia, el día de la fe, el día de la esperanza, el día de la caridad, el día de la palabra, el día de los sacramentos, el día de la misión, el día de la paz y de la reconciliación, el día de la Eucaristía. Sobre el domingo, rezamos así en uno de los himnos litúrgicos:
Es domingo; una luz nueva/ resucita la mañana/
con su mirada inocente,/ llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría/ del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega/ siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza/ no solo la tierra baña,
que ha penetrado en la vida/ por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia/ de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,/ por él y en él convocada.
Es domingo; "este es el día/ que hizo el Señor", es la Pascua,
día de la creación/ nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera/ brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas/ en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo/ toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,/ único Dios que nos salva. Amén.
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 23 de octubre de 2020