Día del Apostolado Seglar. Pentecostés

 

Con este lema “discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo” este año somos convocados a vivir el 20 de mayo, el día del apostolado seglar, el día de Pentecostés.

Se nos invita a tomar conciencia de que, en la Iglesia, nacida bajo el impulso del Espíritu Santo, el laicado juega un papel fundamental para esta nueva etapa de la evangelización, a la que hemos sido convocados reiteradamente por los últimos pontífices.

El Concilio Vaticano II, en el Decreto Apostolicam actuositaten, situaba como una urgencia de nuestros tiempos la participación de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, nos llaman a un apostolado más intenso y más amplio, en las circunstancias actuales, en nuestras realidades.

El beato Pablo VI en la Evangelii nuntiandi, nos recordaba que la iglesia existe para evangelizar y de un modo especial destacaba el lugar que deben ocupar los seglares en esta misión, afirmando que su vocación específica los coloca en el corazón del mundo. (EN, n70).

También en el concilio Vaticano II, en la exhortación apostólica Chistifideles laici, san Juan Pablo II expresará con rotundidad que lo propio y peculiar de los laicos es su dimensión secular: “ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son participes de su dimensión secular, pero lo son de formas diversas.

En la actualidad, el papa Francisco ha definido este modo de estar la Iglesia en el mundo como una Iglesia en salida, que sale de su propia comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. (EG n.20)

También el Papa Francisco nos recuerda: Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida.

Pero también se nos recuerda a los laicos que estamos llamados a ser Iglesia en el mundo porque su apostolado tiene su origen en el bautismo. Por el Bautismo cada uno de nosotros con nuestro nombre y apellido nos convertimos en discípulos misioneros de Cristo, en sal de la tierra y luz del mundo. (EG, n120)

Ser discípulos misioneros de Cristo significa:

  • poner al Señor en el centro de nuestra propia existencia. ¿Como? desde la oración, la escucha de la Palabra y los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Poner a Dios en el centro es Dios en todo.
  • vivir en el amor y la fidelidad a la Iglesia.
  • estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente de los pobres y los excluidos y convertirnos para ellos en oasis de misericordia, luchando por un mundo más justo y solidario.
  • encarnar la vocación al Amor a la que estamos llamados, especialmente en lo cotidiano (familia, trabajo, ocio…), sabiendo acoger y aprender de todos.
  • vivir un compromiso en el cuidado y respeto de la creación.

En definitiva, ser discípulo misionero de Cristo es, aquel que no se deja robar la alegría y la esperanza, porque ha puesto su confianza plena en el Señor, que es fuente y origen de toda alegría. (EG, n.1).

Todos somos llamados a ser discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo, con la riqueza que se nos ha regalado, la riqueza de los carismas laicales. Siempre desde la comunión.

                                                                                                    Ana I. Gil Valdeolivas

                                                                                         Delegada diocesana apostolado seglar.