¡Yo soy uno de ellos!

 

Por Juan José Plaza

(Delegado de Misiones)

 

 

  

El 25 de Enero, festividad de la conversión de S. Pablo, el mayor misionero de la Historia de la Iglesia, nos disponemos a celebrar la Jornada de Infancia Misionera.

En las Navidades todos, pero especialmente vosotros, los niños, ponéis vuestra mirada en el Pesebre de Belén, para contemplar, desde la fe y el asombro, al Niño-Dios, recién nacido, en la más absoluta pobreza, teniéndose que enfrentar a la persecución de Herodes y a huir como emigrante a Egipto.

Las Navidades son tiempo de alegría, de villancicos, de regalos, de juguetes, de pasarlo bien... Al mirar al Niño Jesús tan pobre y necesitado (sólo uno humildes  pastores lo acogieron y adoraron) nos invade un poco la vergüenza. Ello hace renacer en nuestra alma la nostalgia de haber podido estar junto a Jesús, recién nacido, para  haberle ayudado con lo nuestro, como hicieron los pastores.

Sin embargo, quiero recordaros a todos los niños ( y menos niños) que el nacimiento de Jesús, la pobreza, los sufrimientos y la persecución de la que se vio rodeado…se actualiza en cada niño pobre y necesitado que nace y vive en cualquier parte del mundo, al que podemos ayudar como si fuera el Niño Jesús. El mismo lo afirmó con  estas palabras:” Os digo que cuento hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mat. 25, 40).

El lema de Infancia Misionera de 2015 reza así: “YO SOY UNO DE LLOS”. Y el cartel de esta Jornada es un gran corazón, que está siendo construido por niños de  las distintas razas.

Todos sabemos que el corazón es el símbolo del amor. Este gran corazón, que abarca a todos los niños del mundo, nos invita a unirnos a los que necesitan de nuestro amor y ayuda. Ayuda que también es necesaria para que  los misioneros les den a conocer a Jesús, al Hijo de Dios, que es el que nos impulsa a todos a amarnos como Él nos ha amado (Jn 13, 14).

Os recuerdo que las huchas del compartir, que  os reparte Infancia Misionera, no tienen sólo como fin el llenarse  de  dinero, sino que, a la vez, pretenden  ser símbolo  del amor que vosotros queréis compartir con otros niños.

¡Ojalá que todos tengamos un corazón tan grande y lleno de amor como el de Jesús, en que quepan todos los niños del mundo!

Esta es la meta del Decálogo del niño de Infancia Misionera que os recuerdo:

1/ Un niño misionero ve a todas las personas como hermanos.

2/ Un niño misionero conoce a Jesús, ama como Jesús y no se avergüenza de hablar con Jesús.

3/Un niño misionero reza todos los días a su Padre Dios por los niños de todo el mundo y quiere que conozcan a su Madre, la Virgen.

4/ Un niño misionero siempre dice: ¡Gracias!

5/ Un niño misionero es feliz al compartir.

6/ Un niño misionero sirve a los demás con alegría.

7/ Un niño misionero sabe que su persona es más importante que el dinero.

8/ Un niño misionero es generoso, aunque le cueste

9/ Un niño misionero busca soluciones hasta que las encuentra.

10/Un niño misionero siempre piensa en nosotros. Es decir, siempre piensa: “YO SOY UNO DE ELLOS”.