Vivir la Pascua, vivir la llamada

Por Ana I. Gil Valdeolivas

(Delegación de Apostolado Seglar)

 

 

 

Estamos en Pascua de Resurrección, un momento transcendental para la vida de un cristiano.


La celebración de la Pascua del Señor es un acontecimiento tan grande que necesita de una preparación, una
aceptación y una vivencia.

El Papa Francisco este domingo de resurrección nos dice:


“Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor, su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos".

También nos dice que Cristo resucitado, es anuncio humanidad.

En la Vigilia Pascual nos recuerda:

El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Y nos anuncia que todo cristiano tiene una misión "Llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los coraz abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida”.

Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al
Resucitado con la vida y mediante el amor.

En el decreto “APOSTOLICAM ACTUOSITATEM" sobre el apostolado de los laicos, y que acabamos de vivir sus 50 años, se nos hace una llamada a asumir el papel que tenemos como bautizados en la iglesia y por tanto
en el mundo, un papel propio y necesario, un papel donde somos auténticos protagonistas, junto al Señor que
VIVE.

Se nos hace una llamada a vivir nuestra vocación, a vivir el apostolado, participar en la misión de la Iglesia.
Nuestra vocación como laicos, es la misma que tuvieron los apóstoles, es la misma que tienen sacerdotes consagrados, y debemos ejercitarla en el mundo.

Variedad de ministerios, pero una misma misión EVANGELIZAR, gritar al mundo que Dios vive y tiene cabida en sus vidas. 

El apostolado se ejercita en La Fe, la Esperanza y la Caridad.

Es el Espíritu Santo, quien da dones peculiares a cada uno, este sopla como quiere y hacia donde quiere y
somos nosotros según la gracia recibida quienes ponemos esos dones al servicio siempre de los demás, para construir Iglesia. Seamos fieles a los carismas recibidos tanto individualmente, como movimientos,
asociaciones.

Se nos hace una llamada, al laico a cultivar las virtudes de: “honradez, paciencia, sinceridad, delicadeza y bondad".

Llamados a un fin claro no solo es anunciar, sino impregnar y perfeccionar todo el orden temporal, buscar la salvación del hombre.

Se nos invita, no solo al testimonio de vida, sino que el verdadero apóstol busca las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra, por ello la gran importancia que tiene nuestra formación.

Debemos vivir este apostolado individualmente (familia, profesión, amigos, vida social...) y también comunitariamente (corresponsabilidad con la jerarquía, uniendo esfuerzos, acciones comunes,...)

Sabemos de quien nos hemos fiado, y como decía una frase de la segunda lectura de este pasado domingo de resurrección “ESCONDIDOS CON CRISTO EN DIOS", será desde esta íntima relación con el Padre y el Hijo, desde donde podremos decir al mundo que CRISTO VIVE.