Charlie Hebdo


Por Diego Borobia

(Abogado)

 

Es la primera hora del sábado cuando te dispones a desayunar una taza de café mientras decides ojear el noticiario del día. En una de las páginas  descubres unas caricaturas algo sátiras sobre una de las figuras más representativas de la religión católica, y que llamándote consideradamente la atención decides detenerte a contemplarlas durante unos instantes mientras, comienza aparecer en tu rostro una mueca de disconformidad que en todo caso reflejarás en una carta dirigida al diario, en la que demostrarás en todo momento una conducta pacífica, sincera y aceptable, ejemplar hacia los demás y modelo a seguir.

 

Sin embargo, no todos somos iguales, y es muy fácil buscar un pretexto que justifique una acción sin que importe lo más mínimo lo injusto o egoísta que pudiera llegar a ser el fin que se pretenda alcanzar con la misma. Y es que hay determinadas conductas para las cuales no existe medio alguno capaz de justificarlas, como es el caso de la violencia extrema que se vive cada día en el mundo, pues solo hay que ver el telediario, o leer un periódico para darse cuenta que aunque no lo reconozcamos estamos inmersos en un mundo en el que se prioriza la violencia con la que se tiende abatir cualquier situación que no es conforme con nuestros ideales, creencias, pensamientos. Lo que nos lleva a recordar lo sucedido esta segunda semana del año en París, en donde se ha vivido un auténtico atentado contra la vida como consecuencia de la publicación de unas caricaturas satíricas en un semanario francés hace ya unos años, y que han terminado siendo utilizadas como pretexto de una ofensa religiosa para llevar a cabo una acción brutalmente violenta que carece de justificación alguna.

 

Existen multitud de formas en las que podemos expresar nuestra disconformidad, ya sea oral, escrita, mediante la utilización de dibujos, señas o gestos, a través de los que podemos decir todo aquello que no aprobemos, por ello debemos de evitar utilizar la violencia por mínima que sea y procurar ser ejemplo para los demás, pues la pluma es siempre más fuerte que la espada.