El fin de las cofradías

Por la Delegación de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades

 

 

La Iglesia, como decía San Pablo VI, existe para evangelizar, también valiéndose de la manera como el pueblo contempla y celebra el misterio de Dios. Es decir, de la religiosidad popular. Las Cofradías y Hermandades, que se enmarcan dentro de la antedicha, ayudan al creyente a conocer y vivir el Evangelio de Jesucristo, utilizando aquellos medios que mejor pueden conectar con la idiosincrasia de un pueblo, de una cultura. 

Centrémonos en el pensamiento que proclama el Papa Francisco con respecto a la Religiosidad Popular, Cofradías y Hermandades para conocer mejor su finalidad. 

No podemos reducir la religiosidad popular a las cofradías, pero tampoco podemos entenderla sin ellas. La labor de las hermandades en su faceta pastoral, catequética, caritativa y social es fundamental para poder descubrir sus fines. Ahora bien, igual que se recurre al ocultamiento de las creencias religiosas bajo el pretexto de considerarlas asunto absolutamente privado, también podría ocurrir que se acudiera a la hermandad como si esa pertenencia, por sí sola, eximiera de todas las demás obligaciones y compromisos religiosos y morales que comporta el ser auténtico cristiano. 

Según el Código Canónico, una cofradía es una asociación pública de fieles que pretende promover el culto, practicar la caridad cristiana y la evangelización, en particular la de sus propios miembros. Existe, pues, la cofradía y hermandad como un medio para ayudarse a vivir como cristianos, haciendo realidad, en obras y en palabras, el Evangelio de Jesucristo. 

La cofradía ha nacido con una finalidad religiosa y caritativa; ha sido aprobada por la Iglesia con la garantía de que había de cumplir sus objetivos fundacionales; los hermanos que se unen a ella lo deben hacer buscando una vida cristiana repleta de autenticidad y que se manifiesta en múltiples acciones culturales propias y en una eficaz labor caritativa. 

Corren las cofradías y hermandades el peligro de encerrarse en sí mismas, mirarse constantemente en su propio espejo. Pero la cofradía es de Cristo y habla de Cristo; es de la Iglesia y camina con la Iglesia; es del pueblo y siente con el pueblo; es de la hermandad y asume la vida de hermandad; es de la familia y ayuda a la familia. La cofradía, como tal, es una forma de vivir en cristiano, de seguir a Jesucristo, de estar en la Iglesia, de caminar como ciudadanos de este mundo, de sentir el calor de la propia familia. Una hermandad no es solamente una agrupación a la que se pertenece, ni siquiera una serie de actividades religiosas en torno a unas imágenes veneradas. La hermandad es un espíritu, una vida, una fe, un patrimonio espiritual. 

Por todo cuanto antecede, las hermandades son un camino, una ayuda para vivir mejor en cristiano. La hermandad ofrece los medios que el cristiano necesita: palabra, sacramentos y caridad. La hermandad es de Cristo y habla de Cristo. Vive el amor fraterno. 

En la vida de una hermandad no pueden faltar las actitudes, disposiciones y actividades siguientes: fidelidad a los orígenes, transmisión de la fe, testimonio cristiano, comunión interna, formación cristiana, gobierno como servicio, participación, espiritualidad propia, afianzamiento de la pertenencia a la Iglesia, acercamiento a la familia, consolidación del voluntariado, primacía del culto auténtico, caridad fraterna, conocimiento de la propia historia y finalidad, atención a los grupos de jóvenes, cuidar el itinerario para la protestación de la fe, preparación espiritual y sacramental para la estación de penitencia, justa y evangélica utilización de los bienes, custodia del patrimonio artístico y cultural y la formación de sus órganos directivos. 

El fin debe ser el principio fundamental.