Aceite que cura. Bendición de los santos óleos

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

Este día de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Obispo de Sigüenza-Guadalajara nos ha invitado a la de la bendición de los Santos Óleos a un pequeño grupo de sacerdotes; grupo reducido por motivo de la pandemia. Vernos a todos los concelebrantes con mascarillas, lavándonos las manos y con distancia social, parecía algo surrealista, y sin embargo, es la más cruda realidad. 

En el tiempo de espera de la celebración, tomaba alguna nota sobre el momento que vivimos y que compartía con algún compañero. 

¿Qué es verdad en este tiempo de pandemia, cuando se instalan el miedo y la mentira, el temor y la prevención, el distanciamiento social y la sospecha? 

¿Qué cabe hacer para no sucumbir en la desconfianza y subsistir al peor virus acechante, que es el individualismo egoísta? 

Y saltaba a mi mente la bifurcación de caminos posibles: ¿Tomar el sendero de la resignación, de la rebeldía, optar por la violencia, la huida, el egoísmo, el sálvese quien pueda? ¿O emprender la remontada con parresia, entrega, donación, generosidad y presencia solidaria…? 

Y emergen en el corazón los sentimientos encontrados: por un lado la lucha interior, mas por otro lado, si no hay trascendencia, cabe que llegue a convertirse en guerra abierta íntima, familiar, social, pandemia destructora mayor que Covi 19. 

Es momento de templanza, sin mengua de verdad. Es tiempo propicio para la pertenencia solidaria, ocasión de saber si se vive por los otros o a su costa. 

El creyente debe romper el cerco de lo imposible y arriesgarse en actitud de esperanza confiada. Tiempo de apostar por lo más noble e incluso gratuito. Como dice el Texto Sagrado: Es tiempo de plantar, de amar, de perdonar, de orar, de atreverse a creer en la Palabra y de dar crédito a la promesa: “Yo estoy con vosotros. Os acompañaré adondequiera que vayáis”. 

Esta referencia a la Palabra no es respuesta evasiva, sino asidero para no hundirse en la miseria y poder dar la mano a quien naufraga por hambre de pan y de sentido. 

Y los Óleos sagrados curarán nuestras heridas y nos fortalecerán en nuestros combates contra el mal. Con ellos nos ungirán en los momentos más sagrados de la existencia.