Adviento en tiempos de pandemia, Adviento más necesario todavía

El Adviento 2020, que será un Adviento distinto y más necesario aún, discurre desde la tarde del sábado 28 de noviembre a la tarde del jueves 24 de diciembre

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

“El Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, donde se recuerda a los hombres la primera venida del Hijo de Dios… Es un tiempo en el que se dirigen las mentes, mediante este recuerdo y esta espera a la segunda venida de Cristo, que tendrá lugar al final de los tiempos” (Misal Romano, Nº 39)

El Adviento tiene una triple dimensión: histórica, en recuerdo, celebración y actualización del nacimiento de Jesucristo; presente, en la medida en que Jesús sigue naciendo en medio de nuestro mundo y a través de la liturgia celebraremos, de nuevo, su nacimiento; y escatológica, en preparación y en espera de la segunda y definitiva venida del Señor.

Y si siempre el Adviento es todo esto y tiene la meta de la llegada (la palabra latina “Adventus” significa “Llegada”, “El que bien”) del verdadero y único Salvador, Jesucristo, en esta hora de pandemia, el Adviento es todavía más necesario que nunca.

 

Orígenes del Adviento

Sobre el origen del Adviento es preciso remontarse al siglo IV. El Concilio de Zaragoza (año 380) habla de un tiempo preparatorio a la Navidad, que comprende desde el 17 de diciembre, es decir, ocho días antes de la gran fiesta del nacimiento de Jesús, y obliga a los cristianos a asistir todos los días a las reuniones eclesiales hasta en día 6 de enero.

Nos consta en la Iglesia de Roma en el siglo IV una gran celebración de la fiesta de la Navidad y de su preparación. Progresivamente, según se va enriqueciendo de contenido teológico el memorial de la “Nativitas Domini” (Natividad del Señor), así se va diseñando el adviento como una auténtica liturgia.

El Papa san León Magno, Obispo de Roma en el siglo V, piensa el misterio de la Navidad como una preparación para la Pascua: el pesebre es premonición de la cruz y la llegada del Mesías asumiendo la humanidad es evocación de la segunda venida del Señor, revestido de poder y gloria.

De ahí que, con el paso del tiempo, el Adviento en Roma revistiera esa doble perspectiva y que se mantiene hasta el día de hoy: celebración de la parusía del Señor que ha de venir y también celebración de aquel misterio de Cristo, su salvífica encarnación, que culmina en el misterio pascual, realizado por la muerte y resurrección del Señor. Así, pues, Adviento, que en cuanto vocablo pagano no significa más que venida o llegada, o aniversario de una venida, asume un nuevo valor semántico: el de espera y el de preparación. Y se fijan en el calendario de la Iglesia las cuatro semanas previas a la Navidad.

 

Los lugares y los símbolos del Adviento

1.- El desierto, el ámbito donde clama la voz del Señor a la conversión, donde mejor escuchar sus designios, el lugar inhóspito que se convertirá en vergel, que florecerá como la flor del narciso.

2.- El camino, signo por excelencia del adviento, camino que lleva a Belén. Camino a recorrer y camino a preparar al Señor. Que lo torcido se enderece y que lo escabroso se iguale.

3.- La colina, símbolo del orgullo, la prepotencia, la vanidad y la “grandeza” de nuestros cálculos y categorías humanas, que son precisos abajar para la llegada del Señor.

4.- El valle, símbolo de nuestro esfuerzo por elevar la esperanza y mantener siempre la confianza en el Señor. ¡Qué los valles se levanten para que puedan contemplar al Señor!

5.- El renuevo, el vástago, que florecerá de su raíz y sobre el que se posará el Espíritu del Señor.

6.- La pradera, donde habitarán y pacerán el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y león, mientras los pastoreará un muchacho pequeño.

7.- El silencio, en el silencio de la noche siempre se manifestó Dios. En el silencio de la noche resonó para siempre la Palabra de Dios hecha carne. En el silencio de las noches y de los días del adviento, nos hablará, de nuevo, la Palabra.

8.- El gozo, sentimiento hondo de alegría, el gozo por el Señor que viene, por el Dios que se acerca. El gozo de salvarnos salvados. El gozo “porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro” son quebrantados como en el día de Madían; el gozo y la alegría “como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín”.

9.- La luz, del pueblo del caminaba en tinieblas, que habitaba en tierras de sombras, y se vio envuelto en la gran luz del alumbramiento del Señor. Esa luz expresada hoy día en los símbolos catequéticos y litúrgicos en la corona de adviento, que cada semana del adviento ve incrementada una luz mientras se aproxima la venida del Señor.

10.- La paz, la paz que es el don de los dones del Señor, la plenitud de las promesas y profecías mesiánicas, el anuncio y certeza de que Quien viene es el Príncipe de la paz, el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. “De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas”. “¡Qué en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente!”

Todos estos lugares, todos estos símbolos, conducirán, como un peregrinar, al pesebre de Belén, la gran realidad y la gran metáfora del adviento.

 

Los cuatro grandes personajes del Adviento

Cuatro son los grandes personajes del adviento en espera, en preparación y anuncio del Dios que llega, del Señor que se acerca. El primero de ellos es el profeta Isaías. En el Nuevo Testamento destacan María de Nazaret y su esposo José y Juan el Bautista, auténtico prototipo del adviento.

El gran pedagogo del Adviento es Isaías. Habría que leerle con una gran paz interior, dejando que sacuda nuestras conciencias dormidas, aliente a la esperanza, anime a la conversión, promueva gestos claros de paz y de reconciliación entre los hombres y entre los pueblos… Adviento es también el mes de María; es litúrgicamente más mariano que ninguno otro a lo largo del año. El icono de María gestante, o de la expectación, personifica a la Iglesia madre que está llena de Cristo y lo pone como luz en el mundo, para que el resto de sus hermanos habiten tranquilos hasta los confines de la tierra, pues Él será nuestra paz  (Miqueas, 5,2-5).

María de Nazaret es la estrella del Adviento. Ella llevó en su vientre con inefable amor de madre a Jesucristo… Ella vivió un adviento de nueve meses en su regazo materno y virginal, en su mente y en su corazón… ¡Qué largo y hermoso adviento!… Ella es la “Mater spei”, el modelo de la espera y de la esperanza. Supo, como nadie, preparar un sitio al Señor, el Hijo que florecía en sus entrañas… En Ella, se realizó la promesa de Israel, la esperanza, después, ahora y ya para siempre, de la Iglesia.

 

Lo que es la Corona de Adviento

Corona de Adviento

 

(1) Noción: Se trata de una corona de ramas verdes, en la que se fijan cuatro velas vistosas, generalmente violáceas. Suele colocarse sobre una mesita, o sobre un tronco de árbol, o colgada del techo con una cinta elegante. En principio, no se pone encima del altar, sino junto al ambón o en otro lugar adecuado como, por ejemplo, junto a una imagen o icono de la Virgen Madre, siempre Santa María del Adviento. La corona de Navidad es así el primer anuncio de la Navidad.

(2)  Orígenes e inculturación: Es una costumbre originaria de los países germánicos y extendida a América del Norte, ya convertida en un símbolo del Adviento en los hogares  cristianos y de las parroquias y comunidades.

Durante el frío y la oscuridad del final del otoño los pueblos germánicos precristianos recolectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida del sol naciente y de la primavera.

Ejemplo, pues, de cristianización de la cultura donde lo viejo toma ahora un nuevo y pleno sentido, la Corona de Adviento encuentra un espléndido referente en Jesucristo, la luz del mundo, el vencedor de la oscuridad y de las tinieblas.

(3) Los contenidos de la Corona de Adviento: Una corona circular, ramas o follaje verde, cuatro velas y algún adorno sobre ellas como manzanas rojas y el listón rojo.

(4) La Corona circular: El círculo hace presente la figura perfecta que no tiene principio ni fin, evocando la unidad y eternidad del Señor Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempre (cfr. Heb 13, 8). Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio ni fin. Es asimismo interpelación para que también nuestro amor a Dios y amor al prójimo tampoco finalice nunca.

(5) El follaje verde perenne: Las ramas verdes pueden ser de ramas de pino, abeto, hiedra…. Representan a Cristo eternamente vivo y presente entre nosotros.

(6) Los adornos: Son unas manzanas rojas y un listón rojo. Las manzanas representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva. Hablan, pues, del pecado de la expulsión del paraíso y el anhelo permanente del hombre de regresar a él. Por eso el listón rojo significa el amor de Dios que nos envuelve y nuestra respuesta también de amor a ese amor de Dios.

(7) Las cuatro velas: Representan los cuatro domingos que jalonan este tiempo de vigilante espera. Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Y así con cada vela (pueden ser de color distinto, que expresen cada una y por este orden la vigilancia, la espera operativa,  el gozo y la inminencia) que encendemos, la humanidad se iluminó y sigue iluminando con la llegada de Jesucristo a nuestro mundo.

(8) El progresivo encendido de las velas: Como expresión de alegre expectación, cada semana, se realiza el rito de encender las velas correspondientes: el primer domingo de Adviento, una; el segundo, dos; el tercero, tres; el cuarto y último, las cuatro.

El progresivo y paulatino encendido de estos cirios nos hace tomar conciencia del paso del tiempo en el que esperamos la última y definitiva venida del Señor. Este itinerario, acompañado de alguna oración o canto, nos marcará los pasos que nos acercan hasta la fiesta de Navidad, y nos ayudará a tener más presente el tiempo en que nos encontramos.

(9) El rito del encendido de las velas: El rito encendido de la corona se puede realizar en todas las misas dominicales de la parroquia, incluyendo la vespertina del sábado. En las comunidades religiosas, en cambio, será mejor hacerlo en la celebración que inaugure cada semana: las primeras Vísperas.

La Corona que se ha instalado en la iglesia parroquial, se puede bendecir al comienzo de la Misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial.

(10) La metáfora, el significado global de la Corona de Adviento: Este sencillo lucernario es a la vez memoria, símbolo y profecía.

 

** Es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo.

** Es símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia.

** Es profecía de Cristo, luz del mundo que volverá para iluminar definitivamente al mundo y a quien esperamos con las lámparas encendidas.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 27 de noviembre de 2020