Al compás del Sínodo Diocesano (4): Jesucristo, fundamento de la fe cristiana

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema segundo, sesión primera, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ofrecemos hoy la cuarta entrega del retorno en la diócesis al trabajo de los grupos para nuestro Sínodo. Nuestra primera entrega, de NUEVA ALCARRIA del 4 de febrero, hacía memoria del camino sinodal recorrido desde mayo de 2018 hasta enero de 20221 y del camino que ahora se abre y de sus etapas siguientes.

En los números de este periódico de los viernes 18 y 25 de febrero, abordábamos las dos primeras sesiones o apartados, respectivamente, del cuaderno de trabajo número 1, titulado “Llamados”.  La vocación universal a la santidad y las vocaciones para un seguimiento especial y más consagrado (la vocación sacerdotal y la vocación a la vida consagrada en sus distintos modos y formas de consagración) fueron sus contenidos.

Este viernes y el próximo nos adentramos en el segundo tema de este cuaderno primero de trabajo sinodal en grupo. Los fundamentos de la fe cristiana son sus ejes, divididos en dos nuevos apartados: Jesucristo, fundamento de la fe (tema de nuestro artículo de hoy) y el papel tan importante que en la fe desempeñan la familia, la parroquia, la escuela y los medios de comunicación (que comentaremos la próxima semana).

        

Lo que es y significa la fe cristiana

 

El autor del libro del Nuevo Testamento de la Carta a los Hebreos (capítulo 12, versículo 2) nos llama al respecto a tener la mirada fija en Jesucristo, “que inició y completa nuestra fe”. Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el quicio fundamental de nuestra fe.

No hay fe cristiana sin encuentro, adhesión y seguimiento a Jesucristo. En Él, encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación.

Benedicto XVI, en su primera encíclica “Deus caritas est” (Dios es amor), fechada en la Navidad de 2005, escribía: “…No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

El tema de la fe fue uno de los ejes principales del ministerio de Benedicto XVI (2005-2013). Por ello, el 11 de octubre de 2011, convocó a toda la Iglesia a celebrar un año santo especial, el Año Santo de la Fe, con ocasión de los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II.  Los documentos “Porta fidei” (La puerta de la fe), “Lumen fidei” (La luz de la fe) y “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio), son los tres textos de los papas Benedicto XVI y Francisco en aquel año de la fe, que discurrió del 11 de octubre de 2021 al 24 de noviembre de 201, ya con Francisco como Papa.

 

 

Decálogo de lo esencial de la fe cristiana

 

De los tres documentos papales recién citados, entresacamos las siguientes reflexiones, en forma de decálogo, son los fundamentos de la fe cristiana:

(1) La fe cristiana necesita y es inseparable del encuentro personal con Jesucristo. Es una fe esencialmente cristológica.

(2) La fe cristiana es creer en Jesucristo y con Él en Dios Padre y en el Espíritu, La fe es, de este modo, una fe trinitaria. Es creer en Dios uno y trino.

(3) Estas verdades de fe se expresan en el Credo Apostólico y en el Credo Nicenoconstantinopolitano.  Son los credos “corto” y “largo” que se recitan en las misas dominicales y de las solemnidades litúrgicas. Son también y respectivamente el Credo o Símbolo de los Apóstoles, el más antiguo símbolo bautismal; y el Credo formulado en el siglo IV, tras los Concilios de Nicea, año 325, y de Constantinopla, el primero de ellos, del año 381.

(4) La fe cristiana se nutre en la Palabra de Dios.  De modo que debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios. Una Palabra de Dios tal y como en el depósito de la fe nos custodia y transmite siempre viva la Iglesia y su magisterio auténtico.

(5) Por todo ello, la fe cristiana es asimismo inseparable e indisociable de fe en la Iglesia. La fe nace, crece y se difunde y testimonia en, con y desde la Iglesia.

(6) Y una de las derivadas y consecuencias del quinto punto recién glosado es la dimensión pública de la fe, también esencial a la misma. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él. Y este “estar con Él” nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.

(7) La fe cristiana es siempre indisociable e inseparable de la caridad y viceversa. La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda.

(8) La fe cristiana crece creyendo y se fortalece mediante las pruebas y dificultades que la aquilatan y robustecen. Y las dificultades (pensemos en la experiencia vivida con ocasión de la pandemia del coronavirus) ponen a prueba la fe para aquilatarla y para robustecerla.

(9) La fe cristiana encuentra en María Santísima y en los santos su modelo, su cumplimiento, su viabilidad. María y la historia de los todos los santos de todos los tiempos es también la historia del fruto de la fe. Un santo canonizado es aquel cristiano que, antes de ser examinado en su intercesión posible en un milagro, ha recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia de haber vivido las virtudes cristianas de modo eminente y heroico.

(10) Y para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II.

 

Iluminación bíblica

 

El apóstol san Pedro, en su primera carta (libro del Nuevo Testamento), capítulo 1, versículos 6 al 9 nos habla de cómo las dificultades ponen a prueba nuestra fe y la robustecen:

“Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas”.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

 

El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 168, afirma lo siguiente, donde presenta la indisociable unidad entre la fe cristiana y la pertenencia eclesial:

“La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor (Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia, -A Ti te confiesa la Santa Iglesia por toda la tierra- cantamos en el himno Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también: "Creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el Ritual Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".

 

Obispo diocesano

 

Don Atilano Rodríguez, nuestro obispo, con fecha 1 de mayo de 2020, publicó la carta pastoral “Con gratitud y esperanza” en la que compartía con todos los diocesanos su experiencia durante la pandemia; en ella nos dice:

“El Dios, que se ha hecho uno de nosotros, que ha querido compartir nuestra existencia y que nos amó hasta el extremo de dar la vida por nosotros, es el único que puede fundamentar la esperanza humana. Solo el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, permite mantener la esperanza en un mundo que, por naturaleza, es imperfecto. El amor de Dios, que es un amor absoluto y sin límites, puede garantizarnos la participación de la vida plena, de la vida eterna, que todos anhelamos. Cuando tomamos conciencia de nuestra finitud y de nuestra pobreza, podemos acoger al Resucitado y dejarle entrar a formar parte de nuestra existencia”.

Y añade nuestro obispo diocesano. “La fe en la persona de Jesucristo y la confianza en sus promesas nos ofrecen la luz que necesitamos para avanzar en el presente y nos capacitan para afrontar el futuro a pesar de las dificultades del camino. Es más, la fe nos impulsa a dar frutos de buenas obras y a mantener fija la mirada en la herencia eterna que, anhelantes, esperamos alcanzar un día. Jesucristo resucitado nos atrae a todos hacia sí y nos convierte en sarmientos de la vid, que es Él mismo, por medio del sacramento del bautismo y de los restantes sacramentos (Cfr. Juan 12, 32)”.

“Por eso –concluye-, como en su día le dijo a Marta, la hermana de Lázaro, hoy nos dice a nosotros: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11, 25-27). Estas palabras de Jesús, podrían ayudarnos a reflexionar sobre nuestra fe y responder a preguntas como estas: ¿En quién o en qué creemos? ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra existencia? ¿En quién ponemos nuestra fe y nuestra esperanza, en la ciencia y en la técnica o en el Dios revelado en Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación?”.

 

Preguntas y propuestas para el trabajo en grupos

 

Tras estos y otros materiales, y desde un clima explícito de escucha, diálogo y oración, nuestro cuaderno sinodal 1, tema 2, sesión 1, formula, para el trabajo de los grupos, cinco preguntas, cuyas respuestas, en su momento, se estudiarán y formarán parte de los siguientes pasos del camino sinodal.  Las preguntas han de ser respondidas, preferentemente, en grupo y recogidas las distintas respuestas. 

 

Estas son las preguntas:

 

1.- ¿Cómo nos resuena la afirmación de que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”?

2.- ¿Qué es para cada uno de los miembros del grupo la Palabra de Dios y cuál es su experiencia real de ella?

3.- ¿Cómo resuena la afirmación según la cual la fe cristiana no es nunca un hecho privado, sino que conlleva necesariamente una responsabilidad y dimensión social y pública?

4.- ¿Qué hacer en nuestras parroquias para pasar de una “fe sociológica” y heredada a una “fe personalizada, iluminada y testimonial”?

5.- La fe se purifica y robustece ante las pruebas y dificultades, ¿cómo has sentido y transmitido tu fe cristiana durante el confinamiento y pandemia?

Asimismo, se formulan estas dos propuestas: (1) Releer en grupo el Credo apostólico y el Credo nicenoconstantinopolitano y aclarar algunos de sus conceptos y lenguaje. (2) Una lluvia de ideas sobre la Virgen María y los santos como modelos e intercesores de la fe cristiana.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 25 de marzo de 2022