Al compás del Sínodo Diocesano (10): la comunión eclesial

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema quinto, sesiones primera y segunda, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Es muy importante aclarar, aunque parezca una obviedad, que la comunión eclesial no es la recepción de la Eucaristía (aunque sí sea esta una de sus fuentes, medios, consecuencias y exigencias), sino el modo propio de ser y de vivir en la Iglesia

La Iglesia es misterio, comunión y misión. La Iglesia es para evangelizar, es misionera en su misma raíz e identidad. La Iglesia –nos lo han recordado reiteradamente tanto desde el Vaticano II como desde la enseñanza de los papas y los obispos- no es un fin en sí misma: la Iglesia es para evangelizar. Y si la Iglesia no evangelizara, dejaría de ser la luz y la sal a la que está llamada.

La Iglesia es asamblea, reunión, congregación. La Iglesia es común unión (común-unión, comunión). La Iglesia es la familia de Dios, el pueblo santo de Dios, el cuerpo místico de Cristo, la grey de Jesucristo, el grupo estable y unido en la diversidad de los discípulos misioneros del Señor crucificado y resucitado.

 

Iglesia es comunión

 

La Iglesia es, en palabra griega y muy común en el lenguaje eclesial, koinonía, que significa comunión; como concepto teológico alude a la comunión eclesial y a los vínculos que esta misma genera entre los miembros de la Iglesia y Dios, revelado en Jesucristo y actuante en la historia por medio del Espíritu Santo”.

Y la koinonía es una de las cuatro dimensiones fundamentales de la identidad y misión de la Iglesia: (1) COMUNIÓN (koinonía), (2) TESTIMONIO (martyria), (3) SERVICIO o CARIDAD (diakonia), y (4) CELEBRACIÓN (leitourgía).

 

 

Concilio Vaticano II

 

Y para seguir aclarando y explicando lo que es la comunión eclesial, he aquí dos textos del documento del Concilio Vaticano II sobre la identidad y misión de la Iglesia. “Lumen Gentium” (LG) es el nombre de este documento, frase latina, que, en español, se traduce como “Luz de las gentes”:

«La Iglesia es en Cristo como un sacramento, es decir, como signo e instrumento de la comunión íntima con Dios y de la unidad del género humano» (LG 1).

«La comunión eclesial se difunde en todos los niveles, tanto en la dirección vertical de la comunión de la Iglesia peregrina con la Iglesia celestial, como en la dirección horizontal, hacia toda la familia humana, para quien la Iglesia constituye un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación» (LG 9).

Todo esto, que técnicamente es lo que se denomina eclesiología de comunión, no puede reducirse a puras cuestiones de organización y menos aún de ámbitos o esferas de decisión o de poder (menos aún entendido el poder al modo mundano) y conlleva una correcta relación entre la unidad y la pluriformidad en esta, y reclama la participación y la corresponsabilidad en todos los niveles.

 

La Iglesia, casa y escuela de la comunión

 

El Papa San Juan Pablo II el 6 de enero de 2001, hizo pública su carta apostólica “Novo millennio ineunte“(Al comienzo del nuevo milenio). En su capítulo cuarto, titulado “Testigos del amor”, desarrolla el tema de la comunión eclesial, y lo hace de un modo tan hermoso y completo que sus ideas son verdaderas brújulas y carta de navegación en relación con la comunión.

"Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión -afirma San Juan Pablo II-: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo".

"… Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios; un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias…".

La comunión eclesial se traducirá en corresponsabilidad, en que cada uno ponga sus propios dones y talentos para el bien de los demás, en que cada uno haga lo que tenga que hacer. La comunión no es confusión de carismas, de servicios y de tareas, sino coordinación y conjunción. Es unir fuerzas, es remar juntos.

La comunión no resta, sino suma, no divide sino multiplica.   Y todo ello en todos y cada uno las realidades eclesiales: el Papa es el principio y el fundamento de la comunión. Los obispos han de vivir la comunión con el Papa hacia los demás obispos y hacia cada uno de sus presbíteros y fieles laicos. La comunión, además, es un camino de ida y vuelta. Requiere reciprocidad afectiva y efectiva desde el propio carisma dentro de la Iglesia.

Los laicos encuentran su identidad y su misión en la Iglesia mediante la comunión y el servicio, como expresión de corresponsabilidad. Son Iglesia. Están en su misma entraña. Hacen Iglesia a través de su participación activa y comprometida en los consejos pastorales y de economía diocesanos y parroquiales, mediante el ministerio de la catequesis, en la prestación de servicios a las instituciones sociales y caritativas de la Iglesia, en la colaboración en coros musicales o en los distintos equipos parroquiales, en grupos de oración y de vida, en su participación en las escuelas de Teología y de sus distintas ramas para todo el pueblo de Dios, colaborando en la limpieza y en el ornato del templo y de las sedes eclesiales...

 

La comunión, base y expresión de la sinodalidad

 

La Comisión Teológica Internacional en el documento titulado “La sinodalidad en la vida y misión de la Iglesia(2-3-2018) nos ofrece cuatro pensamientos claves acerca de la comunión eclesial:

 

1.- La eclesiología del Pueblo de Dios destaca la común dignidad y misión de todos los bautizados en el ejercicio de la multiforme y ordenada riqueza de sus carismas, de su vocación, de sus ministerios.

2.- La fidelidad a la doctrina apostólica y la celebración de la Eucaristía bajo la guía del obispo, sucesor de los apóstoles, el ejercicio ordenado de los diversos ministerios y el primado de la comunión en el recíproco servicio para alabanza y gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo: estos son los rasgos distintivos de la verdadera Iglesia.

3.- Primaria y fundante, en la vida de la Iglesia, es la dimensión de la comunión que implica una ordenada práctica sinodal en varios niveles, con la valorización del sensus fidei fidelium (el sentido de la fe de los fieles) en intrínseca relación con el ministerio específico de los obispos y del Papa.

4.- La Iglesia participa, en Cristo Jesús y mediante el Espíritu Santo, en la vida de comunión de la Santísima Trinidad destinada a abrazar a toda la humanidad. En el don y en el compromiso de la comunión se encuentran la fuente, la forma y el objetivo de la sinodalidad en cuanto que expresa el específico modus vivendi et operandi (modo de vivir y de actuar) del Pueblo de Dios en la participación responsable y ordenada de todos sus miembros en el discernimiento y puesta en práctica de los caminos de su misión.

 

Parroquia y comunión eclesial

 

Con fecha 20 de junio de 2020, el Papa Francisco autorizó e hizo suya la publicación de una instrucción pastoral de la Congregación vaticana para el Clero, titulada “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”.  Recogemos algunas frases, ideas y pensamientos claves de la misma sobre la comunión eclesial:

La Iglesia, «fiel a su propia tradición y consciente a la vez de la universalidad de su misión, puede entrar en comunión con las diversas formas de cultura; comunión que enriquece al mismo tiempo a la propia Iglesia y a las diferentes culturas».

Los diferentes componentes en los que la parroquia se articula están llamados a la comunión y a la unidad.

El párroco y los demás presbíteros, en comunión con el obispo, son una referencia fundamental para la comunidad parroquial, por la tarea de pastores que les corresponde.

Los fieles laicos deben estar en plena comunión con la Iglesia católica, haber recibido la formación adecuada para la función que están llamados a realizar, así como tener una conducta personal y pastoral ejemplar, que les dé autoridad para llevar a cabo el servicio.

El sentido teológico del consejo pastoral se inscribe en la realidad constitutiva de la Iglesia, es decir, su ser “Cuerpo de Cristo”, que genera una “espiritualidad de comunión”.

La acción pastoral debe ir más allá de la mera delimitación territorial de la parroquia, para trasparentar más claramente la comunión eclesial a través de la sinergia entre ministerios y carismas e, igualmente, estructurarse como una “pastoral de conjunto” al servicio de la diócesis y su misión.

 

Texto del obispo diocesano

 

“Al contemplar el momento presente y vislumbrar el futuro con la mirada de la fe, considero que es una verdadera gracia de Dios el experimentar este momento de comunión y corresponsabilidad entre todos los miembros del Pueblo de Dios. Cada uno, desde su propio carisma, es llamado a colaborar activamente con los demás para renovar la esperanza de tantas personas heridas y para encontrar nuevas respuestas evangelizadoras, teniendo en cuenta la misión de toda la Iglesia.

La vivencia de la comunión, iluminada y alimentada por la espiritualidad de comunión, tiene que renovar en todos los bautizados “la capacidad para sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que nos pertenece, para saber compartir con él sus alegrías y sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad” (NMI 43), (Carta pastoral “Con gratitud y esperanza”, página 19).

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 24 de junio de 2022