Pacto social contra la pobreza

Miguel Torres

(Consiliario Diocesano de Apostolado Seglar)

 

La Iglesia española vuelve a lanzar su grito profético, esta vez con el documento «Iglesia, servidora de los pobres», aprobado en la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) donde afirman que: «la corrupción es una grave afrenta a nuestra sociedad, es una conducta éticamente reprobable y es un grave pecado».
 
En dicho documento denuncian los obispos “una economía sin rostro, unas ansias desmedidas por el dinero y una cultura del aquí y ahora”.Los obispos piden invitar a los empresarios a crear empleo, y lo mantengan y llegar a crear “un pacto social contra la pobreza”.
 
Los obispos piden a los responsables de los gobiernos nacional e internacionales que "pongan en marcha acciones de tipo fiscal, de distribución de los bienes, supervisión de las instituciones bancarias y humanización del trabajo" para lograr "erradicar las causas estructurales de la pobreza".
 
Tachan la corrupción de "pecado" y de "grave deformación del sistema político" y reclaman "atajarla" cuanto antes.
 
Quieren los obispos ofrecer desde la Doctrina Social de la Iglesia, una iluminación realista, pero a la vez esperanzada, sobre la situación social y política de España.
 
Afirman que los procesos de corrupción que se han hecho públicos, derivados de la codicia y la avaricia, provocan alarma social y despiertan gran preocupación. “Esas prácticas alteran el normal desarrollo de la actividad económica, impidiendo la competencia leal y el encarecimiento de los servicios. El enriquecimiento ilícito constituye una seria afrenta para los que sufren las estrecheces de la crisis.”.
 
Alertan también que por encima de la pobreza material, está otra más honda que es la espiritual. La indiferencia religiosa, el olvido de Dios, la ligereza con que se cuestiona su existencia...no dejan de tener influencia en el talante personal y en el comportamiento moral y social del individuo.”
 
Nos llaman a todos a la solidaridad.
 
Ojalá que este documento no caiga en el olvido, en el desuso, o en el total. Para ello, que sea conocido, discutido, comentado, predicado, rezado, pues es la única manera que la voz de la Iglesia siga siendo la voz de los que no tienen voz y la vez de los que no tienen vez.