Por Alfonso Olmos Embid
(Director de la Oficina de Información)
En este Año del Jubileo de la Esperanza, comenzamos la Cuaresma con la mirada puesta en Cristo, que nos llama a la conversión y a renovar nuestra fe. Este tiempo litúrgico es una invitación a la oración, al ayuno y a la caridad, caminos que nos acercan a Dios y a los hermanos.
La enfermedad del Papa Francisco nos recuerda la fragilidad humana, pero también la fortaleza que brota de la confianza en el Señor. Su ejemplo de entrega, incluso en la debilidad, es un testimonio vivo de esperanza para la Iglesia. En estos días, más que nunca, estamos llamados a orar por su salud y por su misión de guiar al Pueblo de Dios.
La Cuaresma nos desafía a abrir el corazón a la gracia de Dios y a caminar con esperanza hacia la Pascua. En un mundo lleno de incertidumbres, la Cruz de Cristo sigue siendo nuestra mayor certeza. Que este tiempo nos ayude a redescubrir la alegría del Evangelio y a ser testigos de la esperanza que no defrauda. Oremos con fe, confiando en que, a través del sacrificio y la conversión, Dios renueva nuestra vida y la de toda la Iglesia.