Lo que es la esperanza cristiana (1)

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

A propósito del tema central del Año Santo Jubilar 2025

 

 

 

 

 

La Real Academia Española (RAE) define, en su primera acepción, la palabra esperanza como el “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. Aplicando el concepto esperanza a la religión, la RAE define así la esperanza: “En el cristianismo, virtud teologal por la que se espera que Dios otorgue los bienes que ha prometido”.

Y como palabras sinónimas, cita las siguientes: “Confianza, ilusión, optimismo, promesa, fe, expectativa, perspectiva”.

 

En el Catecismo de la Iglesia Católica

La esperanza es abordada en el catecismo de la Iglesia Católica (CIC) de 1992 en su tercera parte (“La vida en Cristo”), capítulo primero (“La dignidad de la persona humana”), artículo 7 (“Las virtudes”), II (“Virtudes teologales”), números 1.817 a 1.821 (cada párrafo de los que a continuación se reproducen corresponde a cada uno de los números citados). Esto es la esperanza cristiana para el Catecismo:

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hebreos 10,23).  “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tito 3, 6-7).

La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.

La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cf Génesis 17, 4-8; 22, 1-18).

La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Romanos 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hebreos 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Tesalonicenses 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Romanos 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.

Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Romanos 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mateo 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mateo 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo (…): «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve, largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús, “Exclamaciones del alma a Dios”, 15, 3)

Por último, el Catecismo, en el resumen correspondiente, como es habitual en todos los temas que trata, afirma lo siguiente sobre la esperanza: ”Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla” (número 1.843).

 

Logo del Jubileo 2025

La esperanza la expresa el logo del Jubileo 2025, que representa cuatro figuras estilizadas que indican la humanidad proveniente desde los cuatro rincones de la tierra. Abrazadas entre ellas, indican la solidaridad y la fraternidad.

La primera figura está aferrada a la cruz. Es el signo no solo de la fe que abraza, sino también de la esperanza que nunca puede ser abandonada, porque necesitamos siempre de ella, sobre todo en los momentos de mayor necesidad.

Al respecto, la parte inferior de la cruz que se alarga transformándose en un ancla y que se impone sobre el movimiento de las olas.  Es el ancla de la esperanza, que, a su vez, es el nombre que en la jerga marina se da al ancla de reserva usada por las embarcaciones para hacer maniobras de emergencia que permitan estabilizar la barca durante las tormentas.

La cruz no es estática, sino dinámica y se curva hacia la humanidad, saliendo a su encuentro y no dejándola sola, ofreciendo la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza.

Se destaca, finalmente, con color verde el lema del jubileo 2025: “Peregrinantes in Spem” (“Peregrinos de esperanza”).

 

Decálogo de la esperanza

(1) La esperanza es la certeza de que saldremos adelante.  

(2) La esperanza es la confianza de que algo, de que Alguien, está siempre con nosotros, nos acompaña y nos guarda, aunque la vida nos exponga a tantas y tantas dificultades cotidianas, ordinarias y extraordinarias.

(3) La esperanza es la convicción de que, aunque no sepamos del todo el cómo y el cuándo, todo acaba bien. De que todo, para quienes creen en el Dios de Jesucristo, es para bien. De que, aunque sembremos con lágrimas, cosecharemos entre cantares. Y que precisamente esas lágrimas son las que riegan y fecundan la cosecha.

(4) La esperanza es tener fija mirada la mirada en el cielo y fijos los pies los pies en la tierra, en equilibrio y diálogo entre el cielo que nos aguarda y el compromiso con la tierra sin la cual no se llega al cielo. Porque el cielo solo se gana en la tierra. Porque "el cielo es nuestro hogar, pero debemos escalar para llegar a lo alto” (San Pier Giorgio Frassati).

 (5) Beato Juan Pablo I: "La esperanza es una virtud obligatoria para todo cristiano" que nace de la confianza en tres verdades: "Dios es todopoderoso, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas". Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende la confianza en mí; por lo tanto, no me siento ni solo, ni inútil, ni abandonado, sino involucrado en un destino de salvación, que un día llegará al Paraíso".

(6) San Juan Pablo II invitaba a redescubrir la virtud teologal de la esperanza, que, "por una parte, impulsa al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a toda su existencia y, por otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para su compromiso cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme al plan de Dios".

(7) Benedicto XVI dedicó en 2007 toda una encíclica, “Spe Salvi”, a la esperanza. Lo describe como una virtud performativa, capaz de "producir hechos y cambiar la vida".

(8)  Papa Francisco: “La esperanza, una virtud oculta, tenaz y paciente. La esperanza hace que uno entre desde la oscuridad de un futuro incierto hasta lograr caminar en la luz. La virtud de la esperanza es hermosa; nos da tanta fuerza para caminar en la vida".

(9) “Esta es la verdadera esperanza: saber que, incluso en la oscuridad de la prueba, el amor de Dios nos sostiene y hace madurar en nosotros el fruto de la vida eterna. (Papa León XIV).

(10) La esperanza es la seguridad de que “ni nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Romanos 8,37).

 


Color e iconografía clásica de la esperanza

El color de la esperanza es asociado al color verde porque simboliza el renacimiento, el crecimiento y la renovación que se observa en la naturaleza, especialmente en la primavera, cuando la vida surge después del invierno. Esta conexión con la naturaleza y el ciclo de la vida transmite sentimientos de optimismo y la fe en nuevos comienzos, convirtiéndolo en un símbolo de esperanza que calma la mente y alivia el estrés.

Por otro lado, en el arte clásico la iconografía la esperanza es representada por una imagen similar a la que acompaña este artículo. Se trata del grupo “Fe, Esperanza y Caridad”, en mármol de Carrara, firmado en la base por el escultor Felipe Moratilla Parreto (Madrid, 1827-Roma, 1908), obra artística esculpida en Roma en 1876 y que se conserva y muestra en Museo del Prado de Madrid.

La obra representa las tres virtudes teologales con sus símbolos: la Fe con los ojos vendados y en la mano un cáliz con una sagrada forma; la Esperanza, levantando su mirada y con una cruz-ancla símbolo de solidez, fidelidad y también de Cristo; y la Caridad, con un pomo en forma de corazón con una llama símbolo del amor, sobre un pedestal circular, sin decoración, diseñado para completar el conjunto.

Es de destacar que para un asunto religioso los precedentes en los que se inspira el autor pertenecen al mundo clásico tanto de la Antigüedad por la iconografía de Hécate triformis (tripe diosa griega).

 

Publicado en Nueva Alcarria el 19 de septiembre de 2025