Doce meses, doce libros

GRANITOS DE MOSTAZA

 

Álvaro Ruiz Langa

(Delegado diocesano de MCS)

 

 

Doce libros en el mes doce, el que cierra la rueda del año. Doce títulos como si fueran un fruto por mes del calendario que acaba. Doce meses como las doce puertas de Jerusalén, dando paso a otros tantos episodios o estancias del existir. Doce meses que podrían señalarse por la capitanía o patronazgo de los doce apóstoles, las doce palomas colocadas en torno a la cruz de Cristo. Dicen que el doce es la cifra favorita del simbolismo cristiano. Doce obras de contenido diverso para una infinitud de lecturas, para enésimos deleites. 

El Reino, de Emmanuel Carrére. Se le considera uno de los libros del año. El autor cuenta su periplo religioso en el cristianismo a la par que narra la historia de Pablo el Converso y Lucas el Evangelista. Dos historias entrecruzadas de dos tiempos distantes, ambas revestidas con episodios sorprendentes y reflexiones insólitas. A trechos cautiva, a trechos sorprende, a trechos tira de espaldas.

Judas, de Amos Oz. La novela de este reputado autor israelí, Premio Príncipe de Asturias 2007, relata las vicisitudes interiores de un joven judío del siglo XX, que investiga sobre la figura de Jesús para los judíos y la misteriosa personalidad de Judas Iscariote. También aquí hay un cruce de tiempos y de historias.  

Arquitectura barroca en el antiguo obispado de Sigüenza, de Juan Antonio Marco Martínez. Dos volúmenes monumentales que permiten calificar esta obra como señera dentro de la bibliografía diocesana en mucho tiempo. El primer tomo trata de los maestros de obras y el segundo recorre pueblos y parroquias reseñando los proyectos y las obras documentados. Mil páginas para leer rebuscando lo que interesa en cada momento. Y para consultar, por supuesto.

Reliquias y relicarios en la Catedral de Sigüenza, de Felipe-Gil Peces Rata. De canónigo organista a canónigo archivero. Felipe Peces regala otra piedra preciosa de las que halla en el océano de la catedral seguntina. Y además la engasta con primor en una edición esmerada, hasta el punto de que da gusto leer y releer sus páginas, algunos párrafos, las exquisitas precisiones.

Ignacio y la Compañía. Del castillo a la misión, de María Lara y Laura Lara. Historiadoras y profesoras universitarias, las hermanas Lara Martínez ofrecen una investigación que recorre la historia de la Compañía y acerca al lector nombres mayores el jesuitismo: Ignacio, Francisco Javier, Jorge Mario Bergoglio, además de un puñado de alcarreños. Premio Algaba para estudios biográficos e históricos.

Como bálsamo en la herida. La misericordia, de Ángel Moreno, de Buenafuente. Lectura idónea para el Jubileo de la Misericordia. Siguiendo sus cinco capítulos sirve para meditación de muchos días y como fundamento de numerosas contemplaciones.

Diarios 1939-1968, de Thomas Merton. En el centenario de su nacimiento se ha reeditado lo mejor de los escritos de este monje trapense, a quien se admira mundialmente; también como poeta. Por indicación de sus superiores, escribe sobre su vocación, sus dudas, sus crisis, su fe. Puede ser todo un descubrimiento.

Un matrimonio de cine, de R. Acosta, R. Bejarano y A. Crespo. Colección de materiales pastorales para parejas camino del altar y para matrimonios; hasta familias al completo. Sobre diez películas actuales se preparan otros tantos encuentros para reflexionar sobre la verdad del amor.

Dos poemarios de cercanía. Los autores viven en Buenafuente y en Guadalajara. Ángel García-Rayo Luengo ha publicado este año el poemario La palabra que arde, colección de treinta poemas variados con el denominador común de la inspiración religiosa y el verbo sencillo. Y de talleres italianos nos ha llegado una antología bilingüe de Juan Miguel Domínguez Prieto, que abarca de 1989 a 2014. Se titula Kaligrafía y gracia y reúne textos de poesía contemplativa, con vibración de plegaria, de esperanza, de adoración, mediante un escribir muy esencial, afinado y propio.

Dos novelas de vecindad. Así cabe pensar que las presentan sus autores. El Contrabajo es la primera novela de José González Horrillo. Quiere ser Una profunda y trepidante aventura de fe y música.  Promete misterio, intriga y tensión y se recomienda especialmente a cristianos y melómanos. Relato muy suyo. Y la segunda novela también es muy de su autor y como su autor. En Mi sargento de cocina Emilio Pinto se sirve del protagonista para narrar un torrente de sucesos, con personajes reales y ficticios, situados a lo largo del siglo XX en diversas geografías del mundo. Parece como si el libro quisiera desbordarse. En papel y en formato electrónico.