Los siete dolores de la Madre del Redentor

Meditación para la Semana Santa 2021 en tiempo de pandemia desde el corazón de María Santísima Dolorosa, siempre solidaria con el sufrimiento de sus hijos

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Los siete dolores de María son un conjunto de sucesos de la vida de la Virgen María, de gran acogida y devoción popular y que se encuentran frecuentemente recogidos en el arte. ​ Estos siete dolores no se deben confundir con los cinco misterios de dolor del Rosario.

 

Los siete dolores de María son escenas bíblicas del Nuevo Testamento (excepto, expresamente aunque no de modo implícito, el cuarto, sexto y séptimo). La piedad popular estableció el viernes previo al Domingo de Ramos como la fiesta propia de la Virgen de los Dolores, que, tras el Concilio Vaticano II pasó a celebrarse, de modo único litúrgicamente hablando, el 15 de septiembre, al día siguiente de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre): María, pues, al pie de la Cruz, junto a su Hijo crucificado.

 

Con todo,  se mantiene la tradición de evocar y celebrar también a la Virgen de los Dolores el viernes previo al Domingo de Ramos. De hecho, la quinta semana de Cuaresma es denominada  Semana de Pasión o Semana de Dolores. Además, el culto a la Virgen de los Dolores cuenta con novenarios o septenarios previos a la aludida fecha del viernes anterior a Ramos, así como también como preparación al 15 de septiembre.

Los siete Dolores de María se rezan enunciando cada uno de ellos, con su correspondiente referente bíblico, un silencio meditativo o breve predicación y rezó del Ave María y del Gloria. También pueden cantarse letrillas apropiadas a cada uno de estos dolores.

 

Origen del culto a los Dolores de María

La devoción a la Virgen Dolorosa empezó a arraigar en el pueblo cristiano, sobre todo, en la Orden de los Servitas o de los Siervos (fueron sus fundadores, en Florencia, el 15 de agosto de 1232), quienes se consagraron a la meditación de los 7 dolores de la Virgen María. De los siete fundadores de esta Orden, todos canonizados y con memoria litúrgica el 17 de febrero, es más conocido es el más conocido san Alejo Falconieri, quien vivió lo suficiente para ver expandida la orden. En el Aventino de Roma se halla la iglesia matriz de la Orden.

Después y tras las relevaciones a santa Brígida de Suecia (siglo XIV), que luego se comentan ampliamente, la devoción a la Virgen de los Dolores se extendió a toda la Iglesia por medio del Papa Pío VII en 1817, recibiendo, de este modo, un espaldarazo fundamental y que la ha hecho muy popular en toda la Iglesia.

 

Santa Brígida, la difusora de los Dolores de María

Y como queda indicado, hacia el año 1320, la Virgen María se manifestó a santa Brígida de Suecia. En esta ocasión, se veía su corazón herido por siete espadas. Estas heridas representaban los siete dolores de la Virgen vividos al lado de su Hijo Jesús.

Entonces la Virgen doliente dijo a santa Brígida que quienes hicieran oración recordando su dolor y pena, alcanzarían siete gracias especiales: paz en sus familias, confianza en el actuar de Dios, consuelo en las penas, defensa y protección ante el mal, así como los favores que a Ella pidan y no sean contrarios a la voluntad de Jesús. Y finalmente, el perdón de los pecados y la vida eterna  a quienes propaguen su devoción.

Santa Brígida quien reveló los 7 dolores de la Virgen María, nació en Finster, Upland (Suecia) en 1303.  Falleció en Roma (Italia) en 1373. Fue canonización por Bonifacio IX el 7 octubre 1391 y declarada compatrona de Europa por Juan Pablo II en 1999.

 Brígida Birgersdotter conocida como santa Brígida de Suecia fue una religiosa católica, mística, escritora y teóloga sueca. Fue declarada santa por la Iglesia católica en 1391; es considerada además la santa patrona de Suecia, una de los patronos de Europa y de las viudas. Fue también madre. Y una vez viuda, ingresó en la vida religiosa. Pertenecía a una familia aristocrática emparentada con el rey Magnus Ladulás. Por medio de sus padres y de su esposo alternó en los círculos políticos más influyentes de la Suecia medieval. Fue la fundadora de la Orden del Santísimo Salvador, vigente en la actualidad y popularmente conocidas como las Monjas de Santa Brígida.

Con ocasión del Jubileo de 1350 peregrinó a Roma, donde ya se afincó. Peregrinó también a Tierra Santa en 1371. Previamente y todavía acompañado por su esposo, peregrinó también a Santiago de Compostela, en el año 1342. Murió en Roma el 23 de julio de 1373, fecha en que se celebra su memoria litúrgica, actualmente, festividad.

 

Los tres primeros dolores de María en la infancia de Jesús

El primer dolor es ya en misma infancia primera de Jesús con la profecía de Simeón en la circuncisión de Cristo: “Simeón  tomó al Niño en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción -y a ti misma una espada te traspasará el alma- para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (Lucas 2, 28-35)​

La huida de la Sagrada Familia a Egipto, tras la matanza de los niños inocentes decretada por Herodes, celosos al saber del nacimiento de Jesús, es el segundo dolor de María: “Cuando ellos (los magos fueron a Belén a adorar al Niño Jesús) se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». (Mateo 2, 13-15)​

Y ya con Jesús con 12 años, llega, en la escena de la pérdida y el hallazgo del Niño en el templo de Jerusalén (quinto misterio gozoso del Rosario), el tercer dolor. Así lo relata el Evangelio de Lucas 2, 42-51:”Cuando (Jesús) cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.

 

Dolor cuarto en la Vía Dolorosa

El encuentro de María con Jesús en el Vía Crucis, escena no citada expresamente en los evangelios, pero no por ello inverosímil y sí lógico como a continuación se verá, es el quinto dolor.

La oración propia  o letrilla popular de este quinto dolor de María reza así: “Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor”.

 

En el Calvario, los tres dolores finales de María

“Y, cargando Él mismo Jesús) con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús... Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio8Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Evangelio de Juan 19, 17-30).

 

 Junto a Cristo crucificado, la Madre Dolorosa. San Pedro, Catedral de Sigüenza.

 

Este impresionante relato, la crucifixión y muerte de Jesús, es el quinto dolor de María Santísima. Y también se sitúan el sexto y el séptimo.

El sexto es el descendimiento del cuerpo muerto de Jesús de la cruz y su entrega, también muy verosímil y piadosa a María. Relata así la escena san Marcos, en su evangelio (15, 42-46): “Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea…; y se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro”.

 

 Descendimiento de Cristo de la cruz y entrega a María Dolorosa. Concatedral de Guadalajara.

 

Y ya, el séptimo dolor, la sepultura de Jesús: “Después de esto (la muerte de Jesús en la cruz), José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo... Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús” (Juan 19, 38-42).

 

 

 

Artículo publicado en el periódico Nueva Alcarria el 31 de marzo de 2021