¿Guerra?: ¿contra quién?, ¿en dónde y hacia dónde?

Jesús de las Heras Muela

(Sacerdote y periodista)

 

 

La humanidad entera vive sobrecogida e indignada la letal espiral del terrorismo yihadista. Tras los atentados de París, de la noche del viernes 13 de noviembre, la onda de terror se ha expandido, singularmente, a Bélgica, cuya capital, Bruselas, podría ser el epicentro operativo de los comandos terroristas, si bien, afortunadamente, no hay que lamentar, al menos por ahora, la pérdida de vidas humanas. 

Y como una siniestra hidra repleta de cabezas y tentáculos, el viernes 20, esta violencia ciega, homicida y blasfema asoló Mali, con la toma de rehenes de un hotel de Bamako, saldada con 21 personas inocentes asesinadas; y el martes 25, Túnez fue, de nuevo, herida con el atentado mortal contra doce militares de la guardia de seguridad presidencial.

¿Qué hacer contra todo ello?, ¿cómo reaccionar?, ¿qué caminos se ha de emprender para contrarrestar este terror, esta sangría y continua intimidación?, ¿cuáles debería ser, en suma, los caminos para la paz?

 

¿Dónde está el enemigo a batir?

El enunciado de los lugares en los que el terror yihadista  ha asesinado en las dos últimas semanas nos revela no solo su poder siniestro y sombrío, sino también la multiplicidad de sus presencias y lo difícil, en consecuencia, que es atajarlo. No estamos ante un enemigo localizado ni unificado. Es más: el enemigo lo tenemos en casa.

Por ello, y si nunca de por sí mismo el camino de la guerra es una solución, creo que ahora tampoco lo es.  No llamo a la inacción, ni a la pasividad. No pretendo ninguna maldita equidistancia o neutralidad.  No amparo no por asomo ni una sola de las coartadas de los miserables terroristas y de sus todavía más infames jefes. Ni mucho menos. No es que me instale con esta afirmación en el buenismo o en el pacifismo infantil o ingenuo o peor aún en el pacifismo táctico, ideologizado y hasta cómplice. Es que creo que seguir bombardeando Siria es un error, es bombardear a las piedras y a los alacranes. La guerra, además, es siempre añadir muerte, destrucción, dolor, desolación, resentimiento, venganza.

La historia, al menos, reciente de las últimas guerras no habla sino de fracaso, esterilidad, muerte, odio y enconamiento de los problemas. Pensemos si no en lo que pasó en Vietnam, Camboya, los Balcanes, Irak, Afganistán… Pensemos

 

La hipocresía no trae la paz

La comunidad internacional ha de esforzarse con paciencia y a la vez con firmeza por recorrer caminos no violentos como los del diálogo, la negociación, la diplomacia, la alianza, la inteligencia, el espionaje, descubrir, desenmascarar y cercenar sus fuentes de financiación y la denuncia del tráfico y comercio de armas. Sí, la denuncia de la denuncia del tráfico y de venta de armas porque, claro,  a alguien estará comprando el Estado Islámico las armas, porque alguien está haciendo negocio, y grande, con su horror y terror.

La paz tampoco se consigue esparciendo la sombra de la duda, por pequeña que sea,  sobre las creencias religiosas. La verdadera religiosidad se halla siempre en los antípodas de la violencia y del terrorismo. Y, en este caso concreto, la inmensa mayoría de los fieles musulmanes ni pueden ni de hecho comparten el horror y la blasfemia del yihadismo homicida y fundamentalista. Sí, esto mismo, aunque ya lo dicen, ha de decirlo todavía más alto y más claro los seguidores de esta religión.

El enemigo de la paz es el fundamentalismo, tanto el de matriz religiosa como el de matriz laicista. Ese fundamentalismo laicista que ha hecho que Occidente se olvide de su identidad y de sus valores, a mi juicio, una de las causas de este desastre.

 

El testimonio y la misericordia

La paz necesita testigos creíbles y cabales. Y ahí tenemos al Papa Francisco en el corazón de África, dando alegría, seguridad, esperanza y misericordia, precisamente en una tierra continuamente asolada por las guerras y que, sin embargo, quiere vivir y progresar. Camino inequívoco para la paz es, pues, sí, el testimonio y el de no dejamos aterrorizar, pues este es el primero de los objetivos de los terroristas y de los violentos.

La paz tiene también otra vía, que se llama misericordia. Tras los funestos sucesos de París, el padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa, reflexionó sobre cómo en medio de todo este convulso contexto, el Jubileo de la Misericordia es todavía más necesario. Recordó Lombardi que Juan Pablo II decía que el mensaje de la misericordia era la gran respuesta de Dios y de los creyentes en el tiempo oscuro y horrible de la segunda guerra mundial y su difusión de odio y masacres, obradas por los totalitarismos.

Ahora, cuando Francisco habla de una tercera guerra mundial a pedazos, es necesario el mensaje de la misericordia para hacernos capaces de reconciliación, de construir puentes,  de tener el coraje del amor, de servir y testimoniar la paz y la confianza recíproca, sin dejarnos aterrorizar y sin caer en la venganza, el odio o el pesimismo, y mostrando, en suma, el auténtico Rostro de la Misericordia.