El 17 de Abril, cuarto domingo de Pascua y del Buen Pastor (Jn. 10, 7-11), celebramos la Jornada de Oración por las Vocaciones y la Jornada misionera de Vocaciones Nativas, es decir, de las vocaciones al sacerdocio y a la vida Consagrada en tierra de misión.
Ambas celebraciones se complementan de forma armónica: Oración y ayuda a las vocaciones.
El Señor sigue llamando y dando abundantes vocaciones a su Iglesia. “La Iglesia misma, como dice el papa Francisco, es Madre de Vocaciones”. Aunque los seminarios y noviciados están vacíos en Europa y en nuestra diócesis, sin embargo, sobre todo en África y Asia, están a rebosar. ¿Esto por qué? Por pura gracia de Dios y, quizás, porque los niños y jóvenes de aquellos continentes no están tan materializados y son tierra buena para recibir la semilla de la vocación.
Pero, aunque hablemos hoy de Vocaciones Nativas, “Nadie es llamado exclusivamente para una región ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo” (Mensaje del Santo Padre).Por tanto, ayudando a las vocaciones de los países de misión, posiblemente estemos ayudando a formarse a nuestros futuros sacerdotes.
“Jesús te mira con pasión” es el lema de la Jornada de Vocaciones Nativas de 2016.
La mirada de Jesús debía ser impresionante. En el evangelio encontramos algunos ejemplos de aquella mirada que transcendía lo puramente humano. Así lo vemos en el caso del Joven rico, de Zaqueo, de la Samaritana, de la viuda pobre y generosa, o la mirada que le dirigió a la viuda de Naím, que estaba enterrando a su hijo único, y a Pedro tras su negación.
La mirada de Jesús tuvo que tener algo especial cuando eligió a sus discípulos o apóstoles. Fue una mirada de predilección, de confianza, de amor verdadero, de amistad…
Esto podemos contemplarlo muy especialmente en la elección de Mateo. A Mateo lo miraban sus conciudadanos como una mirada de reproche, como a un pecador público; pero, cuando Jesús le miró y le dijo: “Mateo, deja todo, ven y sígueme” (Mat. 19, 16-22), la mirada del Señor era diferente. Aquel hombre era mirado por Jesús con la mirada de pasión con la que mira siempre Dios a su hijos, es decir con una mirada del amor más verdadero.
A todos nos mira Jesús con esa mirada apasionada de amor. Pero de una manera especial a los que invita a dejarlo todo y a seguirle con una entrega generosa y de por vida a la predicación de su evangelio.
Ya hemos dicho que hoy Jesús sigue poniendo su mirada apasionada, de predilección y amor en muchos niños y jóvenes en los países de Misión (África, Asia…) que le siguen con generosidad.
Para que puedan llegar a la meta estos jóvenes necesitan de nosotros. Necesitan, lo subrayamos con el mayor énfasis, de nuestra oración y de nuestros generosos donativos, cuya mejor expresión sería el fundar una beca en su favor. Y también la de contribuir con estipendios de misas para ayudar a los formadores.
Sé generoso y Jesús te mirará con la misma mirada de predilección con que a ellos les mira.
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