Vía Lucis para recorrer la Pascua

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Catorce estaciones de la resurrección del Señor para fortalecer la fe y la vivencia del tiempo litúrgico de la Pascua, al igual que lo es el Vía Crucis en Cuaresma

 

 

 

 

Escribía hace cerca de cuatro décadas el gran José Luis Martín Descalzo: “Durante siglos, las generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones cristianas: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar -no (en lugar de), sino (además de)- acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?”. Así nació su Vía Lucis, quizás el primer Vía Lucis escrito formalmente.

El Vía Lucis (“Camino de la luz”) es el recorrido de los principales episodios bíblicos de la resurrección del Señor. Son sus apariciones a las mujeres, a los apóstoles y a los discípulos y los siguientes pasos que Jesús resucitado fue realizando hasta su Ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo.

 El Vía Lucis es, de este modo, el camino de la búsqueda, del encuentro y del testimonio. Es el camino del gozo, de la alegría y de la felicidad. Es camino de las llagas, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Es el camino de la luz, de la paz y de la misión. Es el certificado de la fe, la prueba de la esperanza y el camino de la caridad. Decir Vía Lucis es decir Jesucristo Resucitado, la clave de bóveda de nuestra fe, la realidad histórica más grande que los siglos han conocido, la verdad que mueve al mundo y lo transforma en vocación de Pascua y de eternidad.

 

Un canto a la vida en medio de signos de muerte

La Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó, bajo la expresa autorización del Papa Juan Pablo II, el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. En el número 153 habla del Vía Lucis. Estas son las principales ideas de su contenido:

Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cfr. Jn 14,26; 16,13-15; Lc 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia.

Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos, que, en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cfr. Col 1,13; Ef 5,8).

Durante siglos, el Vía Crucis ha mediado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección.

El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, "per crucem ad lucem" (“Por la cruz a la luz”). Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.

El Vía Lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la "cultura de la muerte", con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una "cultura de la vida", una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.

 

El Vía Lucis de José Luis Martín Descalzo

El gran y recordado José Luis Martín Descalzo (1930-1991) publicó en 1986, dentro del libro “Razones para la alegría”, el quizás primer Vía Lucis escrito y redactado como tal. Las catorce estaciones de este Vía Lucis reflejan los acontecimientos iniciales de la Pascua del Señor y su significado e interpelación.

Las primeras estaciones son la proclamación de la verdad de la resurrección y de sus implicaciones. La primera estación es: “Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera” (Mt 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: “Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte” (Mc 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: “Jesús, bajando a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección” (1 Pe 3,18).

Las siguientes tres estaciones son las estaciones de los personajes, de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es la estación mariana: “Jesús resucita por la fe en el alma de María” (Lc 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: “Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles” (Jn 20,11-18). La sexta es la estación de los discípulos de Emaús: “Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados” (Lc 24, 13-31).

La séptima, bajo el epígrafe “Jesús enseña a los suyos su carne herida y gloriosa” (Jn 20, 26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección. Es la estación de Santo Tomás, el que dudó. Es la estación de los que dudan. Esta estación, la séptima, es la estación de las llagas sanadas y sanadoras. Es la estación del cuerpo de Cristo, el mismo y distinto, glorificado, que complementa con la octava. La corporeidad, la materialidad de la resurrección, es, en efecto, el argumento de la octava estación: “Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán” (Lc 24,36-43).

El camino de la luz se hace camino también para vencer al miedo y para la confianza y la alegría: “Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo” (Jn 20,1931), “Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros” (Mt 28,16-20) y ”Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida” (Jn 20, 19-31) son los epígrafes de las estaciones nueve, diez y once.

Las tres últimas estaciones del Vía Lucis de Martín Descalzo son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia, la hora de la misión y de la evangelización: ”Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas” (Jn 21, 15-17), “Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar” (Mt 28.16-20) y “Jesús sube a los cielos para abrirnos camino” (Hch 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.     

 

Otras catorce estaciones

“¡Cristo vive!¡Ha resucitado!” (Mt 28,1-7) es la primera estación. En la segunda estación nos hallamos con María Magdalena, la primera en ver a Jesús resucitado: “Jesús se aparece a María Magdalena” (Jn 20,10-18). La aparición de Cristo a las otras mujeres constituye la tercera estación: “Jesús se aparece a las otras mujeres” (Mt 28, 8-10).

Siguiendo la literalidad y la cronología de los relatos de la resurrección, llegamos a la cuarta estación: “Los soldados custodian el sepulcro de Cristo” (Mt 28,11-15). Y al sepulcro, ya vacío, llegan Pedro y Juan, tal y como contemplamos en la estación quinta del Vía Lucis: “Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío” (Jn 20,3-10).

Jesús comienza a mostrarse resucitado a los apóstoles. Es, en primer lugar, la estación sexta: “Jesús en el cenáculo muestra sus llagas a los apóstoles” (Lc 24,36-43). Es el encuentro con los Emaús, presentado en la estación séptima, titulada “En el camino de Emaús” (Lc. 24,13-32).

Comienza la misión en la estación octava –“Jesús da a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados” (Jn 20,19-23). Una misión, que necesita robustecer la fe: “Jesús fortalece la fe de Tomás” (Jn 20,26-29) reza la estación novena. El lago grande Galilea es el símbolo del mundo y del ámbito de la misión. Es la décima estación del Vía Lucis: “Jesús resucitado en el lago de Tiberiades” (Jn 21, 1-6). La misión, para remar mar adentro, necesita del timonel y la brújula: “Jesús confirma a Pedro en el amor” (Jon 21, 15-19). Y la misión es ya la seña de identidad de todos los apóstoles, de todos los testigos de la resurrección. Es la duodécima estación, titulada “En su despedida, Jesús encarga a los apóstoles la misión de evangelizar” (Mt 28, 16-20).

Por fin, la Ascensión y Pentecostés confirman todo lo anterior, son la culminación y la prueba de la Pascua y el comienzo de la Iglesia. “Jesús asciende a los cielos” (Hch 1, 9-11) y “La venida en Pentecostés del Espíritu Santo” (Hch 2, 1-4) son los enunciados de las dos últimas estaciones, la decimotercera y la decimocuarta, respectivamente.

 

 

El Vía Lucis, óptimo medio para vivir la Pascua

En cualquier caso, el Vía Lucis es una nueva praxis de piedad que ha de ponerse en práctica y ha de desarrollarse. Es un medio óptimo para vivir la Pascua, para mantener su tensión y su gracia durante los cincuenta días de este tiempo santo.

Si al Vía Crucis acompaña la cruz durante su rezo itinerante, al Vía Lucis bien podría acompañarle el cirio pascual. Para rezar el Vía Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Vía Crucis: enunciado de la estación, presentación o monición que encuadra la escena, texto evangélico correspondiente, oración que pretende tener un tono de súplica, meditación y cántico final de alabanza.

 

Potenciar los signos de la Pascua

Necesitamos llenar de signos y de símbolos nuestra fe y su expresión litúrgica, pastoral y espiritual. El Vía Lucis ha de ser uno de ellos. Como el cirio pascual todos los días de la cincuentena pascual encendido.

Los domingos el rito penitencial debería ser, al menos algunos domingos, el de la aspersión con el agua bendita. Es preciso asimismo recuperar todos los días el Regina Caeli en sustitución del Ángelus, y, al menos, sábados y domingos, cantarlo al final de la eucaristía.

Las flores es otro signo a potenciar y a cuidad durante la Pascua. Nuestros templos, comunidades y hogares deben estar bien adornados y revestidos de flores y macetas. Fue en un jardín, el jardín, el huerto del Calvario, donde florecieron para siempre la vida y la esperanza con la resurrección del Señor

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 12 de abril de 2024

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