Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Con estas cuatro palabras, define don Julián Ruiz Martorell, obispo electo de Sigüenza-Guadalajara, sus sentimientos y actitudes ante su nuevo destino

 

 

 

 

Seguimos conociendo a nuestro próximo obispo, monseñor Julián Ruiz Martorell, quien tomará posesión de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara a partir de las 11 de horas del sábado 23 de diciembre, en la catedral de Sigüenza.

Y un mes antes de su llegada a nuestra diócesis (propiamente, llegará el viernes 22 de diciembre, con primeras paradas en Alcolea del Pinar, a las 17 horas, y en el santuario de la Virgen de la Salud, a las 18 horas), monseñor Ruiz Martorell se reunió, el 24 de noviembre, en Madrid, con nuestro obispo saliente, don Atilano Rodríguez Martínez, y con los once sacerdotes que integran el colegio de consultores, el organismo que, en otras misiones, ha de coordinar el relevo episcopal en las diócesis.

 

 

Conquense, aragonés y ahora de Sigüenza-Guadalajara

Nacido en Cuenca el 19 de enero de 1957, su abuelo paterno era natural de Reus (Tarragona) y de ahí su segundo apellido inequívocamente catalán. El séptimo de ocho hermanos (viven los 8), su padre murió muy prematuramente y con 14 años la familia se trasladó a vivir a Zaragoza, donde la madre trabajó de enfermera. Con 17 años, don Julián ingresó en el seminario metropolitano de Zaragoza, donde cursó los estudios eclesiásticos.

Fue ordenado sacerdote al servicio de la diócesis de Zaragoza el 24 de octubre de 1981. Tras dos años de párroco rural, de 1983 a 1988 cursó las licenciaturas de Teología Dogmática y Sagrada Escritura en Roma. Su ministerio sacerdotal posterior estuvo centrado, sobre todo, en la enseñanza de Teología y de la Biblia y también servicios de gobierno (sucesivamente, director del centro de estudios teológicos, canónigo del Pilar, rector del seminario y vicario general).

El 30 de diciembre de 2010 fue nombrado obispo de las diócesis de Jaca y de Huesca, unidas en la persona del obispo. Fue consagrado obispo el 5 de marzo de 2011. El pasado 31 de octubre fue nombrado obispo de Sigüenza-Guadalajara, diócesis de la que tomará posesión el sábado 23 de diciembre.

Por toda esta trayectoria vital (de sus casi 67 años de edad, 53 en Aragón), don Julián lleva a Aragón en el corazón y, como la informábamos la pasada semana, la columna de la Virgen del Pilar y la cruz de Santiago forman parte de su escudo episcopal. Así expresa él su vinculación con Aragón, que hasta se le mota en su acento indisimuladamente maño…: Llevo a Aragón muy dentro de mí. He conocido a personas ejemplares: obispos, sacerdotes, personas consagradas, seglares. Un ingente patrimonio humano, muy valioso. Personas de carácter noble y testigos del evangelio. De su ejemplo espero aprender y a su oración me encomiendo”.

Pero lo anterior no significa que olvide sus raíces conquenses. Incluso lleva, y hasta con sano y humilde orgullo y reto, el nombre del santo obispo patrono de Cuenca: san Julián (Burgos, 1128-Cuenca, 1208). Así ha declarado a quien firma estas líneas: “Soy muy devoto de san Julián y llevo a gala su nombre, no solo porque es el patrono de mi ciudad natal y fue obispo, sino porque supo irradiar y contagiar la santidad, como lo prueba el hecho de que su secretario también fuera santo: san Lesmes”.

 

Primeros sentimientos y actitudes

De sus declaraciones a distintos medios de comunicación, espigamos e hilvanamos, a continuación, esta segunda presentación, tras la realizada la semana pasada en esta misma página de Religión de NUEVA ALCARRIA, de nuestro ya inminente obispo.

“Mis primeras palabras son de profundo agradecimiento al Señor por el don de la vida y de la vocación. De gratitud al Papa Francisco y al Nuncio apostólico por su confianza. De acción de gracias a don Atilano por su entrega pastoral y su testimonio. De reconocimiento y valoración a quienes participan de la vida y misión de la Iglesia (sacerdotes, personas consagradas y seglares)”.

Y también afirma, en relación a los sentimientos con los se acerca a esta tierra y sus gentes, que lo hace “con admiración por su asombrosa historia, con la alegría de saber que es una tierra donde han brotado testimonios de vida ejemplar y con la esperanza de compartir la Buena Noticia como respuesta a las inquietudes más profundas que anidan en todos los corazones humanos”. También ha subrayado en conversaciones particulares que aceptó el nombramiento y lo está viviendo con “gran ilusión”. Es más, ha recordado que, cuando en la tarde-noche del 9 de octubre, tuvo ya la primera propuesta y comunicación de esta designación papal, que aquella noche durmió en paz y “con una sonrisa en los labios”.

 

Una diócesis para él, hasta ahora, apenas conocida

Confiesa, igualmente, don Julián que nunca ha estado todavía en Sigüenza ni en su catedral, si bien, en las últimas semanas, las ha conocido a través de algunos vídeos sobre ellas. Y hasta, al respecto, añade, con humildad, humor y simpatía, “espero que me perdonen…”.

Y continúa: “Mis visitas a Guadalajara han sido muy breves. En tren y en coche, de camino hacia Madrid, he pasado muchas veces, pero estoy deseando llegar a una relación real y fraterna. Hace algunos años visité Buenafuente del Sistal con un grupo de amigos. Quedé gratamente impresionado. También he pasado con mis hermanos por Molina de Aragón”.

Un conocimiento de nuestra diócesis que ahora está siendo tarea y ocupación: “El conocimiento va siendo creciente, pero todavía tengo mucho que aprender. Soy consciente de que hay una apasionante historia que se refleja en el patrimonio histórico, artístico, monumental y documental. Y unos creyentes, testigos del Evangelio, con los que caminaré como pastor dentro de pocos días, si Dios quiere”.  Más aún asegura ahora está “leyendo los materiales que me han proporcionado sobre el Sínodo Diocesano”.

Además, señala las cuatro fuentes de su información, hasta el momento, de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara: “Los compañeros (cinco, entre 1983 y 188) con los que coincidí en Roma durante mi época de estudios; el contacto en la Conferencia Episcopal Española (CEE) con los obispos José Sánchez González y  Atilano Rodríguez Martínez; la relación con otros sacerdotes de esta diócesis que trabajan o han trabajado en la CEE; y el generoso servicio que ha prestado don Ángel Moreno Sancho a los sacerdotes de las diócesis de Huesca y Jaca a través de retiros, charlas y ejercicios espirituales”.

Finalmente, ha subrayado y subraya que desde que supo de su nombramiento reza cada día ferviente y crecientemente por nuestra diócesis. Y es que, añade, le “alegra mucho cumplir la voluntad de Dios y aceptar la decisión del Papa”.

 

Sínodo universal y Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

“El Sínodo sobre la sinodalidad (el llamado sínodo universal) nos compromete a crecer en una comunión más efectiva, en una participación más fraterna y en una misión más corresponsable. No es una cuestión superficial, epidérmica, sino constitutiva en el modo de ser, vivir y actuar. La evangelización, la celebración de la fe y el testimonio de la caridad expresan la vitalidad de la común vocación bautismal de los cristianos”.

El Sínodo diocesano en Sigüenza-Guadalajara ha alcanzado un alto grado de madurez. La pandemia también ha dejado sentir sus consecuencias, pero ahora se acerca el momento de la síntesis y de las respuestas operativas a los retos actuales. Según tengo entendido, la dinámica sinodal es bien conocida en la nueva diócesis.

 

La escasez vocacional

Preguntado acerca de si le quita el sueño la escasez vocacional en Sigüenza-Guadalajara, como también sucede su anterior destino episcopal en Jaca y en Huesca, responde don Julián: “Gracias a Dios, duermo bien, porque caigo rendido cada noche. Pero me preocupa profundamente la escasez vocacional. En el contexto en que vivimos, cada vocación es un auténtico milagro. No obstante, la oración por las vocaciones sigue dando su fruto. Nunca en la historia de la Iglesia ha habido tantas vocaciones, pero surgen en Asia, África, Latinoamérica y otras latitudes”.

Recuerda, asimismo, que “el Señor sigue llamando y hemos de continuar rezando para que broten respuestas afirmativas a la convocatoria de Jesús para el sacerdocio, la vida consagrada, la vida misionera y el matrimonio. Y si nos centramos en las vocaciones sacerdotales, hay que trabajar con intensidad para que los candidatos crezcan en plenitud en las cuatro dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral”.

 

Ocupaciones, preocupaciones y estímulos

En los últimos casi trece años de su vida, don Julián ha sido obispo de dos diócesis unidas en la persona del obispo, pero dos diócesis con sus catedrales, curias y demás organismos. Ahora es una única diócesis, pero más extensa (nuestra diócesis tiene 12.190 kilómetros cuadrados, la de Jaca, 5.896 y la Huesca, 4.728) y mucho más poblada (la diócesis de Sigüenza-Guadalajara se sitúa en los 270.000 habitantes y en las diócesis de Jaca y Huesca, juntas, en los 135.000).

Por ello, la pregunta versa ahora sobre como se organiza la vida. Así contesta: “Vivo en la carretera, con continuos desplazamientos. Y, durante estos casi trece años, he visto muchos progresos en las carreteras y espectaculares amaneceres y atardeceres en el espléndido paisaje del alto Aragón. El libro de la Creación es magnífico. Las homilías y las cartas las redacto en casa, porque conduzco el automóvil. Pero las ideas también brotan y maduran conduciendo”. 

Y cuestionando acerca de lo que más le preocupa de su nuevo destino y qué es lo que más le estimula”, don Julián responde: “Lo que más me preocupa es poder estar a la altura del ministerio que se me confía. El Papa Francisco plantea con claridad un exigente y gozoso estilo de vida que brota directamente del evangelio. Lo que más me estimula es que en Sigüenza-Guadalajara hay excelentes personas y que don Atilano Rodríguez Martínez va a vivir entre nosotros”.

 

 

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 1 diciembre de 2023

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Cristo de San Ginés de barba luenga
y aun más larga sobre hombro cabellera
acoge esta efigie, y ama entre madera
que rédito en fe y paz siempre devenga.



De lo alto del altar su gesto arenga
al perdón y humildad, de tal manera
que su sumisa vista aún quisiera
inclinarse ante el Padre hasta que venga.



La túnica corinto aún quisiera,
igual que Él la recoge con su mano
izquierda, que a todo hombre recogiera



y aun bendice en la diestra en tal manera
que sembla -por humilde- más cristiano
y acepto me bendiga esa su mano.

Por Eduardo Marques Almeida

(Conferencia Santa Margarida Maria, Rio de Janeiro)

 

 

 

Nuestro legado

 

Hace muchos años que vengo intentando estudiar el tema de liderazgo en las instituciones adonde he pasado, sea como profesional, sea como miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl.  Con la edad avanzando, confieso que este tema viene siendo más frecuente en mis reflexiones. Definitivamente, tener buenos líderes es la más grande necesidad de nuestros tiempos; por cierto, como siempre ha sido en la historia de la humanidad, y, en particular, de la salvación.

Todos nosotros somos llamados a ser líderes en el contexto de nuestras familias, de nuestras conferencias y consejos vicentinos, en nuestro trabajo, en nuestras pastorales.  Somos, en particular, invitados a escribir todos los días una página de nuestro “libro de la vida”, como nuestro legado en el mundo: el libro que un día vamos a entregar a Dios, cuando Lo encontremos   cara-a-cara, en el momento de nuestra partida de este mundo.

¿Qué legado, que recuerdo, queremos dejar en el mundo, para nuestros hijos, nuestros consocios vicentinos, nuestros amigos?  Cuenta el dicho que, si pudiéramos definir lo que alguien pudiera decir de cada uno de nosotros en nuestro funeral, ¿que nos gustaría que dijera?

Hay líderes sobre los cuales no es necesario decir nada, solo en hablar su nombre, ya se siente una emoción por haber compartido de su presencia.  San Juan Pablo II es este caso.  Hay otros que nos sorprenden con la capacidad de dar ánimo.  San Juan XXIII podría encuadrarse en esta situación: un papado que prometía ser de transición, tibio, fue transformado en el más grande momento de renovación de la Iglesia de muchos ciclos, con el Concilio Vaticano II.  Hay líderes que son mal comprendidos en su sabiduría, pero dejan un legado de coraje, innovación y reflexión para muchos años después de su vida.  Así se podría recordar al grande Benito XVI, tal vez, el más importante intelectual del siglo

Como miembros de nuestras conferencias y consejos, entiendo que debemos buscar en el alma, adonde reside el Espíritu Santo, la inspiración para el texto de nuestro “libro de la vida”.  Aunque siempre seremos “humildes siervos de la viña del Señor”, Dios nos llama a tener actitudes heroicas, a ser sal de la tierra y luz del mundo, a ser más grandes que nosotros mismos.  Al final, Dios “capacita a los escogidos y no escoge los capacitados”. 

En tiempos de tinieblas del mundo actual, hay que salir de nosotros mismos, de nuestro pequeño mundo, de nuestra sensación de poder y gloria, para ser un líder transformador de corazones.  En el encuentro con el otro, ser una semilla de amor y de esperanza, además de la fe.  Nuestra Sociedad de San Vicente de Paúl, es, por cierto, una oportunidad (un Kairós) para poner en práctica las enseñanzas sobre la “cultura del encuentro” y la “Iglesia en salida” del Papa Francisco.

Como líderes vicentinos, sea en nuestras conferencias, sea en el ambiente internacional, tenemos que preguntarnos que hemos dejado en el “encuentro cara-a-cara” tanto con el Pobre, cuanto con el joven vicentino que nos mira (o nos debería mirar) como ejemplo.  Me acuerdo la primera vez que me encontré con San Juan Pablo II: el Santo Padre me miró con sus ojos azules, no a mi rostro, sino en mi alma, como si yo fuera único en medio de la multitud.  Fueran dos segundos que nunca me voy a olvidar.  ¿Qué “recuerdo de mirada” queremos que mi prójimo vicentino lleve de mí?  Esta es una pregunta que nos deberíamos hacer todos los días.

Como líderes vicentinos, sea en nuestras conferencias, sea en el ambiente internacional, tenemos que reflexionar sobre nuestra “salida” hacia el otro: ¿con que intención me encuentro con su alma?  ¿qué semilla he plantado en su corazón?  ¿qué voy a contar sobre esta salida al Señor, cuando Le encuentre cara-a-cara?

En tiempos de superficialidad, y, pasados unos meses de la Asamblea General Internacional de la SSVP, es nuestro deber ir a lo más profundo de nosotros mismos, en nuestra alma, y buscar el Espíritu Santo que ahí reside.  Al tomar conocimiento del Espíritu Santo (conocimiento, en el sentido de sintonía de amor, como indica el Evangelio de San Juan), reflexionemos un momento sobre qué llevaremos desde Roma a los corazones de nuestros Pobres, de nuestros consocios y de nuestros hijos.

En 2010, una señora vendedora de frutas en una calle de Haití me ha dado una clase de desarrollo personal y social, cuando un camión pasó por encima de su canasta y le destrozó todo el “capital de trabajo” de su venta.  Me dijo: “no se preocupe, señor, porque mañana yo empiezo nuevamente”. 

¡Que Dios nos anime a empezar de nuevo y de nuevo, a cada día, para encontrar a nuestro próximo y, una vez encontrándolo, podamos transformar su corazón y el nuestro, en nuevos siervos de su viña!.

 

Our legacy

 

For many years, I have been trying to study the issue of leadership at the institutions where I have worked, as a professional, as well as a member of the Society of Saint Vincent de Paul.  With the advancing of my age, this subject has been more present in my reflections.  Definitely, having good leaders is the most important challenge of our times; by the way, as it has always been in human history and, particularly, in the history of salvation.

All of us are called to be leaders in the context of our families, our Vincentian conferences and councils, our work and our pastoral missions.  We are, particularly, invited to write every day a page of the “book of our life”, as our legacy to the world: the book, which we will give to God, when we will find Him face to face, at the moment of our departure from this world.

Which legacy, which remembering, do we want to leave to the world, to our children, our Vincentian fellows, our friends?  As a saying states, if we could define what someone could say about us at our funeral celebration, what would we like to be said?

There are leaders, about whom we don´t need to say anything: we only mention his or her name and a strong emotion comes to us, for having shared his or her presence.  Saint John Paul II is a case.  There are others, who surprise us with the capacity of changing the world.  Saint John XXIII could represent this situation: a papacy, which was supposed to be a transition, warm, has been transformed into a moment of the largest renovation of the Church in many centuries, with the Second Vatican Council.  There are leaders, who are misunderstood in their wisdom, but leave a legacy of courage, innovation and reflection, which perdures many years after their lives.  I think the great Pope Benedict XVI, could be included in this group: he has perhaps been the most important intellectual person of our century.

As members of our Conferences and Councils, I understand that we should search deep in our souls, where the Holy Spirit resides, the inspiration for the text of the “book of our life”.  Despite we will always be the “humble servants of the Lord´s vineyard”, God calls us to act heroically, to be salt of the earth and light of the world, to be larger than ourselves.  At the end, the Lord “doesn´t choose the qualified, but qualifies the called”.

In the dark times of our contemporary world, we need to get out of ourselves, of our small world, of our sensation of power and glory, to be a leader who really changes hearts.  In our encounter with our neighbor, we shall be a seed of love and hope, beyond the faith.  Our Society of Saint Vincent de Paul is, surely an opportunity (a Kairos) to put in practice the teachings about the “Culture of the Encounter” and the “outward looking Church” of Pope Francis.

As Vincentian leaders, either in our Conferences, or at the international arena, we should ask ourselves what we will bring in our face to face encounter both with the Poor, and with the young Vincentian who searches (or, should search) in us the example for his or her life.  I remember the first time I met Saint John Paul II: the Holy Father looked with his blue eyes, not to my face, but to my soul, as if I was a unique person in the middle of the multitude.  It has been two seconds, which I will never forget.  Which “remembering look” do we want our Vincentian neighbor to have of me?  This is a question we should all make every day.

As Vincentian leaders, either in our Conferences, or at the international arena, we should reflect on our “outward looking” towards our neighbor: with which intention, I encounter with his/her soul? Which seed have I planted in his/her heart? What am I going to tell the Lord about this outward looking, when I encounter Him face to face?

In times of superficiality, and, after some time away from the International General Assembly of the SSVP, it is our duty to go to the deepest of ourselves, in our souls and search for the Holy Spirit, who resides there.  And, after getting to know the Holy Spirit (with a tuning of love, as the Gospel of Saint John asks us), we should reflect on what will we take from Rome to the hearts of the Poor we serve, of our Vincentian fellows and of our children.

In 2010, a poor lady, who was selling fruits on the streets of Haiti, gave me a full class of personal and social development, when a truck passed over her basket and destroyed all the “working capital” of her sales.  She said: “don´t worry, my friend, because tomorrow, I will start again”.

May the Lord animate us to start again and again, every day, to encounter our neighbors, and, once, finding them, transform their hearts and ours, becoming new servers of His vineyard.

 

Nosso legado

 

Faz muitos anos, venho tentando estudar o tema da liderança nas instituições onde tenho passado, seja como profissional, seja como membro da Sociedade de São Vicente de Paulo.  Com a idade avançando, confesso que este tema vem sendo mais frequente em minhas reflexões.  Definitivamente, possuir bons líderes é o maior desafio de nossos tempos; aliás, como sempre tem sido na história da humanidade, e, em particular, na história da salvação.

Todos nós somos chamados a ser líderes no contexto de nossas famílias, de nossas conferências, de nossos conselhos vicentinos, em nosso trabalho e em nossas pastorais.  Somos, em particular, convidados a escrever todos os dias uma página de nosso “livro da vida”, como nosso legado no mundo: um livro que um dia vamos entregar a Deus, quando O encontrarmos face a face, no momento de nossa passagem deste mundo.

Que legado, que recordação, queremos deixar no mundo, para nossos filhos, nossos confrades e consocias, e para nossos amigos?  Conta o ditado que, se pudéssemos definir o que alguém diria de nós no momento de nosso funeral, o que gostaríamos que dissesse?

Há líderes sobre os quais, não é necessário dizer nada: só em falar seu nome, já se sente uma emoção por ter compartilhado da sua presença.  São João Paulo II personifica este caso.  Há outros que nos surpreendem com a capacidade de dar ânimo: São João XXIII poderia se enquadrar neste grupo.  Um papado que prometia ser de transição, morno, foi transformado no momento de maior renovação da Igreja em muitos séculos, com o Concílio Vaticano II.  Há líderes que são mal compreendidos em sua sabedoria, mas deixam um legado de coragem, inovação e reflexão por muitos anos depois de sua vida.  Aqui, poderíamos recordar do grande Bento XVI, talvez o intelectual mais brilhante do nosso século.

Como membros de nossas conferências e conselhos, entendo que devemos buscar na alma, onde reside o Espírito Santo, a inspiração para o texto de nosso “livro da vida”.  Apesar de sempre sermos “humildes servos da vinha do Senhor”, Deus nos chama a ter atitudes heroicas, a ser sal da terra e luz do mundo, a ser maiores do que nós mesmos.  No final, Deus “capacita os escolhidos e não escolhe os capacitados”.

Em tempos de escuridão no mundo atual, temos que sair de nós mesmos, de nosso pequeno mundo, de nossa sensação de poder e glória, para ser um líder transformador de corações.  E, no encontro com o outro, ser uma semente de amor e de esperança, além da fé.  Nossa Sociedade de São Vicente de Paulo, é, seguramente, uma oportunidade (um kairós) para colocar em prática os ensinamentos sobre a “cultura do encontro” e a “Igreja em saída” do Papa Francisco.

Como líderes vicentinos, seja em nossas conferências, seja no ambiente internacional, temos que nos perguntar que deixamos em nosso encontro face a face, tanto com o Pobre, quanto com o jovem vicentino que nos olha (ou nos deveria olhar) como exemplo.  Eu me lembro da primeira vez em que me encontrei com São João Paulo II: o Santo Padre olhou com seus olhos azuis, não no meu rosto, mas em minha alma, como se eu fosse o único, no meio da multidão.  Foram dois segundos que nunca vou esquecer.  Que “lembrança de olhar” queremos que o meu próximo vicentino leve de mim?  Esta é uma pergunta que nos deveríamos fazer todos os dias.

Como líderes vicentinos, seja em nossas conferências, seja no âmbito internacional, temos que refletir sobre nossa “saída” em direção ao outro: com que intenção me encontro com a sua alma?  Que semente plantei no seu coração?  O que vou contar sobre esta saída, ao Senhor, quando O encontrar face a face?

Em tempos de superficialidade, e, passado um tempo da Assembleia Geral Internacional da SSVP, é nosso dever ia ao mais profundo de nós mesmos, em nossa alma, e buscar o Espírito Santo que aí reside.  Ao tomar conhecimento do Espírito Santo (conhecimento, no sentido da sintonia de amor, como indica o Evangelho de São João), reflitamos um momento sobre que levaremos de Roma aos corações de nossos Pobres, de nossos confrades e consocias, de nossos filhos.


Em 2010, uma senhora vendedora de frutas em uma rua do Haiti me deu uma aula de desenvolvimento pessoal e social, quanto um caminhão passou por cima de sua cesta e destruiu todo o “capital de giro” de sua venda.  Me disse: “não se preocupe, senhor, porque amanhã, eu começo novamente”.

Que Deus nos anime a começar de novo e de novo, a cada dia, para “buscar a quem transformar e transformar a quem encontrar” no caminho que Deus pede que caminhemos!

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Tomará posesión el sábado 23 de diciembre a las 11 horas en la Catedral de Sigüenza y en la tarde previa llegará a la diócesis por Alcolea del Pinar y Barbatona

 

 

 

 

Tras cerca de trece años entre nosotros (concretamente desde el 2 de abril de 2011), don Atilano Rodríguez Martínez, asturiano de 77 años recién cumplidos, pasa ya a la condición de obispo emérito y cederá el testigo de obispo de Sigüenza-Guadalajara, el sábado 23 de diciembre, a don Julián Ruiz Martorell.

Ya están perfiladas las despedidas a don Atilano. La catedral de Sigüenza, en la capilla de San Pedro, acogerá la primera, de índole más sacerdotal, el sábado 16 de diciembre, a las 12 horas, seguida de un almuerzo fraterno. En Guadalajara, a las 19 horas del domingo 17 de diciembre, la concatedral acogerá la segunda, de características más institucionales.

Don Julián llegará a la diócesis a las 17 horas del viernes 22 de diciembre. Alcolea del Pinar será su primer destino, y después lo hará en el santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona. Su misa de toma de posesión será en la catedral seguntina a las 11 horas del sábado 23 de diciembre. Su primera misa en Guadalajara será el martes 26 de diciembre a las 18 horas, en la concatedral. Previamente, desde el mediodía, el nuevo obispo mantendrá, en el seminario menor y colegio diocesano de Guadalajara, un encuentro navideño con el presbiterio diocesano.

Pero, ¿quién y cómo es don Julián Ruiz Martorell? Ofrecemos hoy una primera entrega acerca de su biografía, escudo y lema episcopales y algunas primeras declaraciones suyas.

 

Semblanza biográfica

Monseñor Julián Ruiz Martorell nació el 19 de enero de 1957 en Cuenca.  Fallecido con 42 años su padre, su madre, con los ocho hijos de este matrimonio, se trasladó a Zaragoza, donde logró una plaza de enfermera. En el Seminario de Zaragoza realizó sus estudios eclesiásticos.

Fue ordenado sacerdote en Zaragoza el 24 de octubre de 1981. Obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana y la licenciatura en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico.

Además de español, habla italiano, inglés y francés. Conoce bien latín, griego, hebreo y arameo. Lee alemán.

Desempeñó un muy amplio ministerio sacerdotal, centrado, sobre todo, en la enseñanza de la Teología y de la Biblia, amén de funciones de gobierno. Estos fueron sus servicios sacerdotales: párroco rural de 1981 a 1093; miembro de la parroquia de Santa Rafaela María de Porras (1988-1993); director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Nuestra Señora del Pilar (1991-1995); capellán de la comunidad religiosa del Colegio Teresiano del Pilar (1994-2010); catedrático de Sagrada Escritura en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (1998-2005); director del Centro Zaragoza del Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Agustín (1999-2005); delegado de Culto y Pastoral de la Basílica del Pilar, de Zaragoza (2007-2010) y vicario general de la archidiócesis (2009-2010).

Fue nombrado obispo de las diócesis de Huesca y Jaca, unidas in persona Episcopi, el 30 de diciembre de 2010, recibiendo la consagración episcopal el 5 de marzo de 2011, tomando posesión de la diócesis de Huesca, y al día siguiente, 6 de marzo, tomó posesión de la diócesis de Jaca. El 31 de octubre de 2023 fue nombrado obispo de Sigüenza-Guadalajara.

En la Conferencia Episcopal Española (CEE), desde 2020 es miembro de la Comisión Episcopal para la Evangelización, la Catequesis y el Catecumenado. Con anterioridad, de 2011 a 2020 perteneció a la Subcomisión Episcopal de Catequesis, y de 2017 a 2020, también a la Comisión Episcopal de Liturgia.

 

Escudo heráldico

Aparece en la zona inferior la Sagrada Escritura, de donde surge toda la vida cristiana. Rezamos con el salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Salmo 119[118],105). “La palabra de Dios es viva y eficaz” (Carta a los Hebreos 4,12). La palabra no vuelve a Dios vacía: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo” (Isaías 55,10-11). Pedro dice a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,68).

En la parte superior hay dos secciones, la de la izquierda, con la representación de la Eucaristía, que es “fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia” (XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 2005). El Papa Benedicto XVI comienza la exhortación apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis” con estas palabras: “Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquel que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf. Juan 15,13)” (nº 1).

La sección de la derecha representa el Pilar, la columna de la fe, expresión de la devoción a la Madre del Señor. Escribe Benedicto XVI en el nº 49 de la encíclica “Spe salvi” (2007): “La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo…”.

Detrás aparece el báculo, signo del ministerio pastoral, cayado, punto de apoyo. “Tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23 [22],4).

Abajo del escudo, en semicírculo, aparece la leyenda latina “Ut vitam habeant” (“Para que tengan vida”), frase del evangelio de san Juan (capítulo 10, versículo 10), que es el lema episcopal de monseñor Julián Ruiz.

 

Lema episcopal

Es un texto (“Ut vitam habeant”, en latín; en español, “Para que tengan vida”) que forma parte de una frase más extensa en la que Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Juan 10,10).  Mi deseo es que sea Jesús quien hable y ponerme diligentemente a la escucha de su palabra.
El tema de la vida recorre todas las páginas de la Sagrada Escritura.

En el libro del Génesis aparece “el árbol de la vida en mitad del jardín” (Génesis 2,9). En el Apocalipsis volvemos a encontrarlo: “Y si alguien quita algo de las palabras de este libro profético, Dios quitará su parte del árbol de la vida” (Apocalipsis 22,19). También se dice: “Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22,17).

En el Deuteronomio encontramos una alternativa: “Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30,15) y una exhortación: “Elige la vida” (Deuteronomio 30,19). En el libro de la Sabiduría se afirma que es Señor es “amigo de la vida” (Sabiduría 11,26).

En el mismo evangelio según san Juan, Jesús usa la expresión con frecuencia: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6,35), “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11,25), “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Juan 14,6).

La primera conclusión del cuarto evangelio resume: “Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20,30-31).

Juan Pablo II concluía su encíclica “Evangelium vitae” (1995) diciendo en su oración a la Santísima Virgen: “Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida” (EV 105).

 

Primeras declaraciones de nuestro próximo obispo

Acerca del sínodo en que vive nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, nuestro próximo obispo se ha expresado en estos términos: “A través del Sínodo Diocesano, la Iglesia que peregrina en Sigüenza-Guadalajara vibra en sintonía de corazones, reconoce los frutos de su pasado, construye vínculos de compromiso evangelizador para mejorar el presente y anhela caminar hacia el futuro con renovada actitud de esperanza. Me siento muy gozoso de poder seguir acompañando, alentando y promoviendo los trabajos sinodales”.

Y en relación con el camino sinodal en que se halla inmersa toda la Iglesia universal, don Julián afirma lo siguiente: “Es un momento apasionante. Un servidor ha vivido tanto en Huesca como en Jaca la dimensión sinodal, que es una invitación que es una invitación que nos ha hecho el Papa Francisco para caminar juntos, para escuchar al Espíritu y para realizar una tarea de discernimiento que no acaba, porque toca una segunda sesión de este Sínodo de la Sinodalidad en octubre de 2024. La meta es que descubramos esa sintonía de corazones que nos abre a oír la voluntad de Dios, a escucharnos unos a otros en actitud de diálogo y de escucha y de apertura al Espíritu Santo”.

Y a la pregunta sobre qué le gustaría hacer realidad en Sigüenza-Guadalajara, esta es su respuesta general: “Tengo que estar receptivo y me situaré en actitud de escucha para a las personas y sus inquietudes. Ahora me tocará vivir en la carretera, asistir y participar en las celebraciones en los pueblos… No quiero llevar un programa propio, porque el programa es Jesucristo. Deseo que, desde Jesucristo y en Jesucristo, todos tengamos vida. El Papa Francisco en la exhortación apostólica postsinodal “Christus vivit” (“Cristo vive”, de 2018) nos dice que Cristo vive y nos quiere vivos. Queremos ser testigos, discípulos misioneros y recibir la vida que nos concede el Señor para difundir este impulso que nos abre a una esperanza nueva”.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 24 de noviembre de 2023

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

Atmósfera que envuelves de mañana,

suave, luminosa, cálida,

al alba cada día de temprano,

señal de tu presencia creadora

 

Miro fuera por verte entre los árboles

Quizá estés más allá del sol de plano.

El viento me deja tu caricia

y aun sin verte siéntote a mi lado

 

Mas, de pronto me dices que estás dentro,

que no mire a los lados, que no indague.

Y descubro en mis pisadas que acompasas

tu paso con el mío en el camino.

 

Si la luz del alba te refleja,

y al mediodía remeces la jornada,

Prolonga en mi sombra tu presencia

y sienta al ocaso la brisa atardecida.

 

Si estás en todo, no hay nostalgia.

Si por doquier caminas, no hay vacío.

Déjame sentirte, pues me habitas.

Déjame sumergirme, en tus abrazos.

 

                          Ángel Moreno, Solíus, 16 de noviembre de 2023

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