EPIFANÍA DEL SEÑOR
Los regalos de los Santos Reyes
Al permanecer en oración ante la imagen del Niño de Belén, en medio del silencio, contemplé las ofrendas que los Magos hicieron al Mesías: “Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2, 10-11). Es clásica la interpretación de los dones y regalos que los tres Reyes Magos traen al Niño Jesús: el oro como a quien es Rey; el incienso, como a quien es Dios; la mirra, como a quien se hizo enteramente hombre.
Sin embargo, al meditar acerca de tan preciosos dones, me han venido a la memoria referencias bíblicas que trascienden el oro, el incienso y la mirra. Y puesto que la tradición familiar celebra el día de los regalos, me atrevo a pedir que los santos Reyes nos obsequien con los dones mejores.
Carta a los Reyes
Queridos Reyes Magos: Vosotros, que llevasteis el oro acrisolado al Rey de Reyes, concedednos el tesoro de la fidelidad, que vale más que el oro. “El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila” (Sal 18, 10-11).
Santos Reyes, vosotros, que contemplasteis con vuestros ojos al Verbo hecho carne, lo adorasteis en brazos de María y le llevasteis el mejor incienso, interceded para que no nos falte el don de la oración contemplativa: “Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde” (Sal 140, 2).
Pero sobre todo, vosotros, que supisteis escoger el mejor perfume, con el que se ungía al novio para los desposorios, regaladnos el suave aroma del amor más íntimo con el Señor y la caridad más generosa con los hermanos. Este año celebro los 50 años de sacerdote; es momento de renovar el primer amor. “Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros. A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas” (Sal 44, 8-9).
Sorprende que en el perfume de la mirra que ofrecisteis al Niño Jesús, anticiparais el momento supremo de su sepultura, con lo que profetizabais la ofrenda del amor más grande, que hará Jesús en la Cruz.
Santos Melchor, Gaspar y Baltasar, gracias por vuestros regalos.