
Abranzado la vida, construimos esperanza
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
En la solemnidad de la Encarnación del Señor se celebra la Jornada por la Vida. En la bula Spes non confundit, el Papa Francisco afirma que, ante la pérdida del deseo de transmitir la vida y la preocupante disminución de la natalidad, “la apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor”. Y añade: “el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas, como fruto de la fecundidad de su amor, da una perspectiva de futuro a toda sociedad y es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza” (SnC 9).
En la actualidad, hay muchas parejas que deciden no contraer ningún vínculo civil o religioso, muchos matrimonios fracasan y disminuye el índice de natalidad. Se necesita un amor creativo, “arraigado en la generosidad y caracterizado por la confianza y la esperanza en el futuro” (Benedicto XVI, 27 abril 2006).
El auténtico amor está abierto al don de la vida. El matrimonio cristiano y el amor generoso son una luz de esperanza. La maternidad ha de ser reconocida, apoyada y celebrada como una verdadera vocación.
Desde 1985 hasta 2023 en España se han practicado dos millones y medio de abortos voluntarios y en 2023 se produjeron 103.097. La comunión dentro de la familia se resquebraja. Los jóvenes sufren una gran soledad, los padres y madres pasan muchas horas fuera del hogar y se descuida la formación de la familia. La comunión dentro del hogar es frágil y cada persona vive aislada en su propios sentimientos y pensamientos.
En su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, el Papa escribe: “pido un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos. Sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas. Aquí, en particular quisiera invitar una vez más a un gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida. Me refiero a la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación” (n. 11).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara