'Alegraos'
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Nos preguntamos si es posible estar alegres en medio de un mundo tan marcado por la tristeza, el odio, la violencia, las injusticias, las discriminaciones, las mentiras, la manipulación, el hambre, la hipocresía, las apariencias, las heridas afectivas y efectivas, la soledad, las enfermedades y la muerte.
Descubrimos la densidad de lo que nos rodea, el espesor y la profundidad del sufrimiento propio y ajeno. No vivimos en un mundo feliz, a menos que estemos anestesiados ante la realidad o narcotizados por propuestas ficticias y evasivas.
La alegría del tercer domingo de Adviento es real y fecunda. Jesucristo viene a nuestro encuentro y nos orienta, fortalece y acompaña. Y en Él descubrimos no “una” respuesta, sino “la” respuesta que nos permite vivir con alegría. Porque Él es el punto de convergencia de muchas trayectorias, el centro de la historia y el punto de partida hacia la plenitud.
Jesús nos ofrece su presencia, su vida, su palabra, su amor. Con Él estamos siempre en camino, con ritmo, con horizonte, con esperanza, con fuerza, con alegría. Siempre hacia adelante, hacia lo conocido y lo inédito, lo previsto y lo insospechado, lo próximo y lo lejano.
La llamada a la alegría es insistente en la Sagrada Escritura. La encontramos en los salmos: “Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre” (Sal 97[96],12); “Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 118 [117],24).
También los profetas nos comunican alegría: “Desbordo de gozo en el Señor y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). Habacuc nos presenta un fuerte contraste: “Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, aunque se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo, yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador” (Hab 3,17-18).
Jesús “se llenó de alegría en el Espíritu Santo” (Lc 10,21). Y nos dice: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11); “pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa” (Jn 16,24).
San Pablo nos exhorta: “Estad siempre alegres” (1 Tes 5,16); “Que la esperanza os tenga alegres” (Rom 12,12); “Alegraos con los que están alegres” (Rom 12,15); “Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12,10); “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4,4); “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz…” (Gal 5,22).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
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Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara