
Pascua
Queridos hermanos en el Señor: ¡Feliz Pascua!
Esta Semana Santa hemos vivido jornadas distintas, llenas de acontecimientos, una apretada síntesis de euforia, alabanza, pasión y triunfo absoluto del perdón sobre el pecado y de la vida definitiva sobre la muerte.
Todo el año litúrgico desemboca en la Semana Santa. Todo es preparación o consecuencia. Todo es profecía, anticipo, trayectoria, o fruto maduro y primaveral explosión de sentido y de alegría.
Leemos en la Exhortación apostólica “Christus vivit”: “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. (…) ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza” (nn. 1-2).
En la Vigilia Pascual pasamos de la noche al día, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, del cansancio y la fatiga a la fuerza renovada, del silencio a la palabra vivificante, de la soledad a la comunión, del desaliento a la esperanza, del egoísmo al amor compartido y comprometido, del frío a la llama viva.
Hoy comienza la cincuentena pascual y todo destila novedad. En Pascua es nueva la luz; nueva el agua; nuevo el pan; nueva la palabra que escuchamos sosegadamente para que nos impregne, germine y dé abundante fruto; nueva la decoración de nuestras iglesias; nueva nuestra disposición interior; nueva la música que nos envuelve.
Jesucristo Resucitado nos invita a proclamar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Como testigos gozosos de la esperanza estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor.
La liturgia de la Vigilia pascual nos propone alimentar nuestra esperanza haciendo memoria de las obras de Dios. Las lecturas narran s u fidelidad, la historia de su amor por nosotros. Esta historia de salvación nutre la esperanza y reaviva la alegría. Se trata de hacer eco en el corazón a las palabras de Jesús, hacer memoria de todo lo que Él ha hecho en nuestra vida. Nos detenemos en las palabras de vida de Jesús. Si las asimilamos, nos convertiremos en centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado.
En Pascua, el Señor nos renueva, nos reconstruye y rehabilita, nos convierte en testigos de su novedad.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara