El 10 de febrero es Miércoles de Ceniza, fecha de inicio del tiempo cuaresmal, etapa especialmente significativa en el calendario católico. Desde entonces y hasta el Jueves Santo, 24 de marzo este año, fieles y comunidades dedican cuarenta días a preparar la celebración de los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo, que se conmemoran en el “triduo pascual”, que culmina con el domingo de Pascua, 27 de marzo.
Señales externas de esta espiritualidad son el ayuno y la abstinencia, que aplican limitación de comidas y alimentos como ejercicio de penitencia. El primero se guarda tan sólo el miércoles de ceniza y el viernes santo. Y la segunda se observa todos los viernes del período cuaresmal. Otros comportamientos que también se intensifican como prácticas de larga tradición son la limosna, la oración del vía crucis, las celebraciones de la penitencia y las obras de misericordia. Precisamente estas últimas centran la atención y el interés del mensaje que el papa Francisco ha escrito para todos los fieles católicos del mundo, como refleja el título y el lema elegidos: “Misericordia quiero y no sacrificio”, completado por el subtítulo “Las obras de misericordia en el camino jubilar”.