Entre las muchas sensaciones que se nos despiertan cada día (alegría, tristeza, confianza...) hay una de ellas que es especial, porque nace de lo profundo de nuestro corazón y porque llena de sentido nuestra vida. Es la sensación de estar en paz, reconciliados.
En el Seminario, mediante una formación integral con especial atención a la vida espiritual, procuramos ayudar a nuestros seminaristas a reconciliar su vida , y así también puedan ser instrumento de reconciliación para otros. Es fundamental que crezcan en una madurez humana que les permita ser personas buenas y comprender la realidad que nos rodea. Se les pide que aprendan a relacionarse con los demás desde los valores del evangelio, sobre todo a saber perdonar. Se les invita a dejarse alcanzar por Dios en el corazón, y a seguir con alegría a Jesús, buen pastor.
En definitiva, se preparan para ser enviados a un mundo que necesita experimentar la misericordia de Dios. El Espíritu Santo es quien les fortalece para esta misión.
Es evidente que el ministerio de los sacerdotes para llevar a cabo esta tarea hoy es esencial. Y es muy cierto que para que el día de mañana siga habiendo sacerdotes que continúen con esta misión es necesario que cuidemos "la cantera", nuestro seminario. Dios, sin duda, sigue llamando a niños y jóvenes de nuestra diócesis a la vocación sacerdotal. Merece la pena, y merece la vida creer, rezar y trabajar por ello.
Aprovechemos la oportunidad que brinda nuestro Seminario, y acerquémonos con chavales a conocer esta realidad. Invitemos a alguna familia cristiana a plantear en su casa la pregunta sobre la vocación sacerdotal. No nos condicione el resultado, pues los frutos no dependen de nosotros, pero no dejemos de labrar bien la tierra y sembrar con ilusión.
Pongamos en Dios todos nuestras esperanzas y pidamos a san José y a nuestra madre María la intercesión por nuestro Seminario Diocesano.
José Benito Sánchez Gutiérrez
Rector del Seminario