El periodista Antonio Herraiz, jefe de Informativos de Fin de Semana de Cadena COPE, ofreció ayer el discurso oficial de Semana Santa, que se reproduce aquí íntegramente:
PREGÓN DE SEMANA SANTA DE ANTONIO HERRAIZ AYUSO
¿Qué es la verdad? repuso quien sabía
que la verdad estaba enteramente
prendida en la verdad de la inocente
caña trocada en cetro soberano.
Condenan a la cruz al perdurable
amor del desamor arrepentido.
Vedle partir al Gólgota perdido
de la piedad del corazón humano.
Señor Obispo de la Diócesis, Atilano Rodríguez; Vicario y párroco de Santa María, Agustín Bugeda, que con hospitalidad abre esta casa de todos; autoridades civiles y eclesiásticas; miembros de la Junta de Cofradías de la ciudad, con su presidente José González Vegas a la cabeza, abades, cofrades, hermanos, gentes de Guadalajara, amigos todos, buenas tardes.
Me permito el lujo y también la osadía de comenzar y permanecer en unos versos inéditos de José Antonio Suárez de Puga, cronista oficial de la ciudad, pregonero que también lo fue de esta Semana Santa y al que Guadalajara nunca le estará lo suficientemente agradecida.
Camino del calvario, pasión y muerte, es la poesía de Josepe la que en este viernes de Dolores, en un Vía Crucis poemizado ayuda a Jesús a llevar la pesada cruz a cuestas y nos va a permitir un recorrido íntimo que sólo la belleza de su poesía es capaz de conseguir.
Ved al árbol, talado por el hacha,
cómo la sed de su raíz perdida
bebe la sangre de quien es bebida
de la fuente perpetua de la luz.
Alzándose del seno de la tierra
la matriz virginal de su figura
levanta el vuelo de su savia oscura
el árbol luminoso de la Cruz.
No por obligado es menos sincero mi agradecimiento a toda la Junta de Cofradías por este regalo que me llega a las puertas de la Semana Santa y que me permite ser un humilde altavoz de algo tan universal y profundo.
No diría la verdad si asegurara que acepté de inmediato la propuesta. El respeto y la tremenda responsabilidad que este acto y todo lo que viene después implica, me llevó a una reflexión profunda, en muchos casos íntima y en otros compartida por algunos de los que hoy nos acompañáis aquí.
Si bien vuestros ánimos me han llevado a colocarme hoy ante vosotros, hay un hecho contra el que me revelo y que, creo, debe ser motivo de un profundo análisis. Mal haría, si hoy, imbuido de la solemnidad y religiosidad que contagia este templo, me revistiera de lo que no soy. Y mal haría también de desprenderme de mi condición de periodista.
Se cumplen hoy 38 días de la cuaresma. En estos 38 días de uno de los periodos más intensos del catolicismo, su repercusión mediática ha sido tan escasa como en la mayoría de las veces inapropiada. Cualquiera diría que estamos ante un tiempo que incluye toda la esencia de lo que es el calendario cristiano.
Os propongo un rastreo a través de internet, colocando la palabra cuaresma en cualquiera de los más famosos buscadores de la web. Y en ese ejercicio, que introduzcan también la palabra que acerca al momento más sagrado de otra de las grandes religiones monoteístas. Encontramos un desfase, que es traslado de la realidad informativa a la que, con contadas excepciones, hemos reducido un momento tan especial como es la cuaresma. Se entiende poco en un país en el que el 70% de los ciudadanos se declara católico.
Otra vez más caemos bajo el peso de la pesada cruz, que vuelve a pasar por la indiferencia y como no se cansa de repetir el Papa Francisco, por unos cristianos anestesiados por la mundanidad. Es la tercera estación del vía crucis. Jesús cae bajo el peso de la cruz.
Aquel actor benéfico que oyera
ayer el son de la palabra eterna
hoy es el centinela que gobierna
la costra de las calles amarillas.
La vida del amor que puso en ellas
El Vigor familiar de su morada
levanta de la tierra ensangrentada
el cansado dolor de sus rodillas.
Esta primera reflexión no es fruto de la debilidad, y menos en un escenario en el que nadie es más que nadie. No es eso. Es la consecuencia de la pérdida de resortes, religiosos pero también culturales. Esa pérdida que nos acerca al relativismo y que nos está haciendo inmensamente frágiles. De ahí la necesidad de actos de como el de hoy, aunque pueda parecer contradictorio que se tenga que pregonar a modo de noticia algo que es conocido por todos y que aconteció hace casi 2.000 años.
En este enfriamiento general que trasciende lógicamente el ámbito de las cofradías, de las hermandades, de vuestros templos, se está perdiendo también el valor de la liturgia y de los innumerables símbolos que acompañan este camino de preparación a la Pascua. Tomemos, pues, la Semana Santa, su espiritualidad, pero también su expresión más artística y comunitaria, como la mecha humeante que se ha de convertir en llama.
En este templo de Santa María de la Fuente la Mayor, concatedral de Guadalajara e iglesia matriz de la ciudad, joya mudéjar, predilecta del Gran Cardenal, y delante de este gran retablo de Francisco de Mir, mis recuerdos me llevan a una infancia lejana pero fresca en el recuerdo. Sin ser ésta mi parroquia, en los últimos coletazos del mes de agosto y en los albores de septiembre, en esa nave primera de mi izquierda, aquel niño comenzó su devoción por la madre de todos los guadalajareños: la Virgen de la Antigua. Su imagen nos recuerda a una fecha distante y distinta en la forma a la Semana Santa. Pero en este punto fue donde cada tarde me encontraba con la alcaldesa perpetua de la ciudad y aquí me detengo, en esta cuarta estación del vía crucis en la que Jesús se encuentra con su madre.
El río encuentra el llanto de la lluvia,
la chispa del relámpago y el ruido
del trueno encuentran el raudal sonido
de la tormenta de la noche impía.
Cerca transcurre el pasional camino
sangriento y empapado,
en donde Jesucristo se ha encontrado
con los ojos llorosos de María
Esta Semana Santa de Guadalajara, que toma en la capital su expresión más multitudinaria, no deja de condensar en muchas de sus representaciones el espíritu y la realidad castellana de las sencillas formas en que la pasión, muerte y resurrección de Cristo se manifiesta en el medio rural. En mi caso la reflexión sobre el misterio es herencia de una tradición traída por mis abuelos con viento de la Alcarria y del Alto Tajo a esta capital de todas las guadalajaras. Dejó escrito Antonio Aragonés Subero que la Semana Santa de los pueblos de Guadalajara “no se parece mucho a la de otras provincias. Aquí todo es sentimiento, pues se empieza por volver a vivir el dolor de Cristo en la Cruz. Conocer la Semana Santa de nuestros pueblos es casi tanto como asistir al drama del Gólgota. La austeridad de las procesiones, el martilleo de las carracas, las luces de lamparillas en sus balcones… Todo ello, viene a confirmar la certeza de que Dios ha muerto, y cada vecino, cada familia, cada pueblo está de luto”.
Armaos de Sigüenza, Soldados de Cristo de Budia, Antorchas en Yunquera, faroles en Atienza, Soledad en Molina, Veracruz de Cifuentes, Cristo de la cruz a cuestas de Jadraque, Camino del calvario en Pastrana, sermón de la soledad en Brihuega. Pasión viviente de Albalate, de Fuentelencina, de Hiendelaencina y de Trillo. Recreaciones que guardan una fidelidad que estremece.
El peso de la cruz de nuevo obliga
A descender el cuerpo santo al suelo;
por vez segunda le recibe el hielo
despedido del fuego de la guerra.
El ciprés del suplicio descendido
Sorbe la urente mansedad del lodo
que diligente ha puesto su acomodo
en la lengua sedienta de la tierra
Pasiones vivientes de los pueblos que reflejan ese sentimiento de religiosidad popular, una piedad que recibí con cariño de mis padres. Y ahora que todo cuesta y nada vale, algo tan sencillo fue gratis y para siempre. Lo mejor que tenían en forma de tesoro, la herencia perfecta del dar permanentemente sin pedir nada a cambio.
Semana Santa en Guadalajara que es suficiente y bastante, sin necesidad de parecerse a nadie. Baste con encontrarse en cada paso, en cada imagen y en cada estación de penitencia. Semana Santa en la que la Borriquilla lo anunciará todo el domingo en el auténtico pregón. Domingo de Ramos y palmas con esa mezcla de liturgias en las que la más alegre y festiva recordando la entrada de Jesús en Jerusalén se funde con esa otra liturgia en la que entramos de lleno en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio. Las palabras de Jesús en el madero son esencia y semilla, motor evangelizador de la Iglesia en el mundo.
El leño frío de la cruz enhiesto
sobre el rudo calor de los sembrados
abraza al redentor de los pecados
salvados del infierno de las llamas.
Fue cuando el aire de la cruz sintiera
el jardín del edén resucitado
en el gozoso vegetal alzado
con el cuerpo de Dios entre sus ramas
Semana Santa de Guadalajara que fiel al castellanismo más sobrio, sin perder la esencia y su idiosincrasia, busca mejorar y seguir creciendo. No veo pecado por adaptarse a los tiempos. El lunes, la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno procesionará de estreno. En una estación de penitencia aún joven, recibirá un gran impulso con la novedad del paso de palio de la preciosa imagen de María Santísima de la Misericordia. Acompañémosla, porque haciéndolo estaremos también creando la historia de una ciudad que se hace a cada momento y a cada instante. Su esfuerzo ha de estar acompañado de un aliento que no sobra cuando hay que levantar más de 600 kilos.
Semana Santa de Guadalajara, que el miércoles llorará junto a María Santísima de la Esperanza Macarena en la angostura de sus calles y en la estrechez de nuestras almas. Dolor de madre por el sufrimiento de Cristo que Sergio Murgui ha hecho cartel con un pincel que llama a la esperanza. Lágrimas que lloran para que lloremos con ella viendo a su hijo, nuestro padre Jesús de la Salud, atado a la columna.
Quieren que subas a la cruz desnudo,
tú que al hombre desnudo lo arropaste
le diste de comer, le visitaste
cuando era preso de la celda oscura.
Los dados repartieron tu ropaje
y te alzaste desnudo al crucifijo
donde el alma desnuda en su cobijo
ha encontrado su nueva vestidura
Semana Santa de Guadalajara que el jueves vive para vivir junto al nazareno. Cargaremos junto a los hombros de los cargadores por la traición de nuestros pecados. Tampoco le abandonará su madre, la Virgen de la Misericordia en un recorrido que encuentra su cima en el asilo de ancianos, en una prueba más de cercanía hacia los más necesitados.
Jueves Santo de Guadalajara que se acerca a la medianoche, al silencio de la buscada penumbra. Y aquí no puedo más que recordar las palabras de un Simón de Cirene llamado Javier Borobia, auténtico padre de mi guadalajareñismo militante, que me ha acercado a Guadalajara también a través de sus hermanos de la Pasión del Señor. “Son las once en punto y Jueves Santo por Santiago; mecen los tambores al Cristo del Cementerio, dolor de Piedad que entre mujeres espera; nuestro Padre Jesús con la cruz a cuestas nos lleva, más que nosotros le llevamos, levitando hacia el Calvario”. El viernes la Pasión volverá a las calles, ya con el luto del silencio. Tres pasos y entre ellos el Cristo de la Expiración que es la imagen más antigua que veremos desfilar estos días.
Recae por vez tercera en el espacio
Múltiple de los puntos cardinales:
el sol de los alcores estivales,
la nieve de los gélidos inviernos,
las letras de las líricas coronas,
los epitafios de los panteones,
las caminatas de las devociones
los cánticos litúrgicos y eternos.
El viernes ha amanecido pronto. Dios ha muerto pero buscaremos el sol presagio de la esperanza de la vida. Es mediodía y el santísimo cristo del amor y de la paz sale al encuentro de la Soledad. En el Jardinillo, cientos de almas esperan con la madre la llegada de su hijo. Todos por igual, valientes. ¡A esta es!". "Vámonos de frente". "Menos pasos quiero". "Los dos costeros por parejo a tierra". "Vamos de costero". "¡Arriba los cuerpos! ¡Duro con él!". "Ya estamos en casa, haz lo que sienta tu corazón costalero”.
La tarde hace el silencio. Tampoco es que Guadalajara haya sido nunca de un bullicio extremo. Dice el Papa Francisco que el silencio es la nube que cubre el misterio de nuestra relación con el Señor, de nuestra santidad y también de nuestros pecados». En el silencio se escuchan las lágrimas de la Virgen de los Dolores, que se derraman en el asfalto de una tarde que comienza a tornar en noche. El oro bordado en el terciopelo negro también se escucha en el silencio. En el otro paso titular de esta Cofradía, Cristo crucificado y a sus pies su madre, San Juan, María Magdalena y María de Cleofás.
Otra madre llora a las puertas de San Nicolás. Su mirada está perdida mientras todos la están mirando. La Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad es una de las más antiguas que hay en España. Sus cargadores llevan a hombros una cofradía con más de 500 años detrás. En una noche de desconsuelo, acompaña el cristo del consuelo. Un libro, a punto de publicarse, recogerá la importante historia de la cofradía más veterana de la ciudad. La devoción a esta virgen la trajo a España la reina Isabel de Valois, cuya boda con Felipe II en la casa de los Mendoza se recreó el pasado año en un impulso más a la candidatura del Palacio del Infantado a ser considerado Patrimonio Mundial por la Unesco.
La soledad cierra la procesión. Antes la dulzaina castellana mece el Santo Sepulcro y el Cristo Yacente. La imagen titular de esta cofradía cumplirá el Viernes Santo 25 años de su primera salida a los hombros de los banceros. “Vamos a guardar silencio y que Cristo nos acompañe”. La Castilla castellana, con hábito negro y capa roja, con la cruz de los caballeros cruzados bordada. Última estación. Jesús es puesto en el sepulcro.
Jesús es puesto en el fugaz sepulcro
para sumarse a aquellos, ya sin alma,
que posaron sus cuerpos en la calma
que intima el hueco de la roca fría.
Extrema losa cobijosa y dura
abierta sólo al creador eterno
que ha de bajar al fuego del infierno
para resucitar al tercer día.
Es domingo y los albores del día nos van a llevar a la Iglesia de Santiago Apóstol. La procesión estará acompañada por la agrupación musical del Santísimo Cristo del Amor y la Paz. La música vuelve a ser el mejor aliado para llorar la muerte y para celebrar la resurrección.
Seguro que habría sido más conveniente empezar por el final que no deja de ser el principio de todo y por lo que hoy estamos aquí. Y en esa reflexión que hacía al comienzo de este recorrido, en esa necesidad de pregonar una noticia conocida por todos, el domingo ante el micrófono proclamaremos la resurrección de Cristo. Lo haré con un ojo puesto en el encuentro entre la Virgen y su hijo resucitado por las calles de Guadalajara y con el otro en Roma. Tras la bendición Urbi et Orbi recordaré a esa Paloma que voló hacia el cielo y que tanto quiso a esta ciudad y que estuvo tantas veces como se la llamó. El año pasado por estas fechas la teníamos por estas tierras recitando a Santa Teresa.
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
La Semana Santa vuelve a ser un libro para saber dónde está cada uno. A los Apóstoles les costó mucho creer que el Maestro había resucitado porque la Resurrección no estaba en sus cálculos. Para ellos toda resurrección quedaba para el final de los tiempos. Y en la fe de la Resurrección cambió su vida. Y en esas estamos, en el ser capaces de que cambie también la nuestra. No lo tomemos como una final, sino como un principio, como un nuevo principio. Que esta semana Santa sirva para tomar perspectiva. Y que esa necesidad la encontramos resuelta en las celebraciones comunitarias, en la vida de vuestras cofradías, que comienza siendo la esencia fundamental para corregir la mundanidad imperante.
Semana Santa de abrazo fraterno con doble vía: el abrazo bautismal y el abrazo de la misericordia. “Qué bien que se está aquí”. Qué bien que estuviste aquí en esta concatedral de Santa María de la Fuente la Mayor, Elena. Seguro que tu sonrisa y tu valía han encontrado ya acomodo allá arriba. Este abrazo semanasantero es tuyo.
Semana Santa de Guadalajara que rezuma experiencia de Dios a borbotones. Vosotros cofrades, hermanos sois los encargados de recogerla para que no se derrame y se disperse. Que trascienda ese momento. Sabéis hacerlo.
Queramos más a Dios, el de la cruz y el resucitado, y en él queramos más también a esta Semana Santa nuestra para que Guadalajara comience a quererse a sí misma, siquiera un poco.
Gracias por su atención. Feliz Pascua de Resurrección.