Al aproximarse la fecha del Día de los Amigos de Buenafuente, a tu posible regreso de vacaciones, te escribo para invitarte al encuentro que tendremos los días 16 y 17 de septiembre, según el programa que te adjunto.
Durante todo el verano, han pasado por el Sistal numerosas personas para unos días de Ejercicios Espirituales o para momentos de silencio y oración. Hemos contado siempre con la colaboración de muchas de ellas, lo que hace posible que los trabajos de acogida se realicen de manera generosa.
La sequía se ha dejado sentir, y hemos tenido que acudir a los servicios de la Diputación para mantener el abastecimiento. Confiamos que el inicio de las lluvias equilibre los manantiales.
A lo largo de estos meses hemos acompañado a los ejercitantes con la contemplación de los misterios de la Vida de Jesús que se rezan en el santo rosario, como homenaje a la Virgen en el centenario de sus apariciones a los tres pastorcitos en Fátima. Éste es también el motivo de la ofrenda musical, que este año hará el Coro de Niños y Jóvenes de Buenafuente, la tercera generación de amigos, desde que en 1973 se celebró el primer encuentro, en la Semana Santa.
Al invocar el nombre de Fátima, surge la pregunta sobre el llamado “secreto”, pero he comprendido que cuando hay una experiencia mística, el secreto es la dificultad de explicarla, y quizá aún mayor la de comprenderla. Por este motivo, la Virgen de Nazaret también guardó su secreto, y meditaba en su corazón aquello que ni ella misma comprendía. ¡Cuánto mayor sería la dificultad de los tres pastorcitos para explicar lo que experimentaron en su corazón, siendo iletrados y en una hora en la que imperaba el laicismo!
María, al escuchar a los pastores narrar cómo les había llegado la noticia del nacimiento de Jesús, se quedó en silencio y guardó en su corazón lo que ellos decían, lo mismo que ante la profecía de Simeón, y lo mismo que hizo cuando Jesús le respondió: “¿Por qué me buscabais?”
No se puede especular con lo sagrado, ni vender la propiedad de los padres, la viña que significa la propia identidad. Se puede ser testigo de lo que Dios hace en cada uno de nosotros, pero a pesar del himno de acción de gracias, sigue quedándose en el alma el rastro del paso del Señor, aquello que solo sabe quien lo recibe, como es el nombre con el que Dios llama a sus elegidos, según narra el vidente del Apocalipsis: “Al vencedor le daré el maná escondido, y una piedrecita blanca, y escrito en ella un nombre nuevo, que nadie conoce sino aquel que lo recibe” (Ap 2, 17).
A continuación, puede encontrar el programa completo.