Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2018

COMUNICACIONES SOCIALES

Solemnidad de la Ascensión: Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2018

En la solemnidad de la Ascensión del Señor, este año el domingo 13 de mayo, se celebra la LII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El papa Francisco ha elegido para esta ocasión el lema, “«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz”. Y en su mensaje quiere ofrecer “una aportación al esfuerzo común para prevenir la difusión de las noticias falsas, y para redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad”. En la CEE, difunde esta Jornada la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social.

 

 

 

 

 

SUBSIDIO LITÚRGICO

Domingo VII de Pascua

Solemnidad de la Ascensión del Señor

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

 

 

Monición de entrada

 

A cuarenta días de la Resurrección, la liturgia nos introduce en el misterio de la Ascensión. Un misterio que nos revela la lógica de Dios: Dios Padre devuelve a Jesucristo su verdadero lugar, que está junto a él, a su derecha.

 

Con la celebración en este domingo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, también la Iglesia quiere recordar como la verdad debe ocupar su lugar en nuestras vidas.

 

Lo hace con el lema «La verdad os hará libres» (Jn 8, 32) con el que se celebra esta jornada,  invitándonos a construir un mundo más verdadero y en paz, un mundo en que la comunicación responda a su misión de ser modalidad esencial para vivir la comunión, dejando atrás el egoísmo orgulloso.

 

Con este deseo comenzamos la Eucaristía: que el Espíritu Santo, que pronto nos será enviado, nos conceda su gracia, que nos guie siempre por el camino verdadero que nos lleva al Padre.

 

Lecturas

 

Primera: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11. A la vista de ellos, fue elevado al cielo.

 

Salmo responsorial: Salmo 46. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

 

Segunda: Efesios 1, 17-23. Lo sentó a su derecha en el cielo.

 

Evangelio: Marcos 16, 15-20. Fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

 

Sugerencias para la homilía

 

«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32) es la cita del Evangelio que enmarca la Jornada de las Comunicaciones Sociales de este año, como nos refería la monición, al comienzo de la Misa.

 

Nuestro mundo, que vive desde una alocada libertad, parece prescindir de una verdad que dé apoyo, firmeza, credibilidad a nuestra vida. Parece que, en medio de tanto cuestionamiento, hasta la misma realidad se diluye por el relativismo que nos acecha. Y, en medio de este mundo tan segmentado, es necesario que renovemos nuestro propósito de buscar la verdad, que engendra paz.

 

Una verdad que puede padecer tormentos bajo la forma de la mentira más atroz, pero una verdad que prevalece al final como el cimiento tras la caída de tanto artificio proyectado. Ya lo decían nuestros mayores: las mentiras tienen las patas cortas, y se las caza bien rápido.

 

Es curioso comprobar como dentro de nosotros la dinámica de la serpiente, que advierte el Papa en su mensaje de este año, nos dificulta abrir nuestras vidas sin reservas a la verdad de la Resurrección, de la Vida nueva que Dios quiere para sus hijos. Los mismos discípulos aparecen en la primera lectura contrastando los dimes y diretes: «Señor, ¿es ahora cuando…?». Que no dejemos que las exclusivas y fabulaciones favorezcan el chismorreo que tanto nos critica el Papa.

 

Jesús también tuvo que sufrir la mala prensa de su época: que si obraba con el poder de Belcebú, que si era un blasfemo, que si un bebedor y un borracho, que si andaba con malas mujeres, que si… Hoy, en el Evangelio, quiere dar al traste con todos aquellos que le habían acusado por envidia, por egoísmo, por desconocimiento… de ser lo que lo que no era.

 

Él bien sabía la verdad: que la gloria, que tenía antes, le debía ser devuelta; que su sitio junto al Padre no podía ser usurpado, si no más bien… iba a ser ofrendado a todos aquellos que, hijos en Él, podrían tras su partida caminar hacia el cielo.

 

Un poema de Machado dice que no hay camino, que se hace al andar; pero no es cierto… los cristianos tenemos bien claro el camino a recorrer: está en Jesús.

 

Quizás este camino esté cerrado por tanta vegetación o anegado y nos sea difícil transitar, pero de la puerta estrecha ya nos habló Él.

 

Es tarea nuestra no mantener los esquemas o dinámicas que sostienen esta confusión. Es una tarea compartida… debemos fiarnos del mismo Señor, que es quien confirma en nosotros con las señales que acompañan nuestras palabras, la veracidad de nuestra misión en el mundo, continuando su misma misión. (Cfr. Mc 16, 20)

 

Oración Universal

 

Imploremos al Señor que él nos alcance abundantemente la paz y verdad necesarias para llevar su Evangelio a toda la creación, diciendo: Señor de la gloria, escúchanos.

 

- Por la Iglesia Universal, para que anuncie la verdad del Evangelio, propiciando que el mundo de hoy encuentre vías de comunión verdadera, denunciando todo intento de utilización de la información con fines egoístas. Oremos.

 

- Por los gobernantes, para que su único afán sea buscar un mundo sin enfrentamientos artificiales, un mundo pacífico en que impere la justicia y el bien común. Oremos.

 

- Por todos los que sufren, en su cuerpo o en su espíritu, y de un modo especial pedimos por quienes sufren la lógica de la desinformación, para que el Señor posibilite que las relaciones humanas siempre estén regidas por el bien y la verdad que luchen frente a la arrogancia y el odio que buscan desacreditar al otro. Oremos.

 

- Por los comunicadores, para que no perviertan con la falsedad el don precioso de la realidad que nos rodea y sepan trasmitir la paz, verdadera noticia, sin impregnarla de nada que le reste verdad. Oremos.

 

- Por las redes sociales, para que las personas que las pueblan tengan la astucia de discernir y escuchar, libres por la verdad de toda codicia, la sed de liberación de la falsedad y búsqueda de la relación del resto. Oremos.

 

- Por todos nosotros, para que la lógica de compartir se imponga a la sed de poder, de tener y de gozar, y nos esforcemos cada día en educar en la verdad y vivir desde la libertad del corazón. Oremos.

 

Acoge, Padre, las suplicas que en verdad hoy te dirigimos; atiéndelas benigno e inspira en nuestros corazones el firme propósito de dejarnos guiar por ti, para que, por Jesús Resucitado, «Camino, Verdad y Vida», podamos llegar a ti.

 

Tú, que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Monición final

 

Que la alegría, de la Resurrección del Señor, resuene en toda la creación y en todos los que, fieles a la verdad, proclamamos su saludo pascual: «Paz a vosotros». Que hagamos de esta ofrenda del Resucitado una constante invitación a salir de nuestras lógicas mundanas y anunciar su Buena Noticia.

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 52 JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

 

«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32).
Fake news y periodismo de paz

 

Queridos hermanos y hermanas:

En el proyecto de Dios, la comunicación humana es una modalidad esencial para vivir la comunión. El ser humano, imagen y semejanza del Creador, es capaz de expresar y compartir la verdad, el bien, la belleza. Es capaz de contar su propia experiencia y describir el mundo, y de construir así la memoria y la comprensión de los acontecimientos.

Pero el hombre, si sigue su propio egoísmo orgulloso, puede también hacer un mal uso de la facultad de comunicar, como muestran desde el principio los episodios bíblicos de Caín y Abel, y de la Torre de Babel (cf. Gn 4,1-16; 11,1-9). La alteración de la verdad es el síntoma típico de tal distorsión, tanto en el plano individual como en el colectivo. Por el contrario, en la fidelidad a la lógica de Dios, la comunicación se convierte en lugar para expresar la propia responsabilidad en la búsqueda de la verdad y en la construcción del bien.

Hoy, en un contexto de comunicación cada vez más veloz e inmersos dentro de un sistema digital, asistimos al fenómeno de las noticias falsas, las llamadas «fake news». Dicho fenómeno nos llama a la reflexión; por eso he dedicado este mensaje al tema de la verdad, como ya hicieron en diversas ocasiones mis predecesores a partir de Pablo VI (cf. Mensaje de 1972: «Los instrumentos de comunicación social al servicio de la verdad»). Quisiera ofrecer de este modo una aportación al esfuerzo común para prevenir la difusión de las noticias falsas, y para redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad.

  1. ¿Qué hay de falso en las «noticias  falsas»?

«Fake news» es un término discutido y también objeto de debate. Generalmente alude a la desinformación difundida online o en los medios de comunicación tradicionales. Esta expresión se refiere, por tanto, a informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos, influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas.

La eficacia de las fake news se debe, en primer lugar, a su naturaleza mimética, es decir, a su capacidad de aparecer como plausibles. En segundo lugar, estas noticias, falsas pero verosímiles, son capciosas, en el sentido de que son hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración. Su difusión puede contar con el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento. De este modo, los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, obtienen una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen.

La dificultad para desenmascarar y erradicar las fake news se debe asimismo al hecho de que las personas a menudo interactúan dentro de ambientes digitales homogéneos e impermeables a perspectivas y opiniones divergentes. El resultado de esta lógica de la desinformación es que, en lugar de realizar una sana comparación con otras fuentes de información, lo que podría poner en discusión positivamente los prejuicios y abrir un diálogo constructivo, se corre el riesgo de convertirse en actores involuntarios de la difusión de opiniones sectarias e infundadas. El drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos. Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. A esto conduce, en último análisis, la falsedad.

  1. ¿Cómo podemos reconocerlas?

Ninguno de nosotros puede eximirse de la responsabilidad de hacer frente a estas falsedades. No es tarea fácil, porque la desinformación se basa frecuentemente en discursos heterogéneos, intencionadamente evasivos y sutilmente engañosos, y se sirve a veces de mecanismos refinados. Por eso son loables las iniciativas educativas que permiten aprender a leer y valorar el contexto comunicativo, y enseñan a no ser divulgadores inconscientes de la desinformación, sino activos en su desvelamiento. Son asimismo encomiables las iniciativas institucionales y jurídicas encaminadas a concretar normas que se opongan a este fenómeno, así como las que han puesto en marcha las compañías tecnológicas y de medios de comunicación, dirigidas a definir nuevos criterios para la verificación de las identidades personales que se esconden detrás de  millones de perfiles digitales.

Pero la prevención y la identificación de los mecanismos de la desinformación requieren también un discernimiento atento y profundo. En efecto, se ha de desenmascarar la que se podría definir como la «lógica de la serpiente», capaz de camuflarse en todas partes y morder. Se trata de la estrategia utilizada por la «serpiente astuta» de la que habla el Libro del Génesis, la cual, en los albores de la humanidad, fue la artífice de la primera fake news (cf. Gn 3,1-15), que llevó a las trágicas consecuencias del pecado, y que se concretizaron luego en el primer fratricidio (cf. Gn 4) y en otras innumerables formas de mal contra Dios, el prójimo, la sociedad y la creación.

La estrategia de este hábil «padre de la mentira» (Jn 8,44) es la mímesis, una insidiosa y peligrosa seducción que se abre camino en el corazón del hombre con argumentaciones falsas y atrayentes. En la narración del pecado original, el tentador, efectivamente, se acerca a la mujer fingiendo ser su amigo e interesarse por su bien, y comienza su discurso con una afirmación verdadera, pero sólo en parte:«¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?» (Gn 3,1). En realidad, lo que Dios había dicho a Adán no era que no comieran de ningún árbol, sino tan solo de un árbol: «Del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás» (Gn 2,17). La mujer, respondiendo, se lo explica a la serpiente, pero se deja atraer por su provocación:«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”» (Gn 3,2). Esta respuesta tiene un sabor legalista y pesimista: habiendo dado credibilidad al falsario y dejándose seducir por su versión de los hechos, la mujer se deja engañar. Por eso, enseguida presta atención cuando le asegura: «No, no moriréis» (v. 4). Luego, la deconstrucción del tentador asume una apariencia creíble: «Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal» (v. 5). Finalmente, se llega a desacreditar la recomendación paternal de Dios, que estaba dirigida al bien, para seguir la seductora incitación del enemigo: «La mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable» (v. 6).  Este episodio bíblico revela por tanto un hecho esencial para nuestro razonamiento: ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos.

De lo que se trata, de hecho, es de nuestra codicia. Las fake news se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano.

Las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder, de tener y de gozar que en último término nos hace víctimas de un engaño mucho más trágico que el de sus manifestaciones individuales: el del mal que se mueve de falsedad en falsedad para robarnos la libertad del corazón. He aquí porqué educar en la verdad significa educar para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros, para no encontrarnos privados del bien «cayendo» en cada tentación.

  1. «La verdad os hará libres» (Jn 8,32)

La continua contaminación a través de un lenguaje engañoso termina por ofuscar la interioridad de la persona. Dostoyevski escribió algo interesante en este  sentido: «Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás. Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo» (Los hermanos Karamazov, II,2).

Entonces, ¿cómo defendernos? El antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad. En la visión cristiana, la verdad no es sólo una realidad conceptual que se refiere al juicio sobre las cosas, definiéndolas como verdaderas o falsas. La verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras, «desvelar la realidad», como lleva a pensar el antiguo término griego que la designa, aletheia (de a-lethès, «no escondido»). La verdad tiene que ver con la vida entera. En la Biblia tiene el significado de apoyo, solidez, confianza, como da a entender la raíz ‘aman, de la cual procede también el Amén litúrgico. La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza, sobre el que se puede contar siempre, es decir, «verdadero», es el Dios vivo. He aquí la afirmación de Jesús: «Yo soy la verdad» (Jn 14,6). El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: «La verdad os hará libres» (Jn 8,32).

Liberación de la falsedad y búsqueda de la relación: he aquí los dos ingredientes que no pueden faltar para que nuestras palabras y nuestros gestos sean verdaderos, auténticos, dignos de confianza. Para discernir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende a aislar, dividir y contraponer. La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. Además, nunca se deja de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas. Una argumentación impecable puede apoyarse sobre hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por sus frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscitan polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa.

  1. 4. La paz es la verdadera noticia

El mejor antídoto contra las falsedades no son las estrategias, sino las personas, personas que, libres de la codicia, están dispuestas a escuchar, y permiten que la verdad emerja a través de la fatiga de un diálogo sincero; personas que, atraídas por el bien, se responsabilizan en el uso del lenguaje. Si el camino para evitar la expansión de la desinformación es la responsabilidad, quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias. Este, en el mundo contemporáneo, no realiza sólo un trabajo, sino una verdadera y propia misión. Tiene la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas. Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas. Por eso la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz.

Por lo tanto, deseo dirigir un llamamiento a promover un periodismo de paz, sin entender con esta expresión un periodismo «buenista» que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos. Me refiero, por el contrario, a un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal.

Por eso, inspirándonos en una oración franciscana, podríamos dirigirnos a la Verdad en persona de la siguiente manera:

Señor, haznos instrumentos de tu paz.
Haznos reconocer el mal que se insinúa en una comunicación que no crea comunión.
Haznos capaces de quitar el veneno de nuestros juicios.
Ayúdanos a hablar de los otros como de hermanos y hermanas.
Tú eres fiel y digno de confianza; haz que nuestras palabras sean semillas de bien para el mundo:
donde hay ruido, haz que practiquemos la escucha;
donde hay confusión, haz que inspiremos armonía;
donde hay ambigüedad, haz que llevemos claridad;
donde hay exclusión, haz que llevemos el compartir;
donde hay sensacionalismo, haz que usemos la sobriedad;
donde hay superficialidad, haz que planteemos interrogantes verdaderos;
donde hay prejuicio, haz que suscitemos confianza;
donde hay agresividad, haz que llevemos respeto;
donde hay falsedad, haz que llevemos verdad.

Amén.

 

Francisco

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