Al comienzo del tiempo pascual en el que celebramos la Resurrección de Cristo, pedimos al Señor, con palabras del papa Francisco, que las llagas del crucificado sean “heridas que se conviertan en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada” por la pandemia del COVID-19.
Desde el obispado de Sigüenza-Guadalajara recordamos que por el decreto del obispo del pasado 15 de marzo, dada la gravedad y excepcionalidad del momento actual, quedaron suprimidas las celebraciones sacramentales durante el tiempo de alarma, a tenor de las disposiciones del Real Decreto publicado por el Gobierno de España.
Ante la constatación de la prolongación de este estado y conscientes de que en las próximas semanas y meses, las distintas comunidades de la diócesis tenían en agenda bautizos, matrimonios, primeras comuniones, confirmaciones, peregrinaciones y romerías, se cree apropiado aplazar todas estas celebraciones hasta el momento oportuno.
La incertidumbre ante los acontecimientos nos impide prever el desarrollo de la fase de desescalada y vuelta a la normalidad de la actividad, que parece será escalonada. No conocemos la prolongación en el tiempo de la misma, por lo que es difícil pronosticar cuándo podremos incorporarnos a la vida ordinaria, retomar las actividades habituales, reunirnos o congregarnos para estas celebraciones o cuándo se podrán reanudar las actividades que van asociadas a estas festividades.
Por eso, cuando las autoridades lo permitan y teniendo en cuenta sus resoluciones, se reanudarán paulatinamente estas actividades programándose a juicio del párroco, a tenor de las obligaciones pastorales, de lo registrado ya en la agenda y oídas las distintas partes.
Los sacerdotes y los organismos diocesanos siguen al servicio de todos, especialmente de los que sufren por causa del Coronavirus y de los más necesitados.
Pedimos a la Reina del Cielo, la Virgen María, que acompañó a los primeros cristianos en los momentos de desolación, que interceda por todos ante su Hijo Jesús, muerto y resucitado para nuestra salvación.