Aunque mi labor de voluntariado en Cáritas es acudir los jueves a las cenas al Centro Residencial “Betania” para personas sin hogar como casi todo, con la llegada de la pandemia, esto también se paró. Consideramos que para contribuir a evitar el contagio y la expansión del virus, había algunas labores de las que se podían prescindir. Este hecho, en mi vivencia personal de pasar el confinamiento, supuso una ruptura con algo que llevo haciendo desde hace diez años.
Como tantas otras cosas que tienes interiorizadas en tu rutina, no acudir a Betania, fue creando un vacío en mi interior, que solo he sabido reconocer cuando he vuelto tras el confinamiento. Al cabo de siete semanas, por fin, comenzaron esos “alivios” tan esperados y se podía salir en franjas horarias concretas.
Desde Cáritas se me propuso el poder acompañar en el paseo diario a dos residentes de Betania, que por sus condiciones personales no podían hacerlo solos. Y con ilusión dije que sí. Está siendo una oportunidad de encuentro más estrecho con ellos, en un cara a cara, aunque sea con mascarillas, en el que las miradas se cruzan, mientras al caer la tarde damos el paseo diario.
Hay momentos de caminar en silencio, simplemente admirando la primavera o escuchando el canto de los pájaros, pero hay otros momentos de diálogo en el que la persona se sincera, te cuenta y te comparte esos sentimientos que lleva en el corazón. Creo que Dios siempre sorprende y en estas personas me encuentro con Él mismo, haciéndose realidad eso de que “recibes más de lo que das”.
#10de10 #SomosIglesia24Siete #quedan8
Elena Pérez Pastor
Voluntaria del Centro Residencial Betania