Fragilidad, servicio, comunidad y crecimiento. Estas palabras resumen mi experiencia durante estos meses, de pandemia y aislamiento.
Don Agustín, el párroco de Santa María de Guadalajara, unos días antes de la fiesta de San José, me pidió si podía echar una mano en la retrasmisión del Rosario y la Santa Misa, en el Canal de YouTube de la parroquia, que acabábamos de estrenar, para acompañar a todos los miembros de nuestra parroquia en estos días de aislamiento.
Accedí encantado. Vivo muy cerca de Santa María, disponía de tiempo y todo el tema audiovisual y tecnológico me gusta un montón.
Los primeros días estábamos varias personas para repartirnos el servicio, pero con los primeros contagios y cuarentenas, nos quedamos muy pocas personas para realizar la labor.
Mi recuerdo de esos días es de “soledad” y silencio. Pongo “soledad” entre comillas porque, aunque diariamente estamos 3 o 4 personas en Santa María, sentía la presencia inefable de tantas personas que nos seguían desde la televisión o las redes sociales. Alguna vez, al contestar alguna llamada, o ver los mensajes que nos mandaban, para agradecer la labor, se materializaba esa comunión y se escapaba alguna lágrima. Es paradójico, pero esta “soledad” ha sido la experiencia más fuerte que he tenido de comunidad.
Personalmente, estos días me han servido para crecer en mi vida interior, palpar la necesidad de reflexión y de silencio, constatar la fragilidad humana y comprobar que lo que nos hace fuertes como personas y como sociedad, es la solidaridad que se fundamenta en la caridad, fruto de la unión personal de cada uno de nosotros con Cristo. No puedo estar más agradecido.
#10de10 #SomosIglesia24Siete #quedan6
Fernando L. García Isidoro
Voluntario en las retransmisiones de la concatedral