- Mateo 28, 20: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Es una de las promesas que Jesús nos deja en su Palabra.
- Cualquiera de nosotros: “Y en esta situación de dolor, de enfermedad, de muerte, ¿dónde está Dios?” Es una pregunta que se ha escuchado en estos días y en otras circunstancias, y que tal vez nosotros hemos planteado, o al menos hemos tenido la tentación de plantear.
No es mi intención escribirles un breve tratado teológico sobre esta cuestión. Además, cuántas veces los tratados teológicos quedan muy bien en papel o en pantalla, pero luego en la vida real no llegan a tocar nuestro corazón ni a curar nuestra herida.
Desde mi experiencia como capellán de hospital les puedo asegurar que Dios sí que está a nuestro lado siempre. Somos nosotros los que a veces no estamos con Él.
Desgraciadamente he tenido ocasión de comprobar –y no sólo durante esta pandemia-, cómo el dolor, la pena, el miedo, la cercanía de la muerte, etc., pueden ser vividas como experiencias tan determinantes, que nos pueden cegar de tal manera que fijan completamente nuestra mirada no en Jesús, sino en esas mismas experiencias que nos toca vivir. Cuando esto sucede, ni vemos a Dios ni a nadie ya a nuestro lado; me explico: nuestra mirada queda tan marcada ya por ese dolor, ese miedo, o lo que quiera que sea, que sólo vemos eso. No vemos ya a Dios, ni esa mano amiga, ni esa persona que nos acompaña. Entonces, el paso por la enfermedad o la cruz aún se vuelve más amargo. No escojan nunca ese camino. Por mucho que les golpee la vida no pierdan de vista a Jesús, confíen en Él, no pierdan de vista a todas las personas que les puedan acompañar con amor.
Pero he dicho que no quería escribir ningún tratado. Voy a los hechos. Tres en concreto:
- He visto la encarnación de Dios, de su ternura, de su bondad, de su misericordia, en la entrega de todos los que trabajan en el hospital, y eso a mí me ha cuestionado: ¿encarno yo a Dios en mi vida? Desde la Dirección, pasando por el personal médico y de enfermería, auxiliares, celadores, limpieza, hostelería, seguridad, mantenimiento, capellanes... no quiero dejarme a nadie. Todos han sumado esfuerzos en favor de los pacientes. Gracias.
- He sentido cómo el Espíritu de Dios me “llevaba” a auxiliar a alguna persona ahora y tantas veces, como moviendo los hilos para que al final yo lograra ayudar a alguien, o para que esa persona pudiera morir en paz, por ejemplo.
- Hablando de morir en paz: durante estos meses en los que el hospital se convirtió en una especie de campo de batalla, me llaman un día a Urgencias para atender a una señora –que por cierto me conocía-, y que estaba en uno de los boxes con una inusual alteración. Mejor dicho: estaba muy asustada. Neumonía bilateral y otros síntomas del coronavirus. Con mascarilla y reservorio de oxígeno puesto, pulsaciones a tope, angustia, estaba aterrada y había llamado al capellán. Tras una muy sentida Confesión y al recibir la Unción de los enfermos, aquella buena mujer quedó tan agradecida... dejé que estrechara mis manos, y casi llorando de emoción comentamos que ya estaba en paz, tranquila, que pasara lo que pasara nos encomendábamos al Señor y estábamos en sus manos. Que sea lo que Dios quiera –me dijo-. Estuve con ella bastante rato hasta que poco a poco desaparecieron esos nervios y miedos. Le dije que en mi próxima guardia preguntaría por ella, iría a visitarla, y le llevaría la Comunión.
Cuando volví a entrar y pregunté por mi amiga, me enteré de que aquella noche la llevaron a la UCI, y tras un inesperado empeoramiento, murió.
¿Saben qué? aquella mujer quedó en paz. Jesús estuvo junto a ella en su soledad confortándola, dándole su perdón, su gracia, acompañándola como sólo Él nos puede acompañar en esos momentos: desde dentro, haciendo que dejara este mundo en paz y con toda su confianza puesta en Dios, sin miedo. Es emocionante sentir cómo Dios transfigura la más horrible de las situaciones que podamos vivir, y nos salva, aun en la muerte, especialmente en la muerte. Gracias Señor.
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo...” Es verdad. Pon tu mirada en Jesús y clama a Él. De una manera u otra Dios rescatará nuestra vida de la angustia. Amén.
#10de10 #SomosIglesia24Siete #quedan4
Por Francisco Olivares
Capellán del Hospital Universitario de Guadalajara