Siguiendo las orientaciones que el Plan Pastoral nos hace, concretamente en el Capítulo I del mismo, donde se nos invita a revitalizar la fe de las comunidades que conforman nuestra Diócesis, desde la Delegación para la Nueva Evangelización hemos colaborado en la preparación de un calendario en el que se ofrece la oportunidad de participar en unos Ejercicios Espirituales, como ocasión privilegiada para vivir la experiencia de escucha de la Palabra de Dios, de silencio y oración, de una forma más intensa, saliendo de la cotidianeidad y propiciando de esta forma, el encuentro personal con Jesucristo.
Las posibilidades que se ofrecen en este calendario son tres, cada una de las cuales es, de alguna manera, diferente, en cuanto a la duración, a la manera de llevarse a cabo y al lugar concreto donde realizarse.
La primera de ellas se ha llevado a cabo en la parroquia de San Antonio de Padua, aprovechando la convocatoria que todos los años hace la Acción Católica. Fueron dirigidos en esta ocasión por Santiago Moranchel, párroco de la UDAP de Budia y la valoración de las personas que participaron en ellos fue de gran satisfacción por la experiencia de Dios que, una vez más, habían podido vivir de una forma especialmente intensa.
El fin de semana pasado, concretamente desde el viernes por la tarde hasta el domingo, también por la tarde. Un grupo de cincuenta personas de diversas edades y procedencias, parroquias, movimientos y delegaciones, se dirigían a Buenafuente del Sistal para estrenar el tiempo de cuaresma en el silencio y la paz que allí se respira. En esta ocasión fue Carmen Martínez, Hermana de la Caridad de Sta Ana, la encargada de acompañarles con sus charlas y su testimonio personal. A través de imágenes, canciones, lecturas y, como decía antes, sus palabras vivas y cercanas, Carmen ha hecho sentir a todos que son hijos muy amados y queridos por Dios, padre misericordioso y tierno que ha creado al hombre a su imagen y que lo sigue modelando y recreando cada día.
Desde la contemplación de la creación como obra suya, pasando por nuestra propia creación a su imagen, ha resultado muy fácil descubrir a ese Dios tierno y entrañable que se inclina hasta el hombre para levantarlo en su debilidad. El silencio, la oración personal y comunitaria, los momentos en los que se han compartido vivencias íntimas y llenas de riqueza y hondura espiritual, han contribuido de una manera muy especial a ver y sentir todavía más vivo y cercano ese amor del Padre Dios.
Por último, y también en Buenafuente, esta vez con una duración mayor en el tiempo, se ofrece para el verano, en concreto del 24 al 31 de julio, la posibilidad de vivir de nuevo esta experiencia siempre tan enriquecedora como necesaria para todo cristiano, sea sacerdote, religioso o laico.
Sólo nos queda animar a vivir, donde y cuando sea posible, la experiencia de unos días dedicados al silencio, la oración y el encuentro con Dios y los hermanos.
