En el siglo VI Doroteo de Gaza explicó con brillantez el misterio de la Iglesia como comunión:
“Suponed un círculo trazado sobre la tierra, es decir, una línea redonda dibujada con un compás en torno a un centro. Imaginaos que el círculo es el mundo, el centro Dios, y los radios los diferentes caminos o maneras de vivir que tienen los hombres. En la medida en que los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia el centro del círculo, y van penetrando en su interior, entonces se van acercando también los unos a los otros. Y en la medida en que se van acercando unos a otros, se acercan simultáneamente a Dios. Y comprenderéis que lo mismo ocurre en sentido contrario, cuando nos alejamos de Dios y nos retiramos hacia afuera. Es obvio que cuanto más nos separamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros, y que cuanto más nos separamos los unos de los otros, más nos alejamos de Dios”.
No se puede decir más con menos, ni explicar con más sencillez lo que significa la unidad de la Iglesia.
Este texto se encuentra en los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que para este año ha preparado la Comunidad de Grandchamp.
El tema escogido, Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia, se basa en el texto de Juan 15, 1-17, y refleja la vocación a la oración, a la reconciliación y a la unidad de la Iglesia y de toda la familia humana de la Comunidad de Grandchamp (https://www.grandchamp.org/).
El material de este año insiste en cuatro dimensiones de la unidad:
- Permanecer en el amor de Dios es reconciliarse con uno mismo: Nuestros corazones, cuerpos y mentes, lejos de ser uno, a menudo se encuentran dispersos e impulsados hacia diferentes direcciones. El cristiano desea ser uno en sí mismo y estar unidos a Cristo. Jesús nos dice «Permanece en mí como yo permanezco en ti» (Jn 15, 4a). Una vida íntegra presupone un camino de auto aceptación y de reconciliación con nuestras historias personales y heredadas.
- De permanecer en Cristo a dar frutos: «La gloria de mi Padre se manifiesta en que produzcáis fruto en abundancia» (Jn 15, 8). No podemos dar frutos por nuestra cuenta. No podemos dar frutos separados de la vid. Lo que produce frutos es la savia, la vida de Jesús que fluye en nosotros. Permanecer en el amor de Jesús, seguir siendo un sarmiento de la vid, es lo que permite que su vida fluya en nosotros.
- Permaneciendo en Cristo, la fuente de todo amor, el fruto de la comunión crece: Las divisiones entre cristianos, que nos alejan a unos de otros, son un escándalo porque también nos alejan de Dios. Muchos cristianos, conmovidos por esta situación, oran fervientemente a Dios por la restauración de esa unidad por la que Jesús oró. La oración de Cristo por la unidad es una invitación a retornar a él y a acercarnos unos a otros, regocijándonos en la riqueza de nuestra diversidad.
- Permaneciendo en Cristo, el fruto de la solidaridad y del testimonio crece: Aunque nosotros, como cristianos, permanecemos en el amor de Cristo, también vivimos en una creación que gime mientras espera ser liberada (cf. Rom 8). Atestiguamos que en el mundo existe el mal del sufrimiento y del conflicto. A través de la solidaridad con los que sufren, permitimos que el amor de Cristo fluya a través de nosotros. El misterio pascual da fruto en nosotros cuando ofrecemos amor a nuestros hermanos y hermanas, y así alimentamos la esperanza en el mundo.
Rafael Amo Usanos
Delegado diocesano de Ecumenismo