El 8 de febrero hemos celebrado la Jornada Mundial de Oración Contra la Trata de Personas. Como diócesis, nos hemos unido de manera virtual a la vigilia de oración para pedir por esta “herida en el cuerpo de la humanidad contemporánea” (Papa Francisco).
Desde la Delegación Diocesana de Migraciones, hemos propuesto la celebración presencial dentro de la eucaristía del tercer domingo de cuaresma, en la Parroquia de San Pedro Apóstol a las 12:00 horas, para hacer un llamado a la conversión personal y comunitaria, teniendo presente este flagelo.
¿De qué y para qué convertirnos? Pueden ser preguntas que nos hacemos en estos tiempos. Con la Jornada de la Trata de Personas, Papa Francisco nos pone frente al modelo económico en el que estamos inmersos, que ha traído mejoras, pero también ha reducido a la persona a mercancía. En su mensaje de este año, nos invita a pensarnos desde una "Economía sin trata de Personas” porque <hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. [...] La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin>. Esto convierte a la trata de personas y a otras formas actuales de esclavitud en un problema mundial que necesita ser tomado en serio por la humanidad en su conjunto, porque "como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad". FT,24
