En este tiempo con tantas interferencias y tanto ruido, no estamos acostumbrados a pararnos un rato y estar en silencio. Esa oportunidad de callar y escuchar; nos la ha dado el círculo de silencio celebrado la mañana del día 16 de marzo. Silencio para llenarlo de rostros, de personas que vienen a buscar un futuro mejor aún a riesgo de perder sus vidas, silencio para que resuenen en nuestro corazón, los miles de personas que mueren sin que nadie las recuerde en el mar o en una frontera intentando alcanzar su sueño.
Silencio que se hace oración, deseando que se remueva el corazón y caigamos en la cuenta que son nuestros hermanos y hermanas, hijas e hijos del mismo Padre bueno que quiere una vida digna para todos.
Silencio que se plasmó en palabras en las hojas del árbol que estaba en el centro: acogida, integración, esperanza, igualdad de oportunidades….
Silencio que se puede trasformar en saludo y palabras de ánimo para ese vecino que ha nacido lejos de estas tierras.
Delegación Diocesana de Migraciones