El 1 de enero trae el comienzo del Año Nuevo y reúne varios motivos de celebración para la comunidad católica. Sobresalen la conmemoración litúrgica de Santa María, Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz. El título de Madre de Dios reconoce y celebra el don primordial y más propio de Santa María, pues de su condición de madre de Cristo derivan el resto de títulos y advocaciones con que el pueblo cristiano la ha honrado a lo largo de los siglos. Por eso, el Concilio Vaticano II y su consiguiente reforma litúrgica ubicaron esta solemnidad en el día que abre el calendario anual, en la octava del nacimiento de Cristo.
La Jornada Mundial de la Paz la instituyó el papa Pablo VI en 1968 como convocatoria de paz y de fraternidad dirigida a toda la humanidad, apelando a la buena voluntad de hombres y mujeres en un contexto mundial convulso. El lema elegido este año dice «Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz» y es el título del mensaje que ha escrito el papa Francisco para esta edición número 56 de la Jornada de la Paz. La reflexión papal gira en torno a dos temas: la pandemia de la Covid-19 y la guerra en Ucrania.
Además, según los relatos evangélicos, el día octavo después de la Natividad se rememora la circuncisión del Niño y la imposición del nombre de Jesús.