Con motivo de la celebración de la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, el Papa Francisco nos invita a vivir, en el ambiente sinodal en el que la Iglesia universal y nuestra diócesis se encuentran, a descubrir que nuestros hermanos mayores y enfermos nos necesitan y son el centro de atención del Señor que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino.
Jesús nos enseña a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura.
El Papa nos invita a reflexionar en la parábola del Buen Samaritano. La conocemos de memoria, pero no podemos olvidar que en ella todos nosotros tenemos un papel importante. Unas veces seremos el herido del camino, otras veces seremos los dos que pasan de largo -ójala que estos lo seamos pocas veces- otras veces seremos el samaritano o el posadero que cuida del herido.
Ante los rostros desgastados de nuestros mayores y enfermos no debemos tenerlos como una carga ni que ellos se sientan como una carga para sus seres queridos más cercanos. Sus rostros nos hablan de esfuerzo, dedicación, cansancio, cariño, trabajo y, por supuesto, de amor entregado a los suyos.
La enfermedad y el avance de los años – con sus debilidades- nos llegan a todos. Todos necesitamos esa atención compasiva que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar.
Jesús nos da la “receta”: “Haz tú lo mismo”; ahora nos toca a nosotros llevarla a la práctica.
📄 Estampa de la Campaña del Enfermo 2023