La entrada y toma de posesión del nuevo obispo de Sigüenza-Guadalajara cumplió el programa previsto y discurrió en clima festivo y de contento. Fieles y autoridades, religiosas y civiles, pusieron calor en los lugares y actos de recibimiento: Alcolea del Pinar, Barbatona, Sigüenza y Guadalajara.
El viernes 22, a las cinco en punto de la tarde, llegaba monseñor Ruiz Martorell a Alcolea del Pinar, primera estación de su entrada en la diócesis. La iglesia parroquial mostraba el rostro hermoso de la ornamientación floral y el calor simpático de los feligreses que acudieron a recibir al nuevo prelado. Allí presidió una sencilla y profunda celebración litúrgica. Sin solución de continuidad, la segunda parada fue en el santuario de Ntra. Sra. de la Salud de Barbatona, donde le acogieron miembros de la Cofradía de la Virgen de la Salud y de otras hermandades seguntinas. Uno de los abades, Jesús de las Heras, presidió la acción litúrgica junto con el canónigo Felipe Peces. También allí don Julián Ruiz dirigió unas palabras a los asistentes. Y los dos obispos, entrante y saliente, firmaron en el libro de honor del santuario.
La cumbre de la toma de posesión fue en Sigüenza, sede histórica y principal de la diócesis, en la fría mañana del sábado 23. Discurrió con los tres momentos que marca el ritual y la costumbre. Primero, tras el saludo a las autoridades seguntinas en la calle Santa Bárbara, cabalgó a lomos de la yegua Ginebra el tramo de la calle de José de Villaviciosa que lleva desde la puerta del Asilo de Ancianos hasta la plaza de Hilario Yaben. El recorrido fue acumulando asistentes, más fieles unos, más curiosos otros. Allí desmontó y saludó a los obispos José Sánchez y Atilano Rodríguez, que le iban a acompañar, calle Guadalajara arriba, hasta la catedral. En el atrio catedralicio le esperaban el cabildo y el nuncio apostólico, Bernardito Auza. Toda la comitiva se adentró en el templo para la gran liturgia de la toma de posesión, tras otras dos paradas en el altar de la Virgen de la Mayor y en la capilla del Santísimo.
Los primeros minutos de la eucaristía sirveron para proclamar el nombramiento del nuevo obispo de Sigüenza-Guadalajara, ceremonia que presidió Bernardito Auza en nombre del papa Francisco. A partir de la lectura de las Letras Apostólicas, las que acreditan el nombramiento episcopal, el presidente de la liturgia eucarística pasó a ser monseñor Julián Ruiz Martorell. Mitra, báculo y cátedra completaban las credenciales episcopales.
El crucero de la catedral mostraba apariencias luminosas y festivas, tanto por la belleza artística, cuanto por la presencia de los fieles que llenaban bancos y asientos dipuestos para el acto. Entre ellos, las autoridades civiles locales, provinciales y regionales, con el presidente Emiliano García-Page a la cabeza. Concelebraban la eucaristía una treintena de obispos, entre elllos los cardenales de Barcelona y de Madrid, Juan José Omella y José Cobo, además de centenar y medio de sacerdotes, entre diocesanos y venidos de fuera.
El episodio de felicitaciones, al concluir la eucaristía, cerró esta cumbre de la toma de posesión. La numerosa familia de don Julián, las autoridades, los fieles seguntinos y del resto de la diócesis, además de otros venidos de diversas geografías, formaron una fila larga, en minutos y en metros, para ir saludando y felicitando al nuevo obispo de Sigüenza-Guadalajara. Las canciones del coro Ciudad de Guadalajara y las armonías del órgano enfatizaron la gracia del momento y de la entera ceremonia.
Espléndido complemento a esta toma de posesión fue la misa solemne tenida en la concatedral de Santa María de Guadalajara el martes 26 a partir de las seis de la tarde. Numerosa participación de sacerdotes concelebrantes y el templo lleno de fieles lo confirmaron. Don Atilano y don Julián ejercieron de presidentes del rito litúrgico, el primero presentando al nuevo obispo y el segundo presidiendo la eucaristía y ofreciendo su primera predicación en la capital de la provincia. Como en Sigüenza el sábado, también en Guadalajara destacó la cordialidad y el gozo despertados por el recibimiento al nuevo prelado.