Jesús de las Heras Muela
(Sacerdote y periodista)
Fue la italiana Santa Catalina de Siena (1347-1380), en los albores del lamentable y tortuoso Cisma de Occidente (1378-1417) quien acuñó, dirigiéndose al Romano Pontífice, la hermosa y afortunada frase de que este, el Papa, es el «dulce Cristo en la tierra». Durante casi ocho años (19 de abril de 2005 - 28 de febrero de 2013), el Jesucristo Señor de la Iglesia confió la guía de esta a un hombre dulce en el mejor sentido de la palabra: Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.
En un acto que él mismo calificó de «gran importancia para la vida de la Iglesia», el todavía Pontífice —ya Papa emérito— decidió el 11 de febrero de 2013 (hace tres años) anunciar su renuncia al ministerio petrino, renuncia que fue efectiva desde las 20 horas del viernes 28 de febrero de 2013, hace ahora tres años.
La Iglesia entró, de este modo, en una situación prácticamente inédita desde hace cerca de un milenio. Pero si algo —que es mucho— queda claro de todo esto es que Dios es el Señor de la Iglesia y que a la comunidad eclesial —pastores y fieles— lo primero y fundamental que nos corresponde es confiar en sus manos providentes.
Tres años después, bueno es hacer memoria del don del carisma petrino vivido tan admirablemente por Benedicto XVI a través de algunos de los episodios más dulces y apacibles de sus ocho años calzando las sandalias de su Pescador, de sus ocho años como el «dulce Cristo en la tierra».
44 santos
De estos cuarenta y cuatro santos, canonizados por Benedicto XVI en ceremonias celebradas entre el 23 de octubre de 2005 y el 21 de octubre de 2012, cinco son españoles: el dominico y fundador San Francisco Coll Guitar, el joven monje trapense San Rafael Arnaiz Barón, Cándida María Cipitria Barriola, fundadora de las Jesuitinas (Congregación de las Hijas de Jesús), Bonifacia Rodríguez Castro, fundadora de las Siervas de San José, la madre María del Carmen Sallés Barangueras, fundadora de la Congregación de las Hermanas Concepcionistas Misioneras y de la Enseñanza. Esta última fue canonizada el 21 de octubre de 2012, en las últimas canonizaciones presididas por Benedicto XVI.
Hubo nueve celebraciones de canonizaciones, ocho en el Vaticano, y una en Sao Paulo (Brasil).
Los cuarenta y cuatro santos de Benedicto XVI proceden de Italia (14), España (5), Francia (4), Alemania (2) y un santo de Chile, Ucrania, México, Brasil, Malta, Holanda, India, Suiza, Ecuador, Polonia, Portugal, Bélgica, Australia, Canadá, Estados Unidos de América y Filipinas.
Con fecha 11 de febrero de 2013, el mismo día del anuncio de su renuncia al ministerio apostólico pretrino, Benedicto XVI promulgó las siguientes canonizaciones, fijando el domingo 12 de mayo como fecha de las mismas en la Plaza de San Pedro de Roma: Antonio Primaldo y 799 compañeros mártires (Italia); Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upegui (Colombia); y María Guadalupe García Zavala (México). Fue ya el nuevo Papa, Francisco, quien presidió la celebración.
Beatos españoles
A lo largo de estos ocho años Benedicto XVI autorizó la beatificación de 544 españoles, incluidos los 498 mártires beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007. Nada más comenzar su ministerio Benedicto XVI, también en Roma, fue beatificada Ascensión del Corazón de Jesús.
También en Roma, en octubre de 2005, fueron beatificados ocho mártires de la última persecución religiosa en España (José Tapiés Sirvant y seis compañeros sacerdotes de Urgell, y María de los Ángeles Ginard Martí.
Ya en distintas ciudades de España fueron beatificados Margarita María López de Maturana, Carmen del Niño Jesús, Ciriaco María Sancha y Hervás, Josep Samsó Elias, Bernardo Francisco de Hoyos, José Tous y Soler, Manuel Lozano Garrido, Leopoldo de Alpandeire, María de la Purísima de la Cruz, Juan de Palafox y Mendoza, María Catalina Irigoyen Echegaray, 22 religiosos oblatos y un laico mártires, Ana María Janer Anglarill.
En Brasil fueron beatificados Mariano de la Mata Aparicio y Manuel Gómez González; y en México, Andrés Solá y Molist.
Y para el domingo 7 de abril de 2013, Benedicto XVI firmó el correspondiente decreto de beatificación del padre Cristóbal de Santa Catalina Fernández Valladolid. Será en la catedral de Córdoba. Por otro lado, el 7 de octubre de 2012, el todavía Papa, presidió la solemne proclamación de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia universal.
El 13 de octubre de 2013, en la ciudad de Tarragona, fueron beatificados otros 522 mártires del siglo XX en España. Ya era Papa Francisco, pero el correspondiente decreto fue firmado todavía por Benedicto XVI.
Trazos de un retrato
A los tres años de la despedida de Benedicto XVI podríamos trazar también un retrato personal. En él comprobaríamos cómo el Señor le concedió a él y con él a su Iglesia el don de la dulzura. ¿Cuáles serían los trazos de este retrato? He aquí algunas pinceladas de este retrato: De Benedicto XVI hemos admirado y admiramos su sello personal: sencillo, humilde, familiar, tímido, reflexivo, inteligente, brillante.
Desde estas claves también ha sobresalido su espléndida formación humanística, filosófica y sobre todo teológica.
Sin exhibicionismos de ningún tipo, de Benedicto XVI hemos comprobado también un talante de honda espiritualidad, bien anclada en la Palabra de Dios y en la Patrística, su piedad y su condición de hombre de oración, amante de la liturgia y buen conocedor de su esencia y sentido profundo.
Sacerdote y teólogo, como las dos claves de su ADN personal y ministerial, ha sido el Papa de la palabra y de la verdad, el Papa humilde y sabio, el Papa vulnerable y fuerte, el Papa sereno y luminoso, el Papa apacible y firme. Desde los anteriores parámetros y desde su vida entera, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI ha servido siempre al fomento y a la búsqueda del diálogo razón y fe, ciencia y religión, iglesia y cultura, ley natural y legislaciones positivas, fundamentos prepolíticos y democracia.
Impagable y luminosa ha sido igualmente su contribución para una lectura adecuada del Concilio Vaticano II. Es la lectura de la hermenéutica de la continuidad, de la acogida creativa de la novedad en la continuidad y en la fidelidad. Y dígase lo mismo, esto es, continuidad, reactualización y profundización, ha sido su aportación al magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia.
La vuelta a las raíces, a lo esencial, a centrar, en suma, la mirada en Jesucristo, el Señor de la Iglesia, el Señor del tiempo y de la historia, ha sido igualmente uno de los acentos y énfasis más reiterados durante estos años. Ello se ha traducido a un esfuerzo constante por hacer presente a Dios a un mundo que vive como si Dios no existiera y por mostrar cómo ni Dios ni su Iglesia son los enemigos de la humanidad, sino todo lo contrario. Y es que la vida del hombre tiene un origen, un camino y un destino, un pasado, un presente y un futuro en Cristo, en el Dios del Amor.
La honestidad, la valentía, la fortaleza, la constancia, la humildad y la capacidad de perdón para afrontar las crisis y las críticas como las vividas desde las polémicas tras el discurso de Ratisbona a la crisis de la pederastia, desde el boicot de una ínfima parte de la comunidad educativa a su presencia en la Universidad La Sapienza de Roma a la manipulación de sus declaraciones sobre los preservativos en su viaje a África o desde el Vatileaks a su último gesto de renuncia al ministerio petrino… Y, por supuesto, tres años después ya, su nuevo saber estar en la penumbra, en el silencio, en la oración, en el retiro. ¡Gracias por todo y por tanto, querido Benedicto XVI, y ad multus annos!