Juan Pablo Mañueco

(Escritor y periodista)

 

 

 

DESPUÉS QUE PASES, LUEGO QUE TE HAYAS IDO,
Entonces, cuando el mundo ni conozca siquiera
Sino que ya no eres, porque tu efímera carrera
Por las sendas caminó que conducen silenciosas al olvido…

 

Una presencia brillará en lo alto y lo hará de tal manera
En que no haya nación que no siga analizando el sonido
Sosegado de su son sonoro, y del mensaje en él sumido,
Que perdura cuando todo ya ha pasado, cayendo afuera.

 

Un hombre es que pervive vivo -más que nadie- y ha reunido
En torno a sí mayores controversias y esperanzas a su vera.
Padre de la confianza, agua para la gente en viaje -aún romera-
A la que da fortaleza, coraje y brío en un futuro a Él asido.

 

Su nombre es Jesús, el Cristo, y la misericordia es la escalera
En la que nos alza e iza y enarbola al mundo por él esclarecido…
Será Él quien perdure y siga, después que pases, ya dormido,
LUEGO QUE TE HAYAS IDO a gozar en otro lugar de su pradera,

 

hayan sido tus hazañas u escritos o esfuerzos, en este mundo… cualesquiera.

 

 

Juan Pablo Mañueco

Los versos del cardenal, 2017. Libro de poemas que se supone entregado por el cardenal Bergoglio a su asistente personal en el cónclave de 2013, en el momento de ser elegido Papa Francisco, para que los vaya publicado en ocasiones y medios que su asistente considere adecuados.

 

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Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Segunda entrega del Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario, que se celebra el domingo 16 o el domingo 23 de marzo

 

 

 

Bien el pasado domingo, día 16, bien este próximo, pasado mañana, día 23, y siempre en torno al 19 de marzo, fiesta de San José, es el día del Seminario.  Al compás del Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, “Sembradores de esperanza” es el lema de este año para el Día del Seminario, una veterana jornada eclesial (sus albores datan de 1922 en Plasencia, por iniciativa del sacerdote Pedro Ruiz de los Paños, y su institucionalización de 1935), destinada a apoyar a nuestros seminaristas y rezar por ellos, poner en valor la vocación sacerdotal y fomentar la pastoral vocacional.

Promueve el Día del Seminario la Subcomisión de la Conferencia Episcopal Española para los Seminarios. Entre los materiales para la animación del Día del Seminario 2025 se ha incluido un Vía Crucis. La pasada semana publicamos la introducción y las primeras cuatro estaciones y hoy ofrecemos cinco estaciones más del Vía Crucis, cuya entrega se completará la próxima semana.

 

 

Sentido y origen del Vía Crucis

El Vía Crucis es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos. ​ Se realiza el Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección.

Aunque ya venía rezándose antes de su formalización, fue en la primera mitad del siglo XV cuando el Vía Crucis, tal como lo conocemos hoy, tomó carta de ciudadanía en la Iglesia.

 Las catorce estaciones de este Vía Crucis son el Vía Crucis tradicional. Desde 1991, hay un segundo Vía Crucis: el creado por el Papa Juan Pablo II, con quince estaciones, basadas todas ellas en momentos del Nuevo Testamento. El Vía Crucis tradicional incluye alguna estación no bíblica en sentido estricto, sino procedente de la tradición cristiana.

 

Invocación y jaculatorias y oración final en cada estación

El rezo del Vía Crucis comienza con el saludo litúrgico habitual en este tipo de celebración. Se enuncia cada una de las estaciones y se aclama, a continuación “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”. Sigue la reflexión, en el modo que corresponda al hilo de cada estación y su contenido e interpelaciones.

Y cada estación concluye con una jaculatoria (en este Vía Crucis vocacional es esta: “Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

 

Quinta estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Del evangelio según san Mateo (27,32; 16,24): “Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga»”.

Tras la proclamación de este pasaje evangélico, el Vía Crucis vocacional ofrece esta oración-meditación: “Señor, tus sacerdotes te siguen, abrazando la cruz cada día y con su ministerio pastoral ayudan a muchos con el peso de sus cruces; llevan tu esperanza en medio de los sufrimientos y dificultades de la vida y nos recuerdan, todas las veces que sea necesario, que tú eres fiel y que podemos confiar en ti. Pero ellos también necesitan ayuda. Señor, que podamos estar atentos a las necesidades de nuestros sacerdotes y a ellos dales un corazón humilde que sepa pedir ayuda y dejarse ayudar; que no olviden que tu Iglesia pide sacerdotes santos, pero no superhéroes. En la diversidad de carismas y ministerios, recuérdanos que todos somos cireneos de nuestro prójimo y así cireneos para ti también”.

 

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor

Del libro del profeta Isaías (53, 2-3): “No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado”.

A esta mujer valiente que tuvo un gesto de misericordia contigo le regalas la imagen de tu rostro, el del más bello de los hombres, el rostro que recibe las heridas del pecado, que deforma al hombre, para devolvernos nuestra verdadera imagen. Señor, haz de tus sacerdotes imagen viva de tu belleza, imprime en ellos la belleza de tu rostro, la hermosa sencillez de tu presencia; que su vida, sus gestos, su presencia, su rostro, todo en ellos, hable de ti. Configura a tus sacerdotes con tu verdadera imagen.

 

 

Séptima estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez

Del libro de las Lamentaciones (3,1-2.9.16): “Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza”.

Y contemplamos y oramos esta séptima estación del Vía Crucis de este modo: “Te contemplamos en tierra por segunda vez. Tu caída nos habla de que has abrazado verdaderamente nuestra humanidad, débil y frágil. La cruz te pesa de verdad, los sufrimientos de la pasión te duelen de verdad. Tú, Jesús, asumes el plan de salvación hasta las últimas con secuencias para que no dudemos de que tu amor y el amor del Padre por cada uno de nosotros es un amor verdadero. Señor, que no falten a tu Iglesia sacerdotes que sean testigos de este amor, cercanos a los sufrimientos de los hombres; que sean sembradores de esperanza para los que pasan la noche del dolor”.

 

Octava estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez

Del evangelio según san Lucas (23,28-31): “Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros”; y a las colinas: “Sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»”

El texto para la oración de esta octava estación es este: “Tú no quieres consuelos superficiales ni los aspavientos de indignación que tanto gustan al mundo. Con la cruz camino del Calvario, nos invitas a considerar la gravedad del mal, la realidad de tantas estructuras de pecado que hacen de la humanidad leño seco que arderá fácilmente. Pero el fuego que tú has venido a encender es fuego purificador, es fuego que revela la verdad del amor. Danos, Señor, sacerdotes con palabras de fuego, con corazones de fuego, que, sin calcular cansancios ni obstáculos, se entreguen para poner tu Palabra, tu verdadera esperanza, en donde el mundo solo ofrece pequeños consuelos y vías de escape que alienan y adormecen el corazón. Sacerdotes que lloren contigo por la salvación de todos”.

 

Novena estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por tercera vez

Del libro de las Lamentaciones (3,27-32): Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor”.

Y proseguimos la meditación de esta nueva estación con esta plegaria: “Tus sacerdotes, Señor, también caen. Su camino de santidad no está libre de tentaciones y de tropiezos. El enemigo busca herir al pastor para dispensar al rebaño escandalizado por la caída de aquellos en los que confiaba. Señor, te pedimos por los sacerdotes que viven momentos de tentación y de prueba, sostenlos, que acojan la gracia de salvación y misericordia que nunca dejas de ofrecerles; que tus sacerdotes se dejen acompañar y sigan creciendo en santidad y en gracia que les ayude a renovar cada día su sí, alegre y confiado, sencillo y valiente, su sí herido, pero fiel, a la llamada que un día recibieron de ti. Y a nosotros ayúdanos a ser misericordiosos con los hombres que has llamado a la santidad sacerdotal”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 21 de marzo de 2025

Laura y María Lara Martínez

(Profesoras titulares de Universidad)

 

 

 

¿De dónde viene esta denominación?

El 15 de marzo de 1540 salía por la Puerta del Pópolo de Roma San Francisco Javier con el mandato misional de Paulo III de evangelizar las Indias Orientales. En el último abrazo, San Ignacio de Loyola le abrió su pobre ropa y le dijo: "Así, no, tienes que llevar camisa, ir bien protegido". Y le dieron ropa. Se sintió un privilegiado de la Compañía de Jesús. ¿De dónde sacaba el apasionamiento como misionero? De la oración. Usaba tanto las rodillas para adorar a Dios como la lengua para predicar. Les anunció la Buena Noticia del Evangelio. Su carácter alegre lo hacía irresistible en las conversiones, era misionero en su ambiente, en Comunión con la Iglesia. Él estaba en la vanguardia de la Misión, otros en la retaguardia. Santa Teresita del Niño Jesús es copratona de las Misiones junto a San Francisco Javier.

Javier inspira a todos: sacrificio, perseverancia, amor. Navarra es diócesis misionera.

¿De dónde viene el nombre de Javieradas?

Bernardo de Monzón escribió en 1669 el poema titulado Las Xaveriadas cuyo original se encuentra en el Museo Británico (Additional Manuscripts 19265).

Para el 4 de marzo de 1886 la Diputación Foral de Navarra organizó la peregrinación en acción de gracias a San Francisco Javier por librarse de la epidemia del cólera.

La primera Javierada oficial estuvo protagoniza por la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz el 10 de marzo de 1940, con la participación de alrededor de cinco mil peregrinos.

El Obispo Olaechea usa el concepto de Javierada en 1941 en sus homilías y José María Iribarren ya había registrado el neologismo en su Vocabulario navarro en 1952.

Hasta hace no mucho tiempo existía la Javierada masculina y la Javierada femenina. En el presente hay dos convocatorias mixtas en dos fechas diferentes, convocadas por el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela: la primera es el primer domingo entre el 4 y el 12 de marzo partiendo de pueblos del sur de Navarra, mientras que la segunda marcha hacia el castillo de Javier el sábado siguiente. Se calcula que, desde 1960, hay una participación media entre las dos Javieradas de 40.000 peregrinos. Asimismo, del 4 al 12 de marzo se está rezando la Novena de la Gracia que cada tarde retransmite Radio María a las 18:30.

En la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara está la parroquia de San Francisco Javier en Azuqueca de Henares. Todavía queda el segundo fin de semana de las Javieradas 2025, en este Año Jubilar.

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Esta semana, en las vísperas del Día del Seminario, y las dos próximas, ofrecemos el Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario

 

 

 

Al compás del Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, “Sembradores de esperanza” es el lema de este año para el Día del Seminario, una veterana jornada eclesial destinada a apoyar a nuestros seminaristas y rezar por ellos, poner en valor la vocación sacerdotal y fomentar la pastoral vocacional. La jornada conlleva también colecta imperada, que en nuestra diócesis suele superar cada año los 30.000 euros.

San José es el patrono de las vocaciones sacerdotales y el Día del Seminario se sitúa en torno a la fiesta litúrgica del santo, 19 de marzo, que este año es miércoles, de modo que el Día del Seminario se celebra el domingo más próximo, es decir, pasado mañana.

Toda la comunidad eclesial ha de intensificar su compromiso en pro de las vocaciones sacerdotales y, en consecuencia, se ha de potenciar más la celebración del Día del Seminario.  En el presente curso, hay en toda España 1.036 seminaristas mayores y en 2024 hubo 85 ordenaciones sacerdotales (una de ellas, en Sigüenza-Guadalajara), registros ambos superiores a los del curso pasado.

Nuestra diócesis cuenta con un seminarista ya en el segundo curso de estudios eclesiásticos. Es Enrique Herranz Romero es natural de Guadalajara (parroquia de Santa María), con raíces familiares en Chiloeches, tiene 41 años. Colabora pastoralmente con la Residencia de Ancianos Juan Pablo II de Alovera.

 

Introducción al Vía Crucis

La cruz, siendo el gran misterio de la historia, es, paradójicamente, el faro de esperanza para toda la humanidad. La cruz, abrazada por Jesús, se ha convertido en la llave que abre el camino de salvación para el ser humano, en la sutura que cose de nuevo a la humanidad rota por el pecado. Somos peregrinos de esperanza bajo el estandarte de la cruz, caminamos a la luz del amor de aquel que «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (cf. Juan 13,1).

Todos los bautizados somos testigos de la fuerza de esperanza que recibimos de la cruz del Señor; y para que nunca falte en medio de su pueblo la presencia del Crucificado y Resucitado, Él regala a la Iglesia el ministerio de los sacerdotes, que, configurando su vida con el misterio de la cruz, ofrecen el único sacrificio que redime al mundo.

En este Vía Crucis, queremos acompañar a Jesús camino del Calvario pidiendo por la santidad de nuestros sacerdotes y por las vocaciones al ministerio presbiteral.

Y este Vía Crucis sacerdotal y vocacional, tras al saludo litúrgico, comienzo con la lectura de este pasaje del evangelio según san Mateo (Mt 16,24-26): “Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”.

Y tras un silencio meditativo, se reza: “Oremos Señor Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, haz que los misterios de amor y de dolor de la pasión queden impresos en todos nosotros, y en especial en tus ministros, de la misma manera que quedaron impresos, al vivo, en tu cuerpo y en tu alma. Te lo pedimos a ti, que con el Padre… “.

 

Segunda estación: Jesús es condenado a muerte

Tras la invocación habitual en el Vía Crucis, en esta y en las demás estaciones, “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”, se da lectura al siguiente texto del evangelio según san Mateo (27,22-23.26): “Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». Contesta ron todos: «¡Que lo crucifiquen!». Pilato insistió: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Que lo crucifiquen!». Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran”.

A la lectura del evangelio, sigue esta meditación: ”Ante Pilato, Jesús, eres testigo de la verdad, testigo del Padre. Tus sacerdotes también están llamados a ser testigos de la verdad en medio de un mundo que dice que todo es relativo y al que solo le interesa lo que reporta una ganancia o una satisfacción inmediata. Señor, da a tus sacerdotes valentía para anunciar que tú eres la ver dad y dales claridad para explicar las razones de nuestra esperanza y las verdades de la fe a todos los que quieran escuchar”.

Concluye la estación, al igual que las demás, que una invocación y jaculatoria (“Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

 

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas

Enunciada la estación y rezada la invocación habitual ya citada, se lee esta cita del evangelio según san Mateo (27,27-31): “Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar”:

La estación concluye del modo ya indicado en la primera estación, pero antes se ofrece esta meditación: “Jesús, te vemos abrazar la cruz, te vemos decir amén a la voluntad del Padre. El día de su ordenación, tus sacerdotes prometieron obediencia a su obispo y a sus sucesores. Señor, que brille en tus sacerdotes una obediencia pronta y alegre a la voluntad del Padre que se manifiesta a través de la Iglesia y de las circunstancias, una obediencia fecunda para la misión y expresión de una libertad madura de hijos de Dios”.

 

Tercera estación: Jesús cae por primera vez

Realizadas la enunciación de la estación y la jaculatoria habitual, se proclama un del libro del profeta Isaías (53,4-6): “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes”.

Y se prosigue con esta oración: “Tú, Señor, cargas con nuestros pecados y caes bajo el peso de esta cruz para levantarnos del mal y de la muerte. Tus sacerdotes son el instrumento elegido para que todos puedan experimentar tu misericordia a través del sacramento de la confesión. Ayuda a tus sacerdotes a cuidar el ministerio de la confesión, que puedan dedicar tiempo a esperar y recibir a todos los que se acerquen buscando tu perdón; dales un corazón misericordioso como el tuyo, una escucha que sea acogida paterna y una palabra oportuna que transmita tu luz y sabiduría a cada penitente. Que tus sacerdotes no olviden el inmenso valor de sus horas de confesionario”. Y concluye la estación tal y como se indicó en la primera estación

 

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre en la Vía Dolorosa

La estación comienza y acaba tal y como venimos indicando. La lectura bíblica de esta cuarta estación es del evangelio según san Juan (19,25-27): “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio”.

Y la plegaria-meditación reza así: “Tu madre, Jesús, permanece en pie junto a tu cruz y acoge como hijo suyo a tu discípulo amado. María nos entregó al sumo y eterno Sacer dote que nos salva. También en la vida de tus sacerdotes sus madres tienen un papel especial. Señor, bendice la generosidad de las madres de los sacerdotes, dales sentido de fe a aquellas que no aceptan la vocación de sus hijos o que sufren por la separación que implica la misión que les encomiendas. Y a tus sacerdotes Señor, recuérdales siempre que cuentan con tu madre, María, que es también su madre. Dales un gran amor por la Virgen María, para que descansen en ella todas las fatigas y sufrimientos de su ministerio”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 14 de marzo de 2025

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Este es el tema y el lema que el Papa Francisco nos ofrece en su mensaje para la Cuaresma de este año, Cuaresma que discurre del 5 de marzo al 17 de abril

 

 

 

El miércoles, día 5 de marzo, anteayer, ha sido Miércoles de Ceniza, el comienzo la Cuaresma, los 40 días de preparación al Triduo Pascual, la celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La Semana Santa de 2025 será del 13 al 20 de abril.

El ayuno, la oración y la limosna son los tres medios tradicionales y siempre aptos para recorrer debidamente la Cuaresma.

Un año más, recomendamos, además, el rezo semanal parroquial del Vía Crucis, a poder ser los viernes. También recordamos que la Cuaresma es tiempo de ayuno en el Miércoles de Ceniza y en el Viernes Santo, este año, los días 5 de marzo y 18 de abril, respectivamente. Asimismo, todos los viernes cuaresmales son días de abstinencia de comer carne.

 

 

Lo que es y cómo es la Cuaresma

El ciclo cuaresmal cuatro días de la semana de Ceniza y seis domingos, incluido el Domingo de Ramos, pórtico solemne de la Semana Santa. La espiritualidad de estas semanas mira a preparar la vivencia de la Pascua de Resurrección con mayor intensidad religiosa en las celebraciones litúrgicas y en prácticas como la oración, los retiros, la limosna, el ayuno y la penitencia. El ambiente cuaresmal se aprecia también en las celebraciones: los ornamentos son de color morado, se suprime el Gloria y el Aleluya y el templo aparece más sobrio. Todo ello hasta el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que será el 20 de abril.

De alguna manera, estos seis domingos y semanas podríamos que decir que se dividen en dos partes. La primera parta va desde el Miércoles de Ceniza hasta la víspera del Domingo IV de Cuaresma, que es llamado el Domingo “Laetare, domingo de la alegría ante la tan próxima Pascua. 

Y ya la segunda parte, intensificando las notas propias cuaresmales, hasta su culminación con el Triduo Pascual (desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Pascua y, por extensión, durante toda la semana de Pascua, incluido el segundo domingo pascual, Domingo, a su vez, de la Divina Misericordia).

Por iniciativa del Papa Francisco, y desde 2014, para visibilizar este tránsito entre dos partes citadas de la Cuaresma, desde la tarde del viernes de la tercera semana de Cuaresma hasta la tarde del sábado ya víspera del cuarto domingo cuaresmal, se celebra la Jornada 24 horas para el Señor”. Es una convocatoria en toda la Iglesia universal destinada a la adoración eucarística y a las confesiones sacramentales. Este año será de la tarde del viernes 28 a la tarde del sábado 29 de marzo. Su lema de este año es “Tú eres mi esperanza” (Salmo 71, 5).

 

Mensaje íntegro del Papa Francisco para la Cuaresma 2025

 “Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa Cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» (1 Corintios 15,54-55).

Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Juan 10,28; 17,3).

En esta Cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofreceros algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.

 

Antes que nada, caminar

El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida.

Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.

 

 

 

Hagamos este viaje juntos

La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Gálatas 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

En esta Cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades.

Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.

 

En la esperanza de una promesa

En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Romanos 5,5), mensaje central del Jubileo, sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8, 38-39)». Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado, y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás? 

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Romanos 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» (1 Timoteo 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» (Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3).

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 7 de marzo de 2025

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