Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

El presente año 2024 está dedicado por el papa Francisco a la oración en el itinerario de toda la Iglesia universal hacia el Año Santo Jubilar de 2025

 

 

 

 

La Iglesia católica universal se apresta para la celebración del Año Santo 2025, año santo y jubilar romano en el dos mil veinticinco aniversario de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. Ya nos adentraremos más adelante en este tema. Ahora nos fijamos que, en que el caminar hacia el año 2025, año santo jubilar romano, el Papa Francisco ha fijado para 2024 la oración como tema de preparación al año santo. En 2023, fue la reactualización de los contenidos del Concilio Vaticano II.

Con estas palabras lo anunció el Santo Padre tras el rezo del ángelus del domingo 21 de enero pasado: “Los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa, con la que comenzaremos el Jubileo. Os pido que intensifiquéis la oración para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios. Por eso comenzamos hoy el Año de la oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo. Nos ayudarán también los subsidios que el Dicasterio para la Evangelización pondrá a nuestra disposición”.

Y precisamente en estos materiales recién aludidos se inspiran las siguientes líneas de este artículo, en el que, tras una cita del Papa Francisco, aparecerá el contexto y de la fecha de la misma.

 

Qué es la oración

“La oración es el aliento del alma, es el aliento de la fe. En una relación de confianza, en una relación de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios. Es importante encontrar momentos en el día para abrir el corazón a Dios, incluso con palabras sencillas” (Discurso, 14-12-2014).

“La oración del cristiano nace, en cambio, de una revelación: el Tú de Dios no ha permanecido envuelto en el misterio, sino que ha entrado en relación con nosotros… La oración del cristiano entra en relación con el Dios de rostro más tierno, que no quiere infundir miedo alguno a los hombres. Esta es la primera característica de la oración cristiana, mediante la cual nos atrevemos a llamarlo con confianza con el nombre de padre, papá” (Audiencia general, 13-5-2020).

La oración es un encuentro con Dios, con Dios que nunca defrauda; con Dios que es fiel a su palabra; con Dios que no abandona a sus hijos” (Homilía, 29-6I-2015).

Orar es devolver el tiempo a Dios, salir de la obsesión de una vida a la que siempre le falta tiempo, redescubrir la paz de las cosas necesarias y descubrir la alegría de los dones inesperados” (Audiencia general, 26-8-2015).

 

Por qué orar

“¿Por qué rezo? Rezo porque tengo necesidad. Esto lo siento, lo que me impulsa, como si Dios me llamara a hablar con Él” (Entrevista del Papa Francisco a jóvenes de Bélgica, 31-3-2014).

El encuentro con Dios en la oración os ayudará a conocer mejor al Señor y a vosotros mismos. La voz de Jesús hará arder vuestros corazones y vuestros ojos se abrirán para reconocer su presencia en vuestra historia, descubriendo así el proyecto de amor que Él tiene para vuestra vida” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de 2015).

“La oración nos da la gracia de vivir fieles al plan de Dios” (Audiencia general, 17-4-2013).

“La fe no nos aleja del mundo, sino que nos inserta más profundamente en él. ¡Esto es muy importante! Debemos adentrarnos en el mundo, pero con la fuerza de la oración. Cada uno de nosotros desempeña un papel especial en la preparación de la venida del Reino de Dios en el mundo” (Discurso en Manila, 16-I-2015).

“La oración, el ayuno y la limosna nos ayudan a no dejarnos dominar por las cosas que parecen: lo que cuenta no es la apariencia; el valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de lo que tenemos dentro” (Homilía, 5-3-2014).

La oración preserva al hombre del protagonismo por el que todo gira a su alrededor, de la indiferencia y del victimismo” (Discurso, 15-VI-2014).

“Con la oración permitimos que el Espíritu Santo nos ilumine y nos aconseje sobre lo que debemos hacer en ese momento” (Audiencia general, 7-5-2014).

Sin oración, nuestra acción se vuelve vacía y nuestro anuncio no tiene alma, porque no está animado por el Espíritu” (Audiencia General, 22-5-2013).

“La oración no es un sedante para aliviar las angustias de la vida; o, en todo caso, tal oración no es ciertamente cristiana. Más bien, la oración nos da poder a cada uno de nosotros” (Audiencia general, 21-10-2020).

“¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser, estar ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!” (Exhortación apostólica Evangelii gaudium 264).

 

Cómo orar

La verdadera oración es familiaridad y confianza con Dios, no es recitar oraciones como un loro… Estar en oración no significa decir palabras, palabras, palabras: no, significa abrir mi corazón a Jesús, acercarme a Jesús, dejarle entrar en mi corazón y hacerme sentir su presencia allí.  Es vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo habla a su amigo” (Audiencia general, 28-9-2022).

Cuando oramos debemos ser humildes: ésta es la primera actitud para ir a la oración. Así nuestras palabras serán realmente oraciones y no un galimatías que Dios rechaza” (Audiencia general, 26-5-2021).

“Este es el camino para aceptar a Dios, no la habilidad, sino la humildad: reconocerse pecador. Confesar, primero a uno mismo y luego al sacerdote en el sacramento de la reconciliación, los propios pecados, las propias carencias, las propias hipocresías; bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento” (Ángelus, 4-12-2022).

“Hay que quitarse la máscara –cada uno la tiene– y ponerse a la altura de los humildes; liberarse de la presunción de creerse autosuficientes, ir a confesar los pecados, los ocultos, y aceptar el perdón de Dios, pedir perdón a quienes hemos ofendido. Así comienza una vida nueva” (Ángelus, 4-12-2022).

La oración purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios impiden que el corazón se endurezca en el resentimiento y el egoísmo” (Audiencia general, 11-3-2015).

“¡El Espíritu Santo es el que da vida al alma! Dejadle entrar. Hablad con el Espíritu como habláis con el Padre, como habláis con el Hijo: ¡hablad con el Espíritu Santo, que no tiene nada de paralizante! En Él está la fuerza de la Iglesia, Él es quien os lleva adelante” (Audiencia general, 21-12-2022).

“Con el amigo hablamos, compartimos las cosas más secretas. Con Jesús también conversamos. La oración es un desafío y una aventura. ¡Y qué aventura! Permite que lo conozcamos cada vez mejor, entremos en su espesura y crezcamos en una unión siempre más fuerte” (Exhortación apostólica Christus vivit 155)

La oración nos permite contarle a Jesús todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus brazos, y al mismo tiempo nos regala instantes de preciosa intimidad y afecto, donde Jesús derrama en nosotros su propia vida. Rezando le abrimos la jugada a Él, le damos lugar para que Él pueda actuar y pueda entrar y pueda vencer” (Exhortación apostólica Christus vivit 155).

“Así es posible llegar a experimentar una unidad constante con Él, que supera todo lo que podamos vivir con otras personas: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Carta de san pablo a los Gálatas 2, 20). No prives a tu juventud de esta amistad con Jesús” (Exhortación apostólica Christus vivit 156).

“Podrás sentir a Jesús a tu lado no solo cuando ores. Reconocerás que camina contigo en todo momento. Intenta descubrirlo y vivirás la bella experiencia de saberte siempre acompañado. Es lo que vivieron los discípulos de Emaús cuando, mientras caminaban y conversaban desorientados, Jesús se hizo presente y caminaba con ellos (Lucas 24, 15) (Exhortación apostólica Christus vivit 156).

Un joven al Papa: “¿Puede explicarme cómo reza y por qué reza? Lo más concretamente posible…”. Respondió el Papa: “Cómo rezo… Muchas veces cojo la Biblia, leo un poco, luego la dejo y dejo que el Señor me mire: ésa es la idea más común de mi oración. Me dejo mirar por Él. Y siento –pero no es sentimentalismo– siento profundamente las cosas que el Señor me dice. A veces Él no habla… nada, vacío, vacío, vacío… pero pacientemente me quedo ahí, y así rezo… Me siento, rezo sentado, porque me duele arrodillarme, y a veces me duermo rezando… Es también una manera de rezar, como un hijo con el Padre, y esto es importante: me siento como un hijo con el Padre (Entrevista del Papa Francisco a jóvenes de Bélgica, 31-3-2014).

 

 


 

Orar con las manos, la oración de los cinco dedos

“Sencillez, humildad, atención, comprensión y silencio: son las cinco cualidades que corresponden a los cinco dedos”, afirmó el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, cuando compuso la oración de los cinco dedos. Es esta:

“El pulgar es el dedo más grande, por eso es también el dedo de la alabanza a Dios. Pero también es el dedo que está más cerca de nosotros y nos indica que recemos por los más cercanos, por nuestros seres queridos, por los amigos.

El dedo índice es el dedo que enseña, que nos muestra el camino y la senda a seguir. Rezamos por todos aquellos que en la vida nos enseñan o nos enseñarán algo.

El dedo corazón nos recuerda a los que nos gobiernan. A ellos, Dios les ha confiado el destino de las naciones, y por ellos rezamos para que sigan siempre las enseñanzas de Jesús en su deber. El anular es el dedo de la promesa y es también el dedo más débil: pedimos a Dios que proteja a los que más queremos, así como a los más débiles y necesitados.

El meñique es el dedo más pequeño. Nos enseña y nos recuerda que debemos rezar por los niños. También nos recuerda que debemos hacernos pequeños como ellos y no caer en el orgullo.

Rezar de forma sencilla, pero concreta al mismo tiempo. Y, como tenemos dos manos, la oración también se puede repetir una segunda vez. Porque sabemos que rezar es el oxígeno de nuestra alma y de nuestra vida espiritual”.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 28 de junio de 2024

 

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

Con La llegada del verano, en vísperas de San Juan, numerosas localidades de nuestra diócesis, con escasa población durante el año, se llenan de los hijos del pueblo que durante el año viven en las ciudades.

 

Y con el verano llega el reencuentro con familiares y amigos, y llega también la fiesta. El Señor, la Virgen o los santos, venerados en el lugar acogen a los visitantes, que celebran su memoria convirtiéndose esos días en un acontecimiento religioso y cultural de primer orden.

                                                         

En numerosas ocasiones, estas celebraciones se convierten en acontecimientos de masas, reflejando la universalidad del misterio de la Iglesia, como un auténtico atrio de los gentiles donde se acoge a gran número de cristianos “no practicantes”. Y aquí la paciencia y la esperanza son virtudes que se viven y se ponen en práctica. Aceptar los procesos y ritmos de las personas, convencidos que la devoción va creciendo y animando la vida.

 

Estas muestras de religiosidad popular han de ser orientadas, por medio de una pedagogía evangelizadora, hacia la Palabra de Dios, a la comunión con la diócesis y la parroquia, con los pastores y el magisterio eclesial, creciendo en fervor misionero, libres siempre de cualquier ideología.

 

La Piedad popular nos ha de ayudar a discernir, conscientes que es un medio válido para la evangelización.  Ayuda a las personas a valorar la verdadera fe, fuente de convicciones personales y a dar respuesta a sus anhelos y esperanzas.

 

¡¡¡ Feliz Verano y Felices fiestas Patronales !!!!

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

También la catedral diocesana acogió el 2 de diciembre de 2018, con más de un millar de fieles, la misa de apertura del sínodo, que se ha prolongado seis años

 

 

 

 

 

Pasado mañana, domingo 23 de junio de 2024, domingo décimo segundo del tiempo ordinario e inicio de esta semana litúrgica, a las 19 horas, en la catedral de Sigüenza, será la solemne misa de clausura del sínodo diocesano. La eucaristía será en el crucero de la catedral.

Este ha sido el primer sínodo de nuestra diócesis tras su reestructuración de límites geográficos en 1955 y, lógicamente, tras el Concilio Vaticano II (1962-1965). En el histórico obispado de Sigüenza hubo doce sínodos diocesanos, entre los años 1380 y 1948. Con todo, tras el Vaticano II y el impulso actual del Papa Francisco, apenas tienen nada que ver los sínodos anteriores al Concilio y los actuales.

La frase “¡Vívelo! ha sido el lema del sínodo diocesano. Y la canción “¡Vive este tiempo de gracia!” es el título de himno sinodal y cuyo autor es Lorenzo Sánchez.

 

 

“No es lo mismo clausura que conclusión”

Con todo, el sínodo no concluye. Así lo expresa el obispo diocesano, monseñor Julián Ruiz Martorell: “El Sínodo no concluye. Queda por delante la redacción final de los decretos y declaraciones y, sobre todo, la puesta en marcha de los documentos y propuestas sinodales. Queda por delante la vida, y esperamos que sea vida abundante, fecunda”.

Y añade el prelado: “No es lo mismo clausura que conclusión. Esta etapa del sínodo no se identifica con un final de recorrido. Mi deseo no es realizar un trámite para dar por terminada una experiencia. El sínodo no concluye, sino que se orienta a un momento de decisión. Las propuestas que se aprueben contribuirán a diseñar el marco de referencia de nuestros objetivos y acciones pastorales en los próximos años”.

 

Lo que es un sínodo

El sínodo es una estructura y dinamismo eclesial de corresponsabilidad, escucha, diálogo, debate, oración, encuentro y propuesta en pro de la comunión, la participación y la misión de todos los miembros del pueblo santo de Dios.

El sínodo diocesano, que es el culmen de las estructuras de participación de los miembros de una diócesis, tiene que ser, ante todo, un acontecimiento de gracia. Por medio del sínodo, el Pueblo de Dios que vive y actúa en una diócesis es convocado y congregado por el mismo Señor, bajo la guía del obispo diocesano, para plantear los principales desafíos pastorales, para buscar juntos los caminos a recorrer en la misión y para cooperar activamente en la toma de las necesarias decisiones, desde una actitud de sincera escucha del Espíritu Santo.

 

Seis años entre nosotros

El sínodo diocesano fue anunciado por el entonces obispo diocesano, don Atilano Rodríguez, el 17 de mayo de 2018, convocado formalmente el siguiente 8 de septiembre y con misa de apertura, también en la catedral, el 2 de diciembre del mismo año.  El año 2019 fue el tiempo de la gran consulta diocesana, con macroencuesta. El 25 de enero de 2020 fue el encuentro de los responsables de los grupos sinodales, entonces recién formados y que comenzaron poco después sus reuniones con cuaderno de trabajado, llamado “cuaderno cero”, dedicado a lo que es una diócesis y a lo que es un sínodo.

Además, en cuatro grandes bloques temáticos, con cinco temas por bloque (20, pues, en total), se estructuró el trabajo sinodal, como luego se verá y detallará.

La pandemia obligó durante año y medio a la paralización de las reuniones presenciales de los grupos. El último trimestre de 2021 fue empleado en la respuesta diocesana al sínodo universal (octubre de 2023 y octubre de 2024) convocado por el Papa Francisco.  Y, por fin, volvieron los grupos para trabajar los cuatro grandes bloques temáticos fijados. Fue entre febrero de 2022 y diciembre de 2023.

El 31 de octubre de 2023 se produjo el anuncio el relevo episcopal en nuestra diócesis. Poco después de su toma de posesión, don Julián Ruiz Martorell, emitió, con fecha 6 de enero de 2024, sendos decretos de continuación del sínodo y del comienzo de la asamblea sinodal y de la fase clausura, con una misa de apertura el 25 de febrero, en la concatedral, y asambleas sinodales, en el colegio diocesano Cardenal Cisneros de Guadalajara, los sábados 2 y 16 de marzo y 13 y 27 de abril.

Asimismo, quedó fijado la misa de clausura del sínodo para la tarde del domingo 23 de junio, en la catedral. Han formado de la asamblea sinodal diocesana, en sus cuatro sesiones, más las misas de apertura y de clausura, cerca de 200 personas (187 sinodales, muchos más laicos que sacerdotes –aproximadamente, 120 laicos, 50 sacerdotes y 20 consagrados-  y más mujeres que hombres).

 

Fases de nuestro sínodo diocesano

Cuatro fases más una fase previa o fase cero (anuncio, convocatoria, preparación documental, nombramientos, reglamentos, ambientación y sensibilización, que discurrió entre mayo de 2018 y junio de 2019) han sido las cursadas en el itinerario de nuestro sínodo diocesano. La fase uno fue la de la encuesta sinodal y su tabulación, discernimiento y selección y distribución de los temas propuestos en ella. Fue la fase de la consulta y de la escucha y discurrió desde julio de 2019 a enero de 2020.

La fase dos fue la de los trabajos en grupos sinodales y las posteriores ponencias a la luz de sus propuestas y resultados. Fue la fase del diálogo, la reflexión y la oración. Comenzó en febrero de 2020 y quedó interrumpida, a causa de la pandemia dos años. Estos dos años constituyeron la fase imprevista, una extensa etapa de «catacumbas» –por denominarla de alguna manera-, de alargada espera pentecostal, muchas veces, hasta doliente, y también de reinventarse y de hacerse presente en modos y soportes distintos a fin de que la llama sinodal, que con tanta fuerza se había encendido, no se apagase.

Por fin, realizada y completada la fase segunda, entre febrero de 2022 y diciembre de 2023, y desde ella, mediante las ponencias, llegó, después del relevo episcopal en nuestra diócesis, la tercera: la de la asamblea sinodal, con las sesiones y modalidades ya indicadas, con sus conclusiones elevadas al parecer del obispo, el documento final o mensaje al Pueblo de Dios y la misa solemne de clausura del proceso sinodal.  Ha sido desde febrero a junio de 2024. Finalmente, la fase cuarta será la de la aplicación de las conclusiones sinodales y la de la conversión pastoral en aras a ser Iglesia en salida misionera.

 

Cuatro bloques temáticos, 20 temas pastorales

Cuatro grandes bloques temáticos han sido abordados en los cuadernos, en los grupos y en la asamblea sinodal (una asamblea para cada bloque). El primero llevó por título “Llamados” y tenía como referencia bíblica la frase san Pablo en su segunda carta a Timoteo, capítulo 1, versículo 16, “Reaviva el don que hay en ti”. El subtítulo de este primer bloque fue “Mirada hacia dentro”. Cinco temas, con dos secciones cada uno, en total, diez, fueron abordados en el cuaderno: la vocación, los fundamentos de la fe, la espiritualidad cristiana, la coherencia fe-vida y la comunión eclesial. Entre febrero y junio de 2022, los grupos sinodales en toda la diócesis trabajaron en estos temas y constituyó el contenido de la asamblea sinodal del 2 de marzo de 2024.

El segundo bloque temático, titulado “Desafiados”, incluyó otras cinco temáticas pastorales: jóvenes, mujer, alejados, nuevas formas de unión y otros colectivos y ecología. “Jesús, mirándolo lo amo”, frase del evangelio de san Marcos, capítulo 10, versículo 21, es su lema o inspiración bíblica. La frase corresponde al diálogo entre Jesús y el joven rico. “Algunos desafíos” fue el subtítulo del bloque segundo. Fue trabajado en los grupos sinodales de octubre de 2022 a enero de 2023. La asamblea sinodal del 16 de marzo de 2024 estuvo dedicado a este tema.

“Evangelizamos. Retos evangelizadores” es el enunciado del tercer bloque, cuya referencia o lema bíblico es “Sois la luz y la sal del mundo” (cfr. Mateo, 5, 13a.14ª). Sus cinco temas concretos son estos: familia, laicos, mundo rural, formación cristiana y celebración de la fe. Fue trabajado por los grupos sinodales entre febrero y junio de 2023 y llegó a la asamblea sinodal el 13 de abril de 2024.

Por fin, el cuarto bloque de temas reza “Servimos. Acción social y vida pública”. Su referente bíblico es la frase del evangelio de san Juan “Para que tengan vida…” (Jn 10,10). Y su temario incluyó estas cinco cuestiones pastorales: pobreza, pastoral de la caridad, solidaridad, vida pública y comunicación.  Fue trabajado en los grupos sinodales entre octubre y diciembre de 2023 y en la asamblea sinodal del 27 de abril de 2024.

 

  

 


 

□ Fiestas de San Juan Bautista y de San Pedro y San Pablo

El lunes 24 de junio es la solemnidad litúrgica de la natividad de san Juan Bautista, el precursor del Señor. Fue fiesta de precepto y por eso continúa teniendo ciertas prerrogativas como la de tener dos formularios, pues al de la solemnidad de esta fecha se añade otro para la misa vespertina de la vigilia. Además, de san Juan Bautista se hace también memoria litúrgica el 29 de agosto para celebrar su martirio.


Algunos de los lugares de la diócesis donde san Juan Bautista es especialmente celebrado son Yebra, Palazuelos, Torremocha del Pinar, Escalera, Sigüenza, Torresaviñán, Alhóndiga, Galve de Sorbe, Quer, … Y hasta quince templos parroquiales tienen como titular a San Juan Bautista, siendo los más notables Atienza, Jadraque, Hita, Milmarcos y Córcoles. Además, el monasterio de monjas benedictinas de Valfermoso de las Monjas, que data de 1186, está dedicado a san Juan Bautista.


Por otro lado, el sábado 29 de junio es la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, los dos apóstoles columnas de la Iglesia. Como reza el prefacio de su misa, Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó. Pedro fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, Pablo la extendió a todas las gentes. De esta forma, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio en Roma, celebra, el 29 de junio, el pueblo santo de Dios con una misma veneración.


El día de san Pedro y san Pablo es el Día del Papa y el día de la colecta del Óbolo de San Pedro, un fondo mundial de donativos para las obras de caridad del Papa, el sucesor de san Pedro.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 21 de junio de 2024

Juan Pablo Mañueco

(Escritor y periodista)

 

 

Un soneto me manda hacer Sigüenza

que es ciudad que al Doncel nacer le vio.

Apenas tal beldad alba miré y leyó,

rimas sembré en cuarteto leve trenza.

 

Segundo cuarteto la seo asió

donde obispo sus oficios entrenza.

Con este verso se acaba simienza

de los dos cuartetos. Seo rimó.

 

Románica urbe, alcázar fortaleza

de los obispos guerreros. Prehistoria.

Gótico. Renacimiento. Belleza

 

barroca. Contemporánea gloria…

Y si poco fuera, Naturaleza.

Concluye postrer verso trayectoria.

 

Otro día callejearemos más Sigüenza,

que ni un soneto ni mil agotaren historia.

Si os supo a poco, volved hacia ella la memoria.

O leedlo de nuevo... El soneto recomienza

 

 

Juan Pablo Mañueco,

escritor, periodista y Premio Cervantes de Castilla-La Mancha, 2016



Donde el Mundo se llama Guadalajara:

https://aache.com/tienda/es/586-donde-el-mundo-se-llama-guadalajara.html

Eduardo Marques Almeida

(Conferência Santa Margarida Maria)

Rio de Janeiro, Brasil

 El artículo del autor está disponible en los idiomas castellano, portugués, francés, e inglés. ↓

 

 

El Evangelio de Marcos (10:28-3) es muy intrigante.  Pedro (como siempre, irreverentemente genuino) pregunta por la recompensa que recibirán los apóstoles que lo dejaron todo y siguieron a Jesús.  Jesús responde que los que lo hagan recibirán el ciento por uno, con persecución.

¿Por qué tenemos que ser perseguidos si somos buenos y vivimos nuestra fe en Cristo con amor y esperanza?  ¿Por qué tenemos que sufrir para alcanzar la vida eterna?  ¿Por qué, si abandonamos algo en nombre de Cristo, tenemos que pasar por una «noche oscura del alma» para encontrar la verdadera felicidad?

El Nuevo Testamento está lleno de acontecimientos que muestran la mística de la «pérdida y el fracaso en el mundo para ganar el cielo».  Jesús se perdió de sus padres a los 12 años, sólo para ser encontrado predicando entre los doctores: ¡imagine los momentos de pánico que pasaron José y María ante la pérdida de Jesús!  El grano de mostaza de la parábola tiene que morir para convertirse en un árbol grande y frondoso al que acuden los pájaros a posarse.  El rico tiene que vender todo lo que tiene para salvarse.  Jesús tiene que morir para resucitar!  Podemos imaginar lo cuanto se sintieron abandonados y fracasados los apóstoles «que lo habían dejado todo para seguir a Jesús» cuando Él murió como un criminal en una cruz.

Pablo literalmente «se cayó del caballo» y se quedó ciego, para ver y vivir al Cristo resucitado que antes había estado persiguiendo.  Luego fue perseguido, tuvo que huir en una cesta y fue decapitado.  Pedro fue crucificado cabeza abajo.  Y así fueron martirizados los apóstoles, «fracasados» a los ojos de los hombres...

La historia de la salvación también está llena de santos que tuvieron que morir (voluntaria o involuntariamente) al mundo para vivir la Verdad del Señor.  Benito pasó tres años en una cueva oscura hasta que Dios le dijo que debía encontrar la luz fuera de la oscuridad y se convirtió en el patrón de los monjes de Occidente.  Teresa de Ávila sufrió la frustración del convento para (re)fundar el carisma del Carmelo.  San Juan de la Cruz pasó casi un año encarcelado (por sus propios hermanos de congregación) para convertirse en uno de los mayores místicos de la historia y uno de los mayores poetas de España.  Vicente de Paúl fue esclavo en África, antes de tener «la conversión en la conversión» y fundar la Congregación de la Misión, enviando misioneros a África.  Federico Ozanam fue provocado (y humillado) por un «sansimoniano» (anticlerical); y respondió fundando una de las mayores organizaciones caritativas de la Iglesia (la Sociedad de San Vicente de Paúl).  San Pío de Pietrelcina fue humillado en su amor propio día tras día por el demonio; se convirtió en el santo protector contra la tentación y la acción del mismo demonio de tantos y tantas.

Si todo esto (y mucho más) le ocurrió al Señor y a los que Le siguieron en la historia, ¿por qué habría de ser diferente para nosotros?  No hay árbol frondoso sin la muerte de la semilla.  No hay resurrección sin muerte.  El fracaso es una victoria, porque ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo quien vive en nosotros (Gal 2,20).

 

 

Il faut mourir pour ressusciter

L'Évangile de Marc (10,28-3) est très intrigant.  Pierre (comme toujours, irrévérencieusement authentique) interroge Jésus sur la récompense que recevront les apôtres qui avait abandonné tout pour lui suivre.  Jésus répond que ceux qui font cela recevront le centuple, avec la persécution.

Pourquoi devons-nous être persécutés si nous sommes bons et vivons notre foi en Christ avec amour et espérance ?  Pourquoi devons-nous souffrir pour atteindre la vie éternelle ?  Pourquoi, lorsque nous abandonnons quelque chose au nom du Christ, devons-nous passer par une "nuit noire de l'âme" pour trouver le vrai bonheur ?

Le Nouveau Testament est rempli d'événements qui montrent la mystique de la "perte et de l'échec dans le monde pour gagner le ciel".  Jésus a été perdu de ses parents à l'âge de 12 ans, avant d'être retrouvé prêchant parmi les sacerdoces : imaginez les moments de panique vécus par Joseph et Marie à la perte de Jésus !  La graine de moutarde de la parabole devait mourir pour devenir un grand arbre feuillu où les oiseaux viennent se percher.  L'homme riche devait vendre tout ce qu'il avait pour être sauvé.  Jésus devait mourir pour ressusciter !  Nous ne pouvons qu'imaginer à quel point les apôtres "qui avaient tout quitté pour suivre Jésus" se sont sentis abandonnés et échoués lorsqu'il est mort comme un criminel sur une croix !

Paul est littéralement "tombé de cheval" et est devenu aveugle, afin de voir et de vivre le Christ ressuscité qu'il avait persécuté auparavant.  Il a ensuite été persécuté, a dû s'enfuir dans un panier et a été décapité.  Pierre a été crucifié la tête en bas.  C'est ainsi que les apôtres ont été martyrisés, "ratés" aux yeux des hommes...

L'histoire du salut est également remplie de saints qui ont dû mourir (volontairement ou involontairement) au monde afin de vivre la vérité du Seigneur.  Benoît a passé trois ans dans une grotte obscure jusqu'à ce que Dieu lui dise de trouver la lumière au dehors des ténèbres et il est devenu le saint le Patriarche des moines d'Occident.  Thérèse d'Avila a souffert de la frustration du couvent pour (re)fonder le charisme du Carmel.  Saint Jean de la Croix a été emprisonné pendant près d'un an (par ses propres frères de congrégation) pour devenir l'un des plus grands mystiques de l'histoire et l'un des plus grands poètes d'Espagne.  Vincent de Paul a été esclave en Afrique, avant de se convertir et de fonder la Congrégation de la Mission, qui envoie des missionnaires en Afrique.  Frédéric Ozanam a été provoqué (et humilié) par un "sansimonien" (anticlérical) ; il a réagi en fondant l'une des plus grandes organisations caritatives de l'Église (la Société de Saint-Vincent-de-Paul).  St Pio de Pietrelcina a été humilié dans son amour-propre jour après jour par le diable ; il est devenu le saint protecteur contre la tentation et l'action du même diable que tant d'autres.

Si tout cela (et bien plus encore) est arrivé au Seigneur et à ceux qui lui ont suivi dans l'histoire, pourquoi en serait-il autrement pour nous ?  Il n'y a pas d'arbre feuillu sans la mort de la graine.  Il n'y a pas de résurrection sans mort.  L'échec est une victoire, car ce n'est plus nous qui vivons, mais le Christ qui vit en nous (Ga 2.20).

 

 

We need to die to be resurrected

The Gospel of Mark (10:28-3) is very intriguing.  Peter (as always, irreverently genuine) asks what reward the apostles, who left everything and followed Jesus, would receive in exchange.  Jesus answers that those who do so will receive a hundredfold, with persecution.

Why do we have to be persecuted if we are good and live our faith in Christ with love and hope?  Why do we have to suffer to reach the eternal life?  Why, if we give up something in the name of Christ, do we have to go through a "dark night of the soul" to find the true happiness?

The New Testament is full of events that show the mystique of "loosing and failing in the world to gain heaven".  Jesus was lost from his parents at the age 12, only to be found preaching among the doctors: imagine the moments of panic Joseph and Mary went through at the loss of Jesus!  The mustard seed in the parable had to die to become a large, leafy tree where birds can come to roost.  The rich man had to sell all he had to save himself.  Jesus had to die to rise again!  We can imagine how much the apostles "who had left everything to follow Jesus" felt abandoned and failed when He died as a criminal on a cross.

Paul literally "fell off his horse" and became blind, to see and live the risen Christ he had been persecuting before.  He was then persecuted, had to flee in a basket and was beheaded.  Peter was crucified upside down.  And so, the apostles were martyred: they were considered "failures" in the eyes of men....

The History of Salvation is also full of saints who had to die (voluntarily or involuntarily) to the world to live the Truth of the Lord.  Benedict spent three years in a dark cave until God told him he should find the light outside the darkness, and he became the father of Western monasticism.  Teresa of Avila had to suffer the frustration of the convent where she lived to (re)found the charism of Carmel.  St. John of the Cross spent almost a year imprisoned (by his own brothers of the congregation) to become one of the greatest mystics in history and one of the greatest poets of Spain.  Vincent de Paul was a slave in Africa, before having the "conversion in the conversion" and founding the Congregation of the Mission, sending missionaries to Africa.  Frederick Ozanam was provoked (and humiliated) by a "sansimonian" (anticlerical); and he responded by founding one of the largest charitable organizations in the Church (the Society of St. Vincent de Paul).  St. Pio of Pietrelcina was humiliated in his self-love, day after day, by the devil; and he became the holy protector against the temptation and the action of the same devil, which tempted so many.

If all this (and much more) happened to the Lord and to those who followed Him in history, why should it be any different with us?  There is no leafy tree without the death of the seed.  There is no resurrection without death.  Failure is, indeed, a victory, because “it is no longer us who live, but Christ lives in us” (Gal 2:20).

 

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