Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

La Vera Cruz de Caravaca, en año jubilar, desde el 7 de enero al próximo 12 de enero: el cielo que desciende a la tierra en la cruz que es y se hace Eucaristía

 

 

 

 

A 60 kilómetros de la capital, en el nordeste de la región de Murcia, se halla Caravaca de la Cruz, a 625 metros sobre el nivel del mar. Próximo a su término municipal discurre el río Argós, de la cuenca del Segura, que fecunda esta tierra fértil de huertas, flores y hortalizas, cuales nuevos leche y miel.

Encaramado sobre una pequeña montaña se eleva el corazón de esta ciudad de más de 25.000 habitantes. Es su castillo y alcázar. Es su monte Calvario. Es la casa y el santuario de la Vera y Santa Cruz. Desde hace ocho siglos ha sido y sigue siendo su faro y su guía. Su mayor reclamo. Y su gloria para siempre.

Caravaca de la Cruz celebra año santo y jubilar desde el pasado 7 de enero y hasta el próximo 12 de enero. Fue el Papa san Juan Pablo II quien, el 9 de enero de 1998, declaró a Caravaca de la Cruz “ciudad santa” e instituyó a perpetuidad, cada siete año, el año jubilar de Cruz de Caravaca, estableciendo que el primero de estos años jubilares fuera en 2003. De este modo, estamos en el cuarto año jubilar de Caravaca. Camino a la Cruz, camino de amor es su lema.

 

 

Una cruz para el pecho, junto al corazón

La cruz de Caravaca es un "lignum crucis", esto es, un madero de la cruz de Cristo, conservado en un relicario con forma de cruz, de doble brazo horizontal y de uno vertical. La cruz llegó en 1231 a esta localidad murciana, de modo milagroso, procedente de Jerusalén. Pertenecía, según la tradición, al patriarca Roberto de Jerusalén, el primer obispo de la ciudad santa, tras la primera cruzada del año 1099. La reliquia se conserva con un relicario en forma de cruz de doble brazo horizonte (de 7 y 10 centímetros) y de un vertical (de 17 centímetros).

La dimensión del relicario corresponde, como es lógico, al tamaño que originariamente tenía la madera -el "lignum crucis"- guardada en el interior. No debe, pues, confundirse el relicario exterior con la reliquia interior, que es el verdadero objeto de culto y de amor de los fieles.

La procedencia de la cruz es inequívocamente oriental. No es una cruz latina u occidental de un solo brazo horizontal. No es tampoco la cruz en forma de "Tau", ni la cruz griega o "quadrata" de cuatro partes iguales, producidas al cruzarse los dos brazos, horizontal y vertical, en la mitad de su longitud. Es una cruz en forma pectoral y sus proporciones permiten al devoto llevar una réplica colgada en el pecho y cerca del corazón.   

Sobre el "lignum crucis", la devoción de los siglos ha ido dejando expresiones hermosas de su significado como el remate del INRI en la parte superior y la corona de espinas con los anagramas de JHS y de María MV.

 

La aparición milagrosa

De modo misterioso, apareció esta cruz en el alcázar de Caravaca. Fue el 3 de mayo de 1232. El territorio estaba ocupado bajo dominación islámica. El rey musulmán Ceyt Abu Ceyt, que entonces reinaba en Murcia, quería saber de un sacerdote católico, apresado en el alcázar, qué era ser sacerdote y qué era celebrar la Eucaristía. El sacerdote, llamado Ginés Chirinos, le explicó al monarca que la Eucaristía era la prescripción más sagrada, elevada y sublime de la fe cristiana, instituida por Jesucristo en la Última Cena. Ginés Chirinos le explicó también al rey musulmán que en la Eucaristía el pan y el vino se convertían en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, "cuerpo de Dios puro y verdadero". Para ello, el sacerdote debe revestirse de las santas vestiduras, como Cristo, y pronunciar las mismas palabras que Él pronunció en la Ultima Cena.

Ceyt Abu Ceyt quedó tan profundamente interesado por ello que quiso asistir a una misa. Mandó traer el pan y el vino, las vestiduras sagradas y todo lo necesario para la celebración eucarística, tal y como había indicado el sacerdote. Cuando la misa iba a empezar, Ginés Chirinos se dio cuenta de que faltaba una cosa: la cruz, que debía estar sobre el altar para la celebración. Indicó su ausencia y trazó con sus dedos la figura de una cruz. Al instante, el rey, le dijo lleno de asombro, percatándose de una cruz había aparecido de súbito: "¿Es eso que está sobre el altar?". Ginés Chirinos dirigió, de nuevo, su mirada al altar y vio cómo, en efecto, allí estaba plantada una cruz, la vera cruz de Caravaca. El misterio -el milagro- se había producido, cargado además de fuerza, de mensaje y de simbolismo: no hay Eucaristía sin Cruz, la Cruz es la Eucaristía, el sacerdote es el hombre de la Cruz y de la Eucaristía.

 

El cielo se hace presente en la tierra

La cruz de Caravaca es así un poderoso signo del "corazón", del nervio central, de la esencia de la fe cristiana: Jesucristo, en la Cruz y en la Eucaristía, hace presente el cielo en la tierra. Abre el cielo el palo vertical de la cruz- para que éste venga a la tierra -el palo horizontal- y se una, se estreche y se abrace en Él y en el sacerdote, "alter Christus".

Con las palabras de la consagración eucarística, a imagen y a memoria de Jesucristo, el sacerdote transforma cosas y realidades terrenas como el pan y el vino en un misterio divino. La Eucaristía y la Cruz ponen en comunicación permanente, en diálogo de amor y de fecundidad, a Dios con el hombre, al cielo con la tierra.

La Cruz y la Eucaristía nos enseñan a mirar por encima de las cosas terrenas de la vida cotidiana, por encima de las imágenes habituales de nuestra sociedad, llena de imágenes y de iconos. Nos previenen además de la ceguera del corazón, que no ve ya sino lo contingente, lo pasajero y lo externo. Nos abren a la mirada del cielo, que fue precisamente para lo que y por lo que Jesús tomó la cruz sobre sí.

"Él lleva nuestras oscuridades, nuestros dolores, para que se abran nuestros ojos, para que lleguemos al camino que nos lleva a la alegría de Dios. Mirar a Jesús significa dirigir la mirada a la alegría de Dios, aprendiendo de Jesús que precisamente la renuncia y el dolor nos llevan al camino de la verdadera alegría", recordada en su visita a Caravaca de la Cruz, en diciembre de 2002, el cardenal Ratzinger, antes de ser elegido, pues, papa.

 

Cruz para la Eucaristía, Eucaristía que es Cruz redentora

Y Jesús realizó y consagró este plan de salvación y de vida nueva cargando con la cruz, muriendo en ella, resucitando desde ella. En Caravaca en 1232 se hizo misteriosa y milagrosamente presente un trozo de esta cruz para posibilitar la celebración de la Eucaristía.

"Los milagros exteriores –según también el cardenal Ratzinger- no se repiten y tampoco son lo esencial. Pero el milagro interior sucede en la Eucaristía siempre de nuevo: la Cruz del Señor se hace, en realidad, presente. La misa no es sólo un banquete; en ella el misterio de la cruz, está en medio de nosotros. El sacrificio de Cristo en la cruz simplemente al pasado… Ese acto es el que rasgó el velo del templo, el que partió en dos el muro que separaba a Dios y al mundo. En la entrega de Jesús, su humanidad se hace amor, y así se unen Dios y el hombre… Esta es la grandeza de la Santa Cruz. Esta es la grandeza de la Eucaristía”.

Y añadía quien después fuera Papa Benedicto XVI: “La redención se hace presente porque el amor crucificado se hace presente. Todo amor humano tiene que ver con la cruz: con la renuncia de uno mismo, con la donación de uno mismo. Solo el que se pierde se encuentra. Tenemos que aprender de nuevo esta grandeza de la Eucaristía y de la Cruz… La Cruz, a la que remite la Eucaristía y cuyo signo exterior es la Santa Cruz de Caravaca, es la fuerza santa con la que Dios golpea nuestros corazones y nos despierta".

 

Peregrinos de la Cruz y de la Eucaristía

La vida es una peregrinación. Es una peregrinación hacia Cristo, monte de la salvación. Caravaca de la Cruz es también una montaña, que indica y señala el verdadero y definitivo monte de la salvación, que son la Cruz y la Eucaristía. Caravaca de la Cruz, como tantos otros lugares de nuestra Iglesia, es meta de peregrinaciones y de peregrinos, pero no la meta final, que solo es Cristo. Como toda peregrinación, el camino de Caravaca de la Cruz es camino de ida y de vuelta.

Por ello, para ser peregrinos de Caravaca hay que ir pertrechos y solidarios de la cruz nuestra de cada día y nutridos de la Eucaristía. Este es su camino de ida. ¿Y su camino de vuelta? Su camino de vuelta será, tras contemplar y adorar la Cruz y recibir y amar la Eucaristía, el camino del testigo y del servidor de la Cruz y de la Eucaristía. Un testimonio y un servicio transidos de ofrenda, de transformación, de humildad y de amor.

El verdadero peregrino de Caravaca, peregrino de la Cruz y de la Eucaristía, será aquel que ofrece el pan y el vino de su quehacer y de su herida, en solidaridad con todo el trabajo y con todo el dolor de la humanidad, y que, en el ara de la Eucaristía, se transforma, por la fuerza y la gracia de lo Alto, en intermediario entre el cielo y la tierra y en instrumento del Amor.

Sí, del Amor de la Cruz y de la Eucaristía, que son siempre el Cuerpo y la Sangre de Cristo y el pan y el vino partido y repartido para una humanidad inquieta que ha de descubrir que el cielo, que no puede esperar, se halla entre los brazos extendidos en la Cruz por Jesucristo, que abrazan cielo y tierra, y que en la Eucaristía que se nos dan y se nos quedan para siempre como presencia del Dios que pone su morada de amor entre nosotros.

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 26 de abril de 2024

Eduardo Marques Almeida

(Conferência Santa Margarida Maria)

 

 El artículo del autor está disponible en los idiomas castellano, portugués, francés, e inglés. ↓

 

 

 

A veces tenemos la impresión de que Jesús se nos presenta de la misma manera, con el "mismo rostro".  Les invito a que estén atentos para percibirlo cada vez que te encuentres con Él en tu oración, en tu visita a los pobres, en tu trabajo, en tu estudio, en tu familia o con tus amigos.  Puede ser que se les muestre diferente en cada situación.

 

Como sólo los místicos tienen la capacidad de ver a Cristo cara a cara, sólo podemos percibir cómo interactúa con nosotros en todas estas situaciones, a través de nuestra imaginación.  Santa Teresa de Ávila, por ejemplo, solía ver a Jesús con los ojos del alma de muchas maneras: sólo sus manos, sólo su rostro, todo su cuerpo, sin imagen (sólo sintiendo su presencia junto a ella), en éxtasis (con Jesús levantando físicamente el cuerpo de la Santa, en levitación).  Cada vez, ella sabía cuándo se trataba de una visión imaginaria o cuándo era real; igualmente, sabía cuándo era el Señor mismo quien se hacía sentir, o cuándo era obra del demonio para engañarla.

 

En el Evangelio, se presenta de diferentes maneras a sus amigos y discípulos.  Una vez, Jesús, caminando sobre el agua, fue confundido con un fantasma por los apóstoles; incluso después de la frase que repitió muchas veces durante su vida ("no tengáis miedo, soy yo"), los apóstoles seguían teniendo dudas y Pedro le pidió que le hiciera caminar sobre el agua, como "prueba de identidad" (Mt 14,25-30).

 

En otro encuentro, ocho días después de su resurrección, Jesús se dirigió a donde estaban los apóstoles y les dijo: "la paz esté con vosotros".  Ciertamente se presentó de un modo distinto al habitual, porque entró en la habitación con la puerta cerrada (Jn 20,26).

 

Es interesante cómo Jesús también se nos muestra de diferentes maneras, según la situación en la que nos encontremos.  Cuando le pedimos un milagro para la salud de un familiar o de un amigo íntimo, vemos a Cristo, médico de cuerpos y de almas, muy cerca de nosotros, comprendiendo nuestro sufrimiento y nuestra necesidad.

 

Cuando Jesús nos regala un milagro de curación, vemos a un Jesús sonriente, compartiendo con nosotros nuestra alegría, mostrando que es capaz de hacer lo que nadie más podría, ningún médico.

 

Cuando, en misa, vemos al Cristo eucarístico, presente en un trozo de pan, queriendo ser nuestro alimento, entrando físicamente en nuestro ser, para ocupar el espacio de nuestro corazón, de nuestra alma, él se presenta como nuestro salvador.

 

Cuando pedimos algo a Jesús y no nos lo da, a veces no podemos verlo porque, quizá con razón, nos quedamos tristes porque no cumplió nuestra petición en el momento y de la manera que queríamos.  A menudo, más tarde, nos damos cuenta de que el plan de Jesús era mucho más inteligente que el nuestro y, si no recibimos la gracia, fue por nuestro bien o por el bien de nuestros seres queridos.  Jesús se nos aparece como un maestro, un sabio que ve mucho más allá de nosotros.

 

Cuando vamos a casa de un Pobre, vemos a Jesús en el rostro mismo de la persona que visitamos, sentimos como si la casa fuera suya, de Cristo.  Se nos aparece como el que tiene misericordia de los Pobres y nos pide que compartamos lo que tenemos o lo que somos, como pidió a los apóstoles que hicieran en el milagro de la multiplicación de los panes (Mt 14,13-21).

 

No siempre conseguimos ver, o tener la impresión de ver, los distintos rostros de Jesús en nuestra vida cotidiana.  Pero podemos, en cada situación en la que nos encontramos, mostrar su rostro de resucitado, de salvador, de médico, de maestro, de pobre y, siempre… de misericordia infinita.

 

Ser el rostro de Jesús y mirar a través de sus ojos nos pone en unión con Él, integra nuestra alma con la suya y nos transforma en verdaderos evangelizadores con la palabra y el ejemplo.

 

Eduardo Marques Almeida

Conferência Santa Margarida Maria

Rio de Janeiro, Brasil

 

 

 

Os muitos rostos de Jesus

Às vezes, temos a impressão de que Jesus se apresenta a nós da mesma forma, com o “mesmo rosto”.  Eu convidaria você a estar atento ou atenta a, talvez, percebê-Lo a cada vez que você O encontra na sua oração, na sua visita ao Pobre, no seu trabalho, em seu estudo, em sua família ou com os seus amigos.  Pode ser que Ele se apresente diferente em cada situação. 

 

Como só os místicos têm a capacidade de ver o Cristo face a face, só podemos perceber como Ele interage conosco em todas estas situações, através de nossa imaginação.  Santa Teresa d´Ávila, por exemplo, via com os olhos da alma Jesus de muitas formas: só as mãos, só o rosto, todo o corpo, sem imagem (só sentindo a presença ao lado), em êxtase (com Jesus levantando fisicamente o corpo da Santa, em levitação).  Em todas as vezes, ela sabia quando era uma visão imaginária ou quando era real; igualmente, sabia quando era o próprio Senhor que se fazia sentir, ou, quando era obra do demônio, para enganá-la.

 

No Evangelho, Jesus se apresenta de diversas formas aos seus amigos e discípulos.  Uma vez, andando sobre as águas, foi confundido com um fantasma, pelos apóstolos; mesmo depois da frase que Ele repete muitas vezes durante sua vida (“não tenham medo, sou eu”), os apóstolos ainda tiveram dúvida e Pedro pede a Ele que o faça andar sobre as águas, como uma “prova de identidade” (Mt 14, 25-30).

 

Outra vez, oito dias depois de sua ressurreição, Jesus vai aonde estavam os apóstolos, e diz “a paz esteja convosco”.  Certamente, Ele se apresentou de forma diferente do habitual, porque entrou na sala com a porta trancada (Jo 20, 26).

 

É interessante como Jesus se mostra a nós também de formas diferentes, de acordo com a situação em que nos encontramos.  Quando pedimos a Ele um milagre da saúde de um parente, ou um amigo próximo, vemos o Cristo médico de corpos e de almas, muito perto de nós, entendendo nosso sofrimento e a nossa necessidade.

 

Quando Jesus nos dá um milagre de cura, vemos um Jesus sorridente, compartilhando conosco a nossa alegria, mostrando que Ele é capaz de fazer o que ninguém mais poderia, nenhum médico.

 

Quando, na missa, vemos o Cristo eucarístico, presente em um pedaço de pão, querendo ser alimento nosso, entrando fisicamente em nosso ser, para ocupar o espaço de nosso coração, de nossa alma, Ele se apresenta como nosso salvador.

 

Quando pedimos algo a Jesus que Ele não nos concede, às vezes não conseguimos vê-Lo, porque, talvez com razão, estamos tristes porque Ele não nos atendeu no momento e da forma que queríamos.  Muitas vezes, mais tarde, entendemos que o plano de Jesus era muito mais inteligente do que o nosso e, se não recebemos a graça, era para o nosso bem ou do bem de nossos queridos.  Jesus nos aparece como um mestre, um sábio que vê muito adiante de nós.

 

Quando vamos à casa de uma pessoa pobre, vemos Jesus no próprio rosto da pessoa que visitamos, sentimos como se a casa fosse dele mesmo, do Cristo.  Ele nos aparece como o que tem misericórdia dos Pobres e nos pede para que repartamos o que temos ou o que somos, como pediu aos apóstolos que fizessem, no milagre da multiplicação dos pães (Mt 14, 13-21).

 

Nem sempre nós conseguimos ver, ou ter a impressão de ver, os diferentes rostos de Jesus no nosso dia a dia.  Mas podemos sim, em cada situação em que nos encontramos, mostrar o Seu rosto de ressuscitado, de salvador, de médico, de mestre, de Pobre e, sempre... de misericórdia infinita.

 

Ser o rosto de Jesus e olhar através de seu olho, nos coloca em união com Ele, integra a nossa alma à sua e nos transforma em verdadeiros evangelizadores da palavra e do exemplo.

 

 

Eduardo Marques Almeida

Conferência Santa Margarida Maria

Rio de Janeiro, Brasil

 

 

Les multiples visages de Jésus

 

Parfois nous avons l'impression que Jésus se présente à nous de la même manière, avec le "même visage".  Je vous invite à être attentifs à chaque fois que vous le rencontrez dans votre prière, dans votre visite aux pauvres, dans votre travail, dans votre étude, dans votre famille ou avec vos amis.  Il peut se présenter différemment.

 

Comme les mystiques ont la capacité de voir seuls le Christ face à face, nous aussi, pouvons réaliser, comment il interagit avec nous, dans toutes ces situations qu'à travers notre imagination. 

 

Sainte Thérèse d'Avila, par exemple, a vu Jésus plusieurs fois, avec les yeux de son âme de nombreuses façons :  Ses mains, Son visage, Son corps, sans image (sentant simplement Sa présence à côté d'elle), en extase (avec Jésus soulevant physiquement Son corps, en lévitation).  Elle le savait chaque fois qu’il s'agissait d'une vision imaginaire ou réelle, de même, elle le savait quand c'était le Seigneur Lui-même qui se faisait sentir, ou alors lorsque c'était l'œuvre du diable pour la tromper.

 

Dans l'Évangile, Jésus se présente de différentes manières à ses amis et ses disciples.  Une fois, en marchant sur l'eau, il est pris pour un fantôme par les apôtres ; malgré la phrase qu'il répétait plusieurs fois au cours de sa vie ("n'ayez pas peur, c'est moi"), les apôtres avaient encore des doutes et Pierre lui demandait de le faire marcher sur l'eau, comme une "preuve d'identité" (Mt 14,25-30).

 

De nouveau, huit jours après sa résurrection, Jésus se rend à l'endroit où se trouvaient les apôtres et leur dit : "La paix soit avec vous".  Il s'est certainement présenté d'une manière différente que d'habitude, car il est entré dans la pièce dont la porte était fermée à clé (Jean 20,26).

 

Il est intéressant de constater que Jésus se montre également à nous de différentes manières, en fonction de la situation dans laquelle nous nous trouvons.  Lorsque nous lui demandons un miracle pour la santé d'un parent ou d'un ami proche, nous voyons le Christ, médecin des corps et des âmes, très proche de nous, comprenant notre souffrance et notre besoin.

 

Lorsque Jésus nous donne un miracle de guérison, nous voyons un Jésus souriant, partageant notre joie avec nous, montrant qu'il est capable de faire ce que personne d'autre ne pourrait le faire, même si c’est un médecin.

 

Lorsque nous sommes à la messe, nous voyons le Christ eucharistique, présent dans un morceau de pain, voulant être notre nourriture, entrant physiquement en nous, pour occuper l'espace de notre cœur, de notre âme.  Il se présente alors comme notre Sauveur.

 

 

 

Lorsque nous demandons quelque chose à Jésus et qu'il ne nous le donne pas, il arrive que nous ne le voyions pas car nous sommes tristes qu'il n'ait pas exaucé notre demande au moment opportun et de la manière que nous souhaitions.  C’est ainsi que plus tard, nous nous rendons compte que le plan de Jésus était beaucoup plus intelligent que le nôtre et que, si nous n'avons pas reçu la grâce, c'était pour notre bien ou celui de nos proches.  Jésus nous apparaît alors comme un maître, un sage qui voit plus loin que nous.

 

Lorsque nous nous rendons dans la maison d'un pauvre, nous voyons Jésus dans son visage, nous avons l'impression que sa maison est celle du Christ qui a pitié de ses souffrances car la maison du pauvre est le tabernacle de Jesus.  Il nous demande de partager avec lui, ce que nous avons ou ce que nous sommes, comme Il l'a demandé aux apôtres lors du miracle de la multiplication des pains (Mt 14, 13-21).

 

Nous ne parvenons pas toujours à voir ou à avoir l'impression de voir, les différents visages de Jésus dans notre vie quotidienne.  Mais nous pouvons, dans chaque situation où nous nous trouvons, découvrir Son visage de Ressuscité, de Sauveur, de médecin, d'enseignant, de pauvre enveloppé d’une infinie Miséricorde.

 

Être le visage de Jésus et regarder à travers Ses yeux nous met en union avec Lui, intègre notre âme à la sienne et nous transforme en véritables évangélisateurs par la parole et l'exemple.

 

Eduardo Marques Almeida

Conférence St Margaret Marie

Rio de Janeiro, Brésil

 

 

 

The many faces of Jesus

 

Sometimes we have the impression that Jesus always presents himself to us in the same way, with the "same face".  I would invite you to be attentive to note him each time you meet him in your prayer, in your visit to the poor, in your work, in your study, in your family or with your friends.  He may appear differently in each situation.

 

As only the mystical persons can see Christ face to face, we can only perceive how he interacts with us in all these situations through our imagination.  St. Teresa of Avila, for example, saw Jesus with the eyes of her soul in many ways: just his hands, just his face, his whole body, without an image (just feeling his presence next to her), in ecstasy (with Jesus physically lifting her body, in levitation).  Each time, she knew if it was an imaginary vision or if it was real; equally, she knew when it was the Lord himself who was making himself felt, or if it was the work of the devil to deceive her.

 

In the Gospel, Jesus presents himself in different ways to his friends and disciples.  Once, walking on water, he was mistaken for a ghost by the apostles; even after he said the phrase he repeated many times during his life ("don't be afraid, it's me"), the apostles still had doubts and Peter asked him to make him walk on water, as a "proof of identity" (Matthew 14:25-30).

 

Eight days after his resurrection, Jesus went to where the apostles were and said, "Peace be with you".  He certainly presented himself in a different way than usual, because he entered the room with the door locked (John 20:26).

 

It's interesting how Jesus also shows himself to us in different ways, depending on the situation we find ourselves in.  When we ask him for a miracle of health for a relative or a close friend, we see Christ, the medical doctor of bodies and souls, very close to us, understanding our suffering and our need.

 

When Jesus gives us a miracle of healing, we see a smiling Jesus, sharing our joy with us, showing that he is able to do what no one else could, no doctor.

 

When, at Mass, we see the Eucharistic Christ, present in a piece of bread, wanting to be our food, physically entering our being, to occupy the space of our heart, of our soul, he presents himself as our savior.

 

When we ask Jesus for something and he doesn't give it to us, sometimes we can't see him because, perhaps rightly, we're sad that he didn't answer us at the time and in the way we wanted.  Often, later, we understand that Jesus' plan was much more intelligent than ours and, if we didn't receive the grace, it was for our own good or for the good of our loved ones.  Jesus appears to us as a teacher, a sage who sees far ahead of us.

 

When we go to a poor person's house, we see Jesus in the very face of the person we are visiting, we feel as if the house is his, Christ's. He appears to us as the one who has mercy on the Poor and asks us to share what we have or what we are, as he asked the apostles to do in the miracle of the multiplication of the bread (Matthew 14:13-21).

 

We don't always manage to see, or have the impression of seeing, the different faces of Jesus in our daily lives.  But we can, in every situation we find ourselves in, show his face as the savior, the medical doctor, the teacher, the poor man and, always… of infinite mercy.

 

Being the face of Jesus and looking through his eyes puts us in union with him, integrates our soul with his and transforms us into true evangelizers by word and example.

 

Eduardo Marques Almeida

St. Margaret Mary Conference

Rio de Janeiro, Brazil

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Catorce estaciones de la resurrección del Señor para fortalecer la fe y la vivencia del tiempo litúrgico de la Pascua, al igual que lo es el Vía Crucis en Cuaresma

 

 

 

 

Escribía hace cerca de cuatro décadas el gran José Luis Martín Descalzo: “Durante siglos, las generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones cristianas: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar -no (en lugar de), sino (además de)- acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?”. Así nació su Vía Lucis, quizás el primer Vía Lucis escrito formalmente.

El Vía Lucis (“Camino de la luz”) es el recorrido de los principales episodios bíblicos de la resurrección del Señor. Son sus apariciones a las mujeres, a los apóstoles y a los discípulos y los siguientes pasos que Jesús resucitado fue realizando hasta su Ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo.

 El Vía Lucis es, de este modo, el camino de la búsqueda, del encuentro y del testimonio. Es el camino del gozo, de la alegría y de la felicidad. Es camino de las llagas, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Es el camino de la luz, de la paz y de la misión. Es el certificado de la fe, la prueba de la esperanza y el camino de la caridad. Decir Vía Lucis es decir Jesucristo Resucitado, la clave de bóveda de nuestra fe, la realidad histórica más grande que los siglos han conocido, la verdad que mueve al mundo y lo transforma en vocación de Pascua y de eternidad.

 

Un canto a la vida en medio de signos de muerte

La Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó, bajo la expresa autorización del Papa Juan Pablo II, el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. En el número 153 habla del Vía Lucis. Estas son las principales ideas de su contenido:

Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cfr. Jn 14,26; 16,13-15; Lc 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia.

Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos, que, en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cfr. Col 1,13; Ef 5,8).

Durante siglos, el Vía Crucis ha mediado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección.

El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, "per crucem ad lucem" (“Por la cruz a la luz”). Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.

El Vía Lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la "cultura de la muerte", con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una "cultura de la vida", una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.

 

El Vía Lucis de José Luis Martín Descalzo

El gran y recordado José Luis Martín Descalzo (1930-1991) publicó en 1986, dentro del libro “Razones para la alegría”, el quizás primer Vía Lucis escrito y redactado como tal. Las catorce estaciones de este Vía Lucis reflejan los acontecimientos iniciales de la Pascua del Señor y su significado e interpelación.

Las primeras estaciones son la proclamación de la verdad de la resurrección y de sus implicaciones. La primera estación es: “Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera” (Mt 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: “Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte” (Mc 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: “Jesús, bajando a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección” (1 Pe 3,18).

Las siguientes tres estaciones son las estaciones de los personajes, de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es la estación mariana: “Jesús resucita por la fe en el alma de María” (Lc 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: “Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles” (Jn 20,11-18). La sexta es la estación de los discípulos de Emaús: “Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados” (Lc 24, 13-31).

La séptima, bajo el epígrafe “Jesús enseña a los suyos su carne herida y gloriosa” (Jn 20, 26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección. Es la estación de Santo Tomás, el que dudó. Es la estación de los que dudan. Esta estación, la séptima, es la estación de las llagas sanadas y sanadoras. Es la estación del cuerpo de Cristo, el mismo y distinto, glorificado, que complementa con la octava. La corporeidad, la materialidad de la resurrección, es, en efecto, el argumento de la octava estación: “Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán” (Lc 24,36-43).

El camino de la luz se hace camino también para vencer al miedo y para la confianza y la alegría: “Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo” (Jn 20,1931), “Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros” (Mt 28,16-20) y ”Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida” (Jn 20, 19-31) son los epígrafes de las estaciones nueve, diez y once.

Las tres últimas estaciones del Vía Lucis de Martín Descalzo son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia, la hora de la misión y de la evangelización: ”Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas” (Jn 21, 15-17), “Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar” (Mt 28.16-20) y “Jesús sube a los cielos para abrirnos camino” (Hch 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.     

 

Otras catorce estaciones

“¡Cristo vive!¡Ha resucitado!” (Mt 28,1-7) es la primera estación. En la segunda estación nos hallamos con María Magdalena, la primera en ver a Jesús resucitado: “Jesús se aparece a María Magdalena” (Jn 20,10-18). La aparición de Cristo a las otras mujeres constituye la tercera estación: “Jesús se aparece a las otras mujeres” (Mt 28, 8-10).

Siguiendo la literalidad y la cronología de los relatos de la resurrección, llegamos a la cuarta estación: “Los soldados custodian el sepulcro de Cristo” (Mt 28,11-15). Y al sepulcro, ya vacío, llegan Pedro y Juan, tal y como contemplamos en la estación quinta del Vía Lucis: “Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío” (Jn 20,3-10).

Jesús comienza a mostrarse resucitado a los apóstoles. Es, en primer lugar, la estación sexta: “Jesús en el cenáculo muestra sus llagas a los apóstoles” (Lc 24,36-43). Es el encuentro con los Emaús, presentado en la estación séptima, titulada “En el camino de Emaús” (Lc. 24,13-32).

Comienza la misión en la estación octava –“Jesús da a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados” (Jn 20,19-23). Una misión, que necesita robustecer la fe: “Jesús fortalece la fe de Tomás” (Jn 20,26-29) reza la estación novena. El lago grande Galilea es el símbolo del mundo y del ámbito de la misión. Es la décima estación del Vía Lucis: “Jesús resucitado en el lago de Tiberiades” (Jn 21, 1-6). La misión, para remar mar adentro, necesita del timonel y la brújula: “Jesús confirma a Pedro en el amor” (Jon 21, 15-19). Y la misión es ya la seña de identidad de todos los apóstoles, de todos los testigos de la resurrección. Es la duodécima estación, titulada “En su despedida, Jesús encarga a los apóstoles la misión de evangelizar” (Mt 28, 16-20).

Por fin, la Ascensión y Pentecostés confirman todo lo anterior, son la culminación y la prueba de la Pascua y el comienzo de la Iglesia. “Jesús asciende a los cielos” (Hch 1, 9-11) y “La venida en Pentecostés del Espíritu Santo” (Hch 2, 1-4) son los enunciados de las dos últimas estaciones, la decimotercera y la decimocuarta, respectivamente.

 

 

El Vía Lucis, óptimo medio para vivir la Pascua

En cualquier caso, el Vía Lucis es una nueva praxis de piedad que ha de ponerse en práctica y ha de desarrollarse. Es un medio óptimo para vivir la Pascua, para mantener su tensión y su gracia durante los cincuenta días de este tiempo santo.

Si al Vía Crucis acompaña la cruz durante su rezo itinerante, al Vía Lucis bien podría acompañarle el cirio pascual. Para rezar el Vía Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Vía Crucis: enunciado de la estación, presentación o monición que encuadra la escena, texto evangélico correspondiente, oración que pretende tener un tono de súplica, meditación y cántico final de alabanza.

 

Potenciar los signos de la Pascua

Necesitamos llenar de signos y de símbolos nuestra fe y su expresión litúrgica, pastoral y espiritual. El Vía Lucis ha de ser uno de ellos. Como el cirio pascual todos los días de la cincuentena pascual encendido.

Los domingos el rito penitencial debería ser, al menos algunos domingos, el de la aspersión con el agua bendita. Es preciso asimismo recuperar todos los días el Regina Caeli en sustitución del Ángelus, y, al menos, sábados y domingos, cantarlo al final de la eucaristía.

Las flores es otro signo a potenciar y a cuidad durante la Pascua. Nuestros templos, comunidades y hogares deben estar bien adornados y revestidos de flores y macetas. Fue en un jardín, el jardín, el huerto del Calvario, donde florecieron para siempre la vida y la esperanza con la resurrección del Señor

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 12 de abril de 2024

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

En la sede del arzobispado de Toledo del 19 de marzo al 10 de junio y en el contexto del congreso eucarístico de esta diócesis del próximo mes de junio

 

 

 

 

El martes 19 de marzo se inauguró una nueva exposición de arte contemporáneo en el arzobispado de Toledo, dedicada a la figura de Cristo en el misterio de la eucaristía, en las salas de la calle Trinidad, 1, frente a la catedral primada.

Con el título VIVO. Cristo: Pasión + Vida + Corazón, la Delegación de fe y cultura del arzobispado toledano propone un recorrido por el misterio de la eucaristía, memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, a través de más de 100 obras contemporáneas, en diálogo con algunas piezas del patrimonio conventual de la ciudad.

 

 

Horario, comisaría, patrocinio

La exposición permanecerá abierta hasta el 10 de junio, con un amplio horario de lunes a domingos de 11 a 19 y viernes y sábados de 11 a 21 horas. Esta exposición forma parte de las actividades que organiza la archidiócesis de Toledo con motivo del Congreso Eucarístico Diocesano, que tendrá lugar del 5 al 8 de junio de 2024, en las sedes de Torrijos, Oropesa, Toledo y Camuñas.

La exposición ha sido preparada y es ahora coordinada por Pilar Gordillo Isaza, delegada episcopal de Fe y Cultura con la participación, en el diseño gráfico y montaje de sala, de los artistas toledanos Carlos Galván y Carolina Espejo. Cuenta con el patrocinio de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, la Diputación Provincial de Toledo y el Ayuntamiento de la ciudad.

 

Cinco ámbitos expositivos, 40 artistas contemporáneos

El misterio central (pasión, muerte y resurrección) y todo ello representado y presente en la eucaristía es el eje de la exposición y el que ilustra sus cinco ámbitos expositivos: Santa Cena, Pasión de Cristo, Muerte, Resurrección y Sagrado Corazón.  Los escritos de san Juan de Ávila (1499-1560), gran amante y divulgador de la eucaristía, guían la exposición, acompañados de melodías musicales que ayuda a penetrar en estos profundos misterios de la fe.

Entre los más 40 artistas participantes, se halla figuras renombradas en el panorama nacional actual como José Manuel Ballester, Javier Viver, Santiago Ydáñez o César Barrio, junto con jóvenes artistas amateur, algunos estudiantes de Bellas Artes, cuyas obras aquí presentadas son el trabajo de fin de carrera o fin de master.

Y este es el elenco completo de los artistas contemporáneos presentes en la exposición: Javier Viver, Santiago Ydáñez, José Manuel Ballester, César Barrio, Matilde Olivera, David López, Alberto Guerrero, Nicolás de Maya, Diana García Roy, Javier Martínez Pérez, Teresa Guerrero Serrano, Jesús Sáenz, Juan Ramón Martín, Jesús Zafra, Víctor Pulido, Luis Martín de Vidales, Mariano Guerrero Corrales, Vicente Molina Pacheco (O.P.), Amalia Parra, María Tarruella Oriol, Adriana Torres Silva, Dalila del Valle, Carlos Galván,  Constanza López Schlichting, Inés Azagra, Rodrigo Zaparaín, Paco Paso, Margarita Sanz de Andino, Pedro Quesada, Jesús Carrasco, Pedro Montserrat, Matoya Martínez-Echevarría, Lirios Doménech Bardisa,  Susana Alamán, Carolina Espejo,  Magui Rebollo, Ana Belén Vidal, Elena Egea, Valentina Mattern, Sara Bargueño, Catalina Orart y Karel Rodríguez Fernández.

 

Santa Cena, Pasión, Muerte

La exposición se inicia con la sala, pintada en gris, dedicada a la Santa Cena presidida por la gran instalación del murciano Nicolás de Maya, que recrea el paso procesional ejecutado por Francisco Salzillo en el siglo XVIII.

Las esculturas de Cristo de Javier Martínez y Teresa Guerrero, ambos profesores de escultura en la Universidad Complutense de Bellas Artes, ocupan un lugar muy destacado en la sala de la Pasión, sala pintada en rojo, junto con la triple interpretación del Crucificado como principio de luz, espejo de la verdad y fuente de vida, del valenciano David López, el primer artista español galardonado con la Medalla de las Academias Pontificias del Vaticano.

La sala de la Muerte está presidida por una gigantesca cruz, interpretación de la cruz de Velázquez, del fotógrafo, Premio Nacional de Fotografía, José Manuel Ballester. El color de la pintura de esta tercera sala es el negro.

 

Resurrección y Sagrado Corazón

Una imagen popular de Jesucristo resucitado centra la sala dedicada a la resurrección, sala pintada en blanco. Además de esta imagen, hay otras representaciones ya más figurativas de Jesús resucitado.

Y en el ámbito dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, también con pintura blanca en sus paredes, se presenta el proyecto del escultor Javier Viver: el Sagrado Corazón más grande del mundo, que, con sus 35 metros de altura, presidirá el área de Boadilla del Monte (Madrid).

 

 

Este domingo, 21 de abril, Jornadas Vocacionales

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada Misionera de las Vocaciones Nativas

 

Pasado mañana, domingo 21 de abril de 2024, será el cuarto domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, Jornada mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada misionera de las vocaciones nativas.

La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del domingo cuarto de pascua, el domingo del Buen Pastor, fue instituida en 1964 por el Papa san Pablo VI. Por su parte, la jornada misionera de las Vocaciones Nativas es una de Obras Misionales Pontificias, la llamada Obra de San Pedro Apóstol.  Fue creada por en 1889 por Juana Bigard y Estefanía Cottin de Bigard (una hija y su madre, francesas de Normandía), tras recibir una carta de un obispo misionero en Asia, solicitando ayuda económica para formar vocaciones.

 

Jornada unitaria, objetivos propios de cada jornada, lema

Aunque se celebran el mismo día, cada jornada (oración por las vocaciones y vocaciones nativas) mantiene sus objetivos. La Jornada de oración por las vocaciones invita a todos, especialmente a los jóvenes, a interrogarse sobre su vocación y a la comunidad cristiana, a acompañar y rezar por ellas. La Jornada de vocaciones nativas busca sostener las vocaciones de especial consagración que surgen en los territorios de Misión, para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos. Para ello, además de la oración, promueve la colaboración económica.

“Hágase tu voluntad: todos discípulos, todos misioneros” es el lema de la jornada vocacional del este domingo. Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz es el tema abordado por el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada.

 

Actividades vocacionales diocesanas

Nuestra diócesis tendrá mañana, sábado 20 de abril, víspera de esta jornada, el Festival de Canción Vocacional, en el seminario de Guadalajara, desde las 16:30 horas. Nacido en 1982 y con gran éxito durante muchos años, la pandemia interrumpió el Festival Diocesano de la Canción Vocacional, que regresa este año, en su edición 39.

Hoy, viernes 19, a las 20 horas, es la vigilia de oración en las Carmelitas de Guadalajara. Asimismo, se anuncia para el sábado 4 de mayo, de 10:30 horas a 14 horas, en el seminario de Guadalajara, Encuentro del Grupo Samuel, iniciativa pensada para muchachos y muchachas con alguna inquietud vocacional o abiertos a discernir la llamada de Dios. Estas tres acciones las promueve la Delegación Diocesana de Vocaciones.

Por otro lado, y como acción promovida por la Delegación Diocesana de Misiones, del 15 al 18 de abril ha sido la Semana de Sensibilización Misionera en varios colegios de Guadalajara, Azuqueca de Henares y Sigüenza.

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 19 de abril de 2024

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

En su mensaje «Urbi et Orbi» de Pascua 2024, Francisco clama en pro de la paz, de la vida y de los más vulnerables y propone al Resucitado como nuestra esperanza

 

 

 

 

Como en otros años, el primer artículo de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA tras la Semana Santa se centra en el mensaje que el Papa ha dirigido a la ciudad y al mundo (de ahí, su nombre latino de mensaje «Urbi et Orbi») con ocasión de la fiesta de la Pascua de Resurrección del Señor, la fiesta más importante del año cristiano y de la misma historia de la humanidad.

Este mensaje, que también se produce el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad de Jesucristo, y que conlleva bendición papal especial con indulgencia plenaria, aborda el significado de la Pascua y lo proyecta sobre la realidad presente. Por ello, la invasión y guerra en Ucrania, en Siria, la situación bélica en Gaza y en otros lugares han estado muy presentes en las palabras del Papa Francisco.

 

 

Texto íntegro mensaje papal «Urbi et Orbi» 2024

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (cf. Mc 16,6).

La Iglesia revive el asombro de las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana. La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así también hoy hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más. También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros: “¿Quién nos correrá estas piedras?” (cf. Mc 16,3).

Y he aquí el gran descubrimiento de la mañana de Pascua: la piedra, aquella piedra tan grande, ya había sido corrida. El asombro de las mujeres es nuestro asombro. La tumba de Jesús está abierta y vacía. A partir de ahí comienza todo. A través de ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, aquel que ninguno de nosotros sino sólo Dios pudo abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad.

Hermanos y hermanas, Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Solo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.

 

 

Tierra Santa, Israel, Palestina, Ucrania         

Solo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. Hoy dirigimos nuestra mirada ante todo a la Ciudad Santa de Jerusalén, testigo del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y a todas las comunidades cristianas de Tierra Santa.

Mi pensamiento se dirige principalmente a las víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones. A la vez que invito a respetar de los principios del derecho internacional, hago votos por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por todos!

Además, reitero el llamamiento para que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja.

No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡han olvidaron de sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón.

 

Siria, Líbano

Hermanos y hermanas, no nos olvidemos de Siria, que lleva trece años sufriendo las consecuencias de una guerra larga y devastadora. Muchísimos muertos, personas desaparecidas, tanta pobreza y destrucción esperan respuestas por parte de todos, también de la comunidad internacional.

Mi mirada se dirige hoy de modo especial al Líbano, afectado desde hace tiempo por un bloqueo institucional y por una profunda crisis económica y social, agravados ahora por las hostilidades en la frontera con Israel. Que el Resucitado consuele al amado pueblo libanés y sostenga a todo el país en su vocación a ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.

 

Balcanes occidentales, Armenia y Azerbaiyán

Mi pensamiento se orienta en particular a la Región de los Balcanes Occidentales, donde se están dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo. Que las diferencias étnicas, culturales y confesionales no sean causa de división, sino fuente de riqueza para toda Europa y para el mundo entero.

Asimismo, aliento las conversaciones entre Armenia y Azerbaiyán para que, con el apoyo de la comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas desplazadas, respetar los lugares de culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo de paz definitivo.

Víctimas del cambio climático, víctimas del terrorismo

Que Cristo resucitado abra un camino de esperanza a las personas que en otras partes del mundo sufren a causa de la violencia, los conflictos y la inseguridad alimentaria, como también por los efectos del cambio climático.

Que el Señor dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo. Recemos por los que han perdido la vida e imploremos el arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes.

 

Haití, Myanmar, África, migrantes, pobres

Que el Resucitado asista al pueblo haitiano, para que cese cuanto antes la violencia que lacera y ensangrienta el país, y pueda progresar en el camino de la democracia y la fraternidad.

Que conforte a los Rohinyá, afligidos por una grave crisis humanitaria, y abra el camino de la reconciliación en Myanmar, país golpeado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia.

Que el Señor abra vías de paz en el continente africano, especialmente para las poblaciones exhaustas en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y ponga fin a la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre.

Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre todos aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad. Que Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en la solidaridad, para afrontar juntos los numerosos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la felicidad.

 

 

Valor sagrado de toda humana y de toda la vida

En este día en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad. Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos?

 Hermanos y hermanas, en el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir a la libertad a quienes son sus víctimas. Que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, asegurándoles conforto y esperanza.

Que la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. ¡Feliz Pascua a todos!


 

Publicado en Nueva Alcarria el 5 de abril de 2024

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