Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

San Vicente de Paúl,

el de los padres paúles,

patrón de las Caridades

de los trabajos y verdades

bajo los cielos azules.

Francesa alba flor de tul

por prédica de evangelios,

que, con luminosidad de helios,

pongan a Dios ante los hombres.

Sin importan nada los nombres

que quieran ser aguazul.

                                            

Organizar retiros humanos

en donde el espíritu mane,

y cristiano se hermane

con resto de los cristianos.

Y ejercicios espirituales

que contenidos reales

sepan dar a quienes les buscan

y entre las dudas rebuscan

que los paúles les puedan

darles signos que se quedan,

 

Dirección de seminarios

y asistencia a enfermos

son fértiles que no yermos

complementos necesarios

de los Padres Paúles.

Y van llenos sus baúles

de acciones en todos tiempos

aun con muchos contratiempos

¡Los carismas y escenarios

de los Paúles son diversos y son varios!

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Preciosa Virgen María

por la Cristiandad amada,

por el propio Dios soñada:

luz y llama al mediodía.

Prístina Virgen preciada,

manantial de la alegría,

recibe mi vida; y guía

-hacia tu lumbre gloriosa-

a esta postrada criatura

que anhela escalar tu altura.

 

 Hazme obra tuya valiosa.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

Sé que el vacío es capacidad,

la nada, silencio;

la mente en blanco, espera.

Mas, ¿y si es indiferencia?

 

¿Dónde queda la vibración sensible,

la fascinación en el hallazgo,

el manantial constante,

el amor desbordado, enamorado?

 

Esperar en la noche es fe,

amar sin sentir, oblación,

creer sin ver, bienaventuranza,

permanecer, fidelidad.

 

Es la hora del amor mayor,

cuando se descubre la verdad

en el hondón del ser,

donde habita Dios.

 

El ayer de luz se fue.

La atracción marchó.

Solo queda el hoy,

El ahora fiel.

 

Y la nada se hace paz,

el silencio, presencia,

la espera, habitada,

y el amor, ofrenda.

 

Collado, 14, junio 2023

 

 

 

Este sábado 24 de junio es la solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista y el jueves 29 de junio, la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Mañana, sábado 24 de junio es la solemnidad litúrgica de la natividad de san Juan Bautista, el precursor del Señor. Fue fiesta de precepto y por eso continúa teniendo ciertas prerrogativas como la de tener dos formularios, pues al de la solemnidad de esta fecha se añade otro para la misa vespertina de la vigilia. Además, de san Juan Bautista se hace también memoria litúrgica el 29 de agosto para celebrar su martirio.

La figura de san Juan Bautista es presentada, del siguiente modo, en el prefacio (la oración que antecede a la consagración eucarística) de la misa de su natividad, el 24 de junio: “Y al celebrar hoy la gloria de Juan el Bautista, precursor de tu Hijo y el mayor de los nacidos de mujer, porque él saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. Él bautizó en el Jordán al autor del Bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”.

 

 

Fiestas y parroquias de san Juan Bautista

Algunos de los lugares de la diócesis donde san Juan Bautista es especialmente celebrado son Yebra, Palazuelos, Torremocha del Pinar, Escalera, Sigüenza, Torresaviñán, Alhóndiga, Galve de Sorbe, …

Y hasta veinticinco templos parroquiales tienen como titular a San Juan Bautista: Alhóndiga, Atienza, Auñón, Casas de San Galindo, Concha, Córcoles, Cubillas, Checa, Chequilla, Escalera, Fuencemillán, Jadraque, Majaelrayo, Matallana, Milmarcos, Palazuelos, Peñalén, Pinilla de Molina, Retiendas, La Toba, Torrejón del Rey, Torresaviñán, Tortuero, Turmiel y Valdeaveruelo.

Además, el monasterio de monjas benedictinas de Valfermoso de las Monjas, que data de 1186, está dedicado a san Juan Bautista.

 

Santos apóstoles Pedro y Pablo

El jueves día 29 de junio, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, los dos apóstoles columnas de la Iglesia.  Como reza el prefacio de su misa, Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó.

Pedro fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, Pablo la extendió a todas las gentes. De esta forma, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio en Roma, celebra el miércoles, 29 de junio, el pueblo santo de Dios con una misma veneración.

El día de san Pedro y san Pablo es el Día del Papa y el día de la colecta del Óbolo de San Pedro, un fondo mundial de donativos para las obras de caridad del Papa, el sucesor de san Pedro.  En 2022, nuestra diócesis recaudó para la colecta del Óbolo de San Pedro 13.052,94 euros.

Por ello, ante esta jornada de los apóstoles Pedro y Pablo, ante el día del Papa, demos gracias a Dios por el ministerio apostólico petrino, que, desde el 13 de marzo de 2013, encarna Francisco. Acción de gracias, oración por su persona y ministerio y renovación de nuestra adhesión, comunión y fidelidad con él. Con Francisco, ahora Pedro; con Pedro, ahora Francisco. Siempre con Pedro y bajo Pedro.

 

Parroquias de San Pedro en la diócesisSan Pedro Apóstol es titular de cuatro decenas de parroquias de la diócesis, una de las advocaciones más comunes (la más común es la Asunción de María, con un centenar de parroquias). Al primero de los apóstoles, a san Pedro, están dedicadas las parroquias de Alcuneza, Anguita, Anguix, La Barbolla, Budia (con la popular fiesta de la “Sampedrada”), Cabanillas del Campo, Cendejas de Enmedio, Ciruelas, Codes, Copernal, Estriégana, Fuentelsaz, Gajanejos, Galápagos, Hinojosa, Hontoba, Loranca de Tajuña, Lupiana, Luzón, Mandayona La Miñosa, Monasterio, Motos, El Pedregal, Poveda de la Sierra, Rebollosa de Jadraque, Saelices de la Sal, Sayatón, Sotoca de Tajo, Tomellosa, Tordelrábano, Tortuera, Val de San García, Valfermoso de Tajuña, Veguillas, Villacadima y Yunquera de Henares, además de las que fueron parroquias de dos caseríos hoy desaparecidos: Valbueno, junto a Cabanillas del Campo; y Valdeancheta, junto a Espinosa de Henares. También Hita, donde San Pedro es festivo, tiene

También tiene una de sus parroquias dedicadas al apóstol san Pedro las ciudades de Guadalajara y de Sigüenza. Y la villa medieval honra a San Pedro como patrono principal, conserva, ya en ruinas tras la pasada guerra civil, una hermosa iglesia dedicada al santo. Por su parte, la parroquia de Abánades está dedicada a la Cátedra de San Pedro, cuya fiesta se celebra el 22 de febrero.

 

Patronazgos de San Pablo

 

El apóstol San Pablo tan solo tiene una parroquia dedicada en la diócesis: en Guadalajara, enfrente de la estación de RENFE, parroquia erigida en 1955.

San Pablo, en la fiesta de su conversión (25 de enero), es el patrono del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.

 

Semblanza de san Juan Bautista

Hijo de Zacarías y de Isabel, ya ancianos y fruto de una intervención especial de la gracia de Dios, nació, según la tradición seis meses antes que Jesús, de quien era familiar. Zacarías e Isabel vivían en Ain Karen, una localidad muy próxima a Jerusalén, de cuyo templo su padre era sacerdote. El nombre de Juan fue elegido por su padre Zacarías, como inspiración divina, y para expresar la misión de este de precursor de Jesús. Todo ello aparece así reflejado en el evangelio de san Lucas (1, 5-20). También a María el arcángel san Gabriel le anunció el nacimiento de Juan (Lucas, 1, 26-38).

Los evangelios nos garantizan que vivía austera y penitencialmente, que tenía un grupo de discípulos, algunos de ellos probablemente próximos al grupo de los Esenios. Su misión fue preparar a Jesús un pueblo bien dispuesto. Su sobrenombre de Bautista, se debe que administraba, junto al río Jordán, un bautismo de purificación, bautismo que el mismo Jesús quiso recibir, como nos narran los tres evangelios llamados sinópticos: Mateo (11, 11), Marcos (1, 9-11) y Lucas (3, 15-16)

San Juan, en su evangelio, el cuarto y último en ser escrito, describe a Juan el Bautista como “un hombre enviado por Dios” que “no era la luz”, pero que “vino como testigo para dar testimonio de la luz, de manera que a través de él todos creyeran” (Juan 1, 6-8).

Según el libro de los Hechos de los Apóstoles (18, 24 y 19, 6), algunos discípulos de Juan pasaron a ser discípulos de Jesús (18, 24 y Hechos 19, 6); y el apóstol Andrés, hermano de Pedro, también lo fue (Juan 1, 35-42).

Juan Bautista, que reprobaba el matrimonio de Herodes Antipas y Herodías por ser ésta una mujer divorciada, tras ser encarcelado por el rey, acabó siendo decapitado ante la petición de Salomé, hija de Herodías, quien instigó a su hija al respecto (Mateo 14:1-12, Marcos 6:14-29 y Lucas 9:7-9). Sus discípulos recogieron su cuerpo y lo enterraron.

 

Semblanza de san Pedro

Natural de Betsaida, en Galilea, casado y pescador de oficio, su nombre era Simón bar-Jona (hijo de Juan). En Cafarnaúm, también en Galilea, junto al lago de Tiberiades, fue llamado por Jesús, a quien se lo presentó su hermano Andrés. Estos dos hermanos, junto a Santiago y Juan, hijos del Zebedeo, constituyeron el núcleo primero y principal de los apóstoles de Jesús.

Pronto Simón aparece en los evangelios en una posición preminente, que Jesús le otorga y le confirma, cambiándole de nombre: Pedro, que deriva de piedra, piedra sobre la que Jesús edifica su Iglesia, constituyéndole como la cabeza del colegio apostólico. Por ello, los papas, los pastores supremos de la Iglesia católica, son los sucesores de San Pedro.

Tras la resurrección de Jesús, será Pedro quien ya encabeza la Iglesia naciente. Hacia el año 44 fue encarcelado por orden del rey judío Herodes Agripa, pero consiguió escapar y abandonó Jerusalén, evangelizando en Antioquía (actual Turquía). Y en el final de su vida, viaja a Roma, capital del Imperio, donde se encuentra con Pablo. Allí fue detenido durante las persecuciones de Nerón contra los cristianos, y murió crucificado (hacia el año 64 o 67), en la colina del Vaticano, donde en el siglo IV se erigió una basílica en su honor.

El canon católico de los libros del Nuevo Testamento atribuye a san Pedro dos cartas apostólicas, en las que se presenta como testigo de Jesucristo, el modelo por excelencia a imitar y a seguir en la vida cristiana.

Y al igual que San Pablo, como luego veremos, san Pedro es celebrado en el calendario litúrgico de la Iglesia en tres fechas: el 22 de enero, fiesta de su cátedra (el ministerio apostólico petrino doctrinal); el 29 de junio, solemnidad de su martirio, junto con el de San Pablo; e, igualmente, junto con San Pablo, el 18 de noviembre, memoria litúrgica de la consagración o dedicación litúrgica de las basílicas romanas, donde están respectivamente enterrados: San Pedro en el Vaticano y San Pablo Extramuros, respectivamente.

 

Semblanza de san Pablo

En el año 8 de la era cristiana, en la ciudad Tarso (actualmente Turquía) nació san Pablo, cuyo nombre originario era Saulo. Muy joven, estudió en Jerusalén la ley mosaica. Fue discípulo del gran rabino Gamaliel. Aprendió también el oficio de la fabricación de tiendas. Asistió al martirio de san Esteban, diácono. Era judío observante y celoso, que inicialmente persiguió a los cristianos hasta su conversión.

Heraldo y misionero del Evangelio de Jesucristo por excelencia, desarrolló, sobre todo, este ministerio a través de sus viajes y de sus escritos. Desde Antioquía de Siria se dirigió a Chipre; luego, a las regiones de Asia Menor (Pisidia, Licaonia, Galacia); y después a las de Europa (Macedonia, Grecia), amén de cartas dirigidas a las ciudades de Éfeso, Filipos, Tesalónica, Corinto, Berea, Atenas y Mileto. Incluso pudo viajar a España.

Las cartas paulinas son textos de importancia teológica, histórica, espiritual y pastoral de primera magnitud. Quizás el más relevante de todos ellos –muy vinculado con la epístola a los Gálatas– es la carta a los Romanos, a modo de testamento del apóstol y de síntesis de su vida y predicación. Otras de sus cartas son las que dirigió a los Tesalonicenses, dos a los Corintios, a los Filipenses, a Filemón, … Fue martirizado en Roma en el año 68, aproximadamente. Está enterrado en la basílica a él dedicada en las entonces afueras de Roma, en la Vía Ostiense: la basílica de San Pablo Extramuros.

Y al igual que San Pedro, como ya dijimos, también san Pablo es celebrado en el calendario litúrgico de la Iglesia en tres fechas: el 25 de enero, fiesta de su conversión; el 29 de junio, solemnidad de su martirio, junto con el de San Pedro; y, asimismo, junto con San Pedro, el 18 de noviembre, memoria litúrgica de la consagración o dedicación litúrgica de las basílicas romanas, donde están respectivamente enterrados: San Pablo Extramuros y San Pedro en el Vaticano, respectivamente

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 23 de junio de 2023

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia Santa María, Guadalajara)

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Seguramente la mayoría de aquellos que queremos entregarnos a obras que se ocupen de aliviar el sufrimiento de los otros, de nuestros convecinos y más allá, alguna vez hemos sentido que algún amigo nos “empujaba” desde arriba. No soy, ni de lejos, un teólogo por lo que de antemano pido excusas si escribo, con la mayor buena fe, algún pequeño despropósito teológico.

Según voy cumpliendo años, identifico esas ayudas con más frecuencia y con profunda humildad. También es cierto que, por esos años cumplidos, cada vez el número de mis amigos “en el piso de arriba” son más numerosos, hasta que un día sea uno con ellos, como espero. Afortunadamente, entre la mayoría de mis amigos a lo largo de toda mi vida, han predominado los cristianos y los miembros de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Unida esa realidad a la misericordia de Dios en la que creo a pie juntillas, me hacen confiar en su cercanía y en su ayuda, en la Comunión de los Santos. No pido la intercesión de alguno de ellos en particular, eso sería arrogarme una capacidad eclesial de la que carezco. Pero, dirigiéndome al “totum revolutum” de todos en conjunto, alguno seguro que se ocupa del amigo que aún no está entre ellos y permanece en la Iglesia militante y peregrina. Un amigo, servidor, que intenta cumplir, con poca fortuna en ocasiones, -reconocido queda- los Consejos Evangélicos.

Entre ellos, permítame, amigo lector, que recuerde a un buen sacerdote que ya se encuentra en la Iglesia del “piso de arriba”, de aquellos que ya están en la presencia de Dios o al menos lo vislumbran un poco, “allá lejos”, mientras terminan de purificarse para ser recibidos en la Iglesia Triunfante. Decía aquel sacerdote que “a veces nos iba mal como Iglesia, porque no nos acostumbrábamos a compartir la gracia de Dios”. Creo que tenía toda la razón. Los dones que el Buen dios nos regala y las gracias que recibimos, con las que incluso nacemos, debemos examinarnos para ser conscientes de haberlas recibido. No siempre accedemos a esa conciencia, ese conocimiento y con frecuencia, ni tan siquiera lo intentamos.

Es sin duda de una gran dificultad, el llegar a conocernos pues, ese conocimiento, implica conocer lo bueno y también los defectos que nos acompañan. A esto último, al conocimiento de los defectos, somos poco propensos desafortunadamente. Sin embargo, hemos de conocernos con la mayor crudeza posible y como habrá de aconsejarnos San Agustín: “conócete, acéptate, supérate”. Ese es el camino. Cuando conoces con facilidad tus capacidades y tus defectos, estás en disposición de poder servir al mundo de la mejor forma posible. Serás capaz de servir mejor que, en definitiva, es para lo que llegamos a este mundo todos, pero con mayor obligación para superarnos lo que queremos ser seguidores de Cristo: los cristianos.

¡Recuerdo a todos ellos! A tantos amigos de los que tanto he recibido en el terreno espiritual y en el puramente humano.

Al margen de este encuentro mensual con mis amigos del mundo, anunciar que no entiendo lo que ha pasado en la Asamblea Internacional de las Conferencias. Pero se bien que el Mal no puede nunca tener más fuerza que el Bien, aunque lo parezca algunas veces en el corto plazo. Oremos y cada uno, seamos conscientes de nuestra personal responsabilidad ante el Buen Dios. Todos.

 

A Cristo, con y por María.

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