San Cristóbal, patrono de los conductores, con fecha en el santoral el 10 de julio, es celebrado el primer domingo de julio con el Día del Apostolado de la Carretera

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque su memoria litúrgica libre es el día 10 de julio, la Iglesia en España adelanta todos los años la celebración de san Cristóbal, patrono de los conductores y transportistas, al primer domingo de cada mes de julio, para hacerla coincidir con la Jornada pastoral de Responsabilidad en el Tráfico. “Encomienda tu camino al Señor y Él actuará” (Salmo 37, 5) es el lema de este año, en la edición ya 55 de esta jornada eclesial nacional en España.

Esta jornada del Apostolado de la Carretera se sitúa el primer domingo de julio por un doble motivo: el comienzo del periodo veraniego, en el que aumentan los desplazamientos viales, y porque el 10 de julio, como queda dicho, se celebra a San Cristóbal de Licia (Asia Menor, actual Turquía).

San Cristóbal (su nombre significa portador de Cristo y la iconografía, muy presente en el arte cristiano medieval, nos lo representa como un hombre de gran altura llevando a Cristo, en la figura del Niño Jesús, en sus hombros) es venerado por la Iglesia católica y la ortodoxa. De ahí viene su patronazgo sobre los conductores y transportistas. El santo fue martirizado hacia el año 251 o 308, según fuentes varias.

 

 

San Cristóbal en Sigüenza-Guadalajara

 

Este santo es también muy popular en nuestra diócesis. Pondremos algunos ejemplos. Canales de Molina y Mojares tienen la iglesia parroquial dedicada a san Cristóbal. En la catedral de Sigüenza se contemplan dos cuadros de san Cristóbal, además de tener una campana menor con tal dedicación y nombre, con fecha de fundición de 1698, colocada en la torre sur. San Cristóbal tiene también una talla contemporánea en la parroquia seguntina de Santa María.

Hay tradición de misas con procesión y con bendición de vehículos en localidades como Torija, Alovera, Yebra, Yunquera, Cifuentes y en San Ginés de Guadalajara. Orea tiene dedicado al santo un cerro, el punto más elevado de todo el Alto Tajo con 1.862 metros, donde se celebra romería y misa. También en Algora hay un cerro dedicado al santo, con romería, misa y bendición de campos en el primer sábado de mayo.

 

San Cristóbal en la girola catedralicia

 

Se trata de un óleo sobre lienzo, del siglo XVIII, de autor anónimo, propiedad de la catedral, con unas medidas de 212 x 141 centímetros. Resulta significativo que este cuadro no sea citado por estudiosos de la catedral como Antonio Ponz, en el siglo XVIII, ni el mismísimo Manuel Pérez Villamil. Sí lo ha citado José María de Azcárate Ristori, ubicándolo en 1983 en la Capilla del Espíritu Santo o de las Reliquias, espacio anejo a la nueva Sacristía Mayor.

Tras ser reentelado y dotado de un nuevo bastidor en 1994 por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), se ubicó junto al crucero, en el primer tramo de la girola del lado del Evangelio, frente a la puerta de la actual sacristía menor.

Si bien su técnica pictórica de pinceladas largas y ligeras puede hacer pensar en una obra de la segunda mitad del siglo XVII, todo indica ser una copia libre del gran San Cristóbal ubicado sobre la entrada al claustro (que luego describimos). Ello haría de este cuadro posterior a 1716.

La composición de la figura es idéntica, también su atuendo, un jubón abotonado con un ceñidor sobre la camisa remangada, aunque el brazo derecho se interprete totalmente desnudo y se abullonen los pliegues; incluso un detalle mal resuelto como es el pie del santo asentado en la orilla, o las manos, son reproducidos literalmente.

El copista reinterpreta el paisaje simplificándolo y abocetándolo: elimina el amplio primer plano del original, acercando así la figura del santo a éste y omite el gran árbol tras la palmera; al fondo introduce una ciudad que se funde con las montañas y como resultado la copia carece de menor profundidad que el original.

Además del cuadro original, el anónimo pintor pudo tener como referencia el San Cristóbal realizado por Juan de Arellano para la iglesia parroquial toledana de Santorcaz, en 1667, así como alguna estampa xilográfica de la época, en las que suele figurar una leyenda con las advocaciones propias del santo como la peste, el fuego o los dolores y los cuarenta días de indulgencia concedidos al rezar un Padre Nuestro y un Ave María.

 

Iconografía de San Cristóbal

 

La iconografía de este San Cristóbal, cuya antigua y popular devoción imploraba su protección ante la llamada muerte súbita o mala muerte, morir sin confesar ni comulgar, es la más básica del tema y omite otros elementos secundarios del relato hagiográfico recogido en «La Leyenda Dorada» de Jacobo de Vorágine, de 1625.

En su lugar el autor fija su atención en los simbólicos embates atmosféricos sufridos en la travesía hasta la otra orilla del proceloso vado del río de la vida y el reconocimiento de la identidad del misterioso Niño que porta (el Niño Jesús). Un enfoque más psicológico que descriptivo, más propio del lugar de destino de la obra, el ámbito presbiteral, que de la piedad de los fieles a la que responde el San Cristóbal de la entrada del claustro, que luego veremos.

Como en éste, recoge el gesto del Niño que señala la palmera, símbolo polivalente (triunfo, martirio, santidad) que surge milagrosamente del cayado del santo al pisar tierra firme.

Quizás esta obra pudo encargarse para sustituir una tabla pintada con la imagen del santo, actualmente desaparecida, realizada en 1532 para la antigua sacristía, con el fin de ubicarla en la Capilla de las Reliquias, junto a la nueva sacristía.

 

Y también en la puerta del claustro de la catedral

 

Óleo sobre lienzo, de 530 x 214 centímetros, fue mandado pintar por el cabildo la catedral en 1716, siendo obispo de Sigüenza Francisco de Mendarozqueta y Zarate (1714-1722). Podría ser obra de Pedro Arnaldo, único pintor que consta activo en la catedral a finales del siglo XVII y al menos hasta principios del XVIII.

Su estética pictórica responde a la del barroco del momento; el tratamiento anatómico de la figura muestra un evidente academicismo en la preocupación por el dibujo y un gusto decorativo del color expresado tanto en los tonos saturados de su indumentaria, como en los matices de la ambientación paisajística.

Por proximidad geográfica y temporal debe considerarse la afinidad compositiva e iconográfica con el San Cristóbal realizado por Juan de Arellano para la iglesia parroquial de Santorcaz (Toledo), en 1667.

Respecto a la iconografía del tema, es muy similar a la copia anónima, recién comentada, hoy ubicada en la girola de la catedral. El lienzo, mal ajustado a un ventanal románico y rematado en su parte superior por un luneto con el escudo del cabildo en grisalla, se ubica sobre la entrada al claustro, entre la Puerta de San Valero y el Altar de San Martín.

La ubicación no es casual, sino que obedecería tanto a una evolución de la devoción al santo en la catedral, como a la ampliación del espacio funerario catedralicio a las galerías del claustro, desde el siglo XVII, para cargos eclesiásticos y seglares. Efectivamente el gigantesco tamaño de San Cristobalón y su ostensible disposición a la mirada de los fieles, desde las puertas de acceso y zonas de paso, cumple con la piadosa tradición de quedar protegido tanto de muerte repentina, como de morir ese mismo día.

Numerosos aforismos en latín medieval, como también en lenguas romances, circularon por toda Europa en estampas del santo con leyendas como «Quienes contemplen este rostro, no perecerán en días de mala muerte» o «Si del gran San Cristóbal hemos visto el retrato, ese día la muerte no ha de darnos mal rato».

 

Culto popular, no exento de polémica

 

Este culto, que el erasmismo tachó de gran superstición y que incluso Trento intentó suprimir, gozaba en la catedral seguntina, al igual que en otras muchas catedrales, de cierta tradición, al menos desde principios del siglo XVI, con origen devoción en el Medievo.

Según las cuentas de fábrica de la catedral, una tabla de San Cristóbal fue pintada entre los años 1531 y 1532 por Adriano de Madrid, durante el obispado de Fadrique de Portugal con destino a la Capilla de la Misericordia, antigua sacristía catedralicia, donde disponía de altar propio, para acompañar a la imagen de la Virgen de la Misericordia.

Dos siglos después, con esta nueva obra, el cabildo parece potenciar también la devoción popular a San Cristóbal como protector de las almas en el trance decisivo de la muerte, al ubicarlo a la vista de todos los fieles, completando así la semántica de la puerta de San Valero como lugar de paso al espacio funerario (durante siglos hubo enterramientos en los claustros catedralicios). Última etapa de la peregrinación terrena evocada también en las procesiones litúrgicas que tenían lugar en el espacio catedralicio con estaciones y responsos camino de las galerías claustrales.

Estos dos cuadros de San Cristóbal formaron parte de la exposición ATEMPORA 2022, de cuyo libro-catálogo proceden las ideas y textos de las dos descripciones realizadas en el este apartado y en el anterior. El autor de los comentarios es Santiago Manzarbeitia Valle, doctor en Historia del Arte y profesor titular de esta disciplina en la UCM.

 


 

Viaje jubilar a Santo Toribio de Liébana del 28 al 31 de agosto

 

Del lunes 28 al jueves 31 de agosto, discurrirá el segundo cultural y religioso de la Asociación de Amigos de la Catedral de Sigüenza de este año 2023, con salidas desde Sigüenza, Guadalajara y Madrid.

El destino será Cantabria con ocasión del presente Año Jubilar Lebaniego. Habrá visitas a Santander, Potes, San Vicente de la Barquera, Comillas, Santillana del Mar, el Valle del Liébana, Fuente De y Santa María de Prisca, entre otros destinos, así como misa jubilar en el monasterio de Santa María de Liébana. El precio por personal, todo incluido y en habitación doble, es de 580 euros.

 Se puede ampliar información del viaje a Cantabria en los teléfonos 670 39 9161 y 949 390655.

Esta iniciativa viajera, cultural y religiosa, una de las más veteranas y populares de la diócesis, nació en 1990. Hasta ahora ha habido 73 viajes (precisamente en estos días está desarrollándose un viaje a Italia), con destinos a 37 países distintos de 4 continentes y a la práctica totalidad peninsular de España. El número de viajeros asciende a día de hoy a 3.745 participantes.

 

 

 

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 7 de julio de 2023

El Calvario de Pedro de Andrade, en la girola; la predela de los Apóstoles, en el brazo sur del crucero; y, en este mismo lugar, un cuadro sobre san Francisco Javier

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora que la temporada estival aumenta las visitas culturales y turísticas, también a la catedral de Sigüenza, nos acercamos hoy a tres obras artísticas pictóricas de su patrimonio, recientemente restauradas, reubicadas y revalorizadas. Son el Calvario de Pedro de Andrade, la predela de los Apóstoles y el cuadro titulado «Visión de san Francisco Javier».

Los comentarios sobre el Calvario de Pedro de Andrade y sobre la Predela de los Apóstoles están tomados, en su esencia, de los trabajos al respecto publicados por el libro-catálogo de ATEMPORA 2022 por el doctor en Historia en Arte Francisco Javier Ramos Gómez; y el texto del cuadro de san Francisco Javier está tomado e inspirado en el comentario, en la misma ya citada publicación  con texto de  Miguel Ángel Ortega Canales, director del Museo Diocesano de Sigüenza y delegado de Patrimonio Cultural en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.

 

 

Calvario de Pedro de Andrade en la girola

Cuadro documentado entre 1554 y 1577, óleo sobre tabla, 156 x 183 centímetros, propiedad de la catedral de Sigüenza y procedente de la capilla de San Juan Bautista y Santa Catalina (capilla del Doncel), esta obra fue restaurada ya para ATEMPORA 2016. Su actual emplazamiento se sitúa en la girola, concluida la nave de la Epístola, en el costado correspondiente de la capilla mayor y enfrente del altar de San Pedro Arbués.

Su autor es Pedro de Andrade (siglo XVI), uno de los pintores más originales e interesantes entre los numerosos autores que trabajaron en Sigüenza en esos años (Diego de Madrid, Juan de Illana, Pedro de Villanueva, Andrés de Rojas, Juan Calderón, Francisco de Pelegrina y Luis de Usarte). Esta tabla, pintada para la capilla de San Juan y Santa Catalina, destaca entre los muchos trabajos que Andrade realizó en la catedral.

La documentación del archivo de dicha capilla fue publicada en 1987 por Gregorio Sánchez Doncel y cita varios pagos a nombre de Pedro de Andrade «por el retablo y toda la pintura que ha hecho en la sacristía … se le dé 55.000 maravedíes».

De ello se deduce que esta tabla se ubicó en 1557 en la sacristía de esta capilla utilizada como espacio funerario y representativo de la familia Vázquez de Arce. Es esta la primera pintura conocida de Pedro de Andrade; muestra su dependencia respecto de la pintura toledana de Correa de Vivar y de Francisco Comontes, como bien señaló Diego Angulo. En obras posteriores. tomará más en cuenta el estilo de Alonso Berruguete y de su discípulo Juan de Villoldo.

Para esta misma capilla también realizó Andrade dos cortinas para proteger sendos retablos que la adornaban. Andrade fue muy valorado en esta labor de pintor de cortinas y de sargas, pues realizó dos más para los retablos colaterales de Santa María del Rey en Atienza y una tercera para el monumento de Semana Santa de la catedral, por la que cobró cien mil maravedíes.

Pese al tamaño de la tabla, Pedro de Andrade no ha escatimado detalles, sino más bien todo lo contrario. De marcado carácter realista son las hierbas, flores y hojas que hay en primer plano, junto al fémur y a las dos calaveras. La obra también destaca por la variedad de elementos iconográficos como la copa de los perfumes de la Magdalena -tratada como una verdadera obra de orfebrería-, y por la visión de Jerusalén tras un bello paisaje construido a base de sucesivos planos de color en degradación.

Esta pintura trata un tema habitual en la iconografía cristiana y la inscripción que la rodea subraya el dolor de María y busca la compasión del espectador, tomando una cita literal del Libro de las Lamentaciones, redacta - do tras la destrucción de Israel por Babilonia. Comentario aparte merece el dolor intenso y contenido expresado por los personajes, compuestos en dos grupos asimétricos.

 

Predela de los Apóstoles

Por predela se entiende la parte inferior de un retablo de pintura o escultura. Esta predela catedralicia es obra de Juan Soreda (documentado entre 1506-1537, y más concretamente con posible factura entre 1520 y 1525). Esta ejecutada en óleo y temple sobre tabla y capa de estopa bajo la imprimación. Fue restaurada para ATEMPORA 2022. Y desde el 12 de diciembre de 2022, tras la clausura de la citada exposición, se muestra en el centro del brazo o transepto sur del crucero.

La documentación de la catedral de Sigüenza recoge un bancal con apóstoles que Soreda cobró en 1521, lo que, unido al estilo claramente sorediano de las figuras, llevó a Ana Ávila a atribuirle sin dudas este magnífico conjunto, aunque la documentación también cita la participación como ayudante de Francisco Verdugo en esta obra.

 

Subrayado de cinco apóstoles

El Apostolado se conserva casi completo, con dos figuras recortadas, que componen una galería de retratos idealizados en posturas, actitudes y caracteres muy variados. Aunque el conjunto destaca por su notable calidad, hay tres figuras que sobresalen por diferentes motivos. En el caso de Santo Tomás se aprecia la influencia del Moisés de Miguel Ángel; esta admiración por éste y otros grandes maestros será una constante en la obra de Soreda. Esto explica su conocimiento temprano de Rafael, Parmigianino, Miguel Ángel, Lucas de Leyden y Alberto Durero, entre otros.

En segundo lugar, destaca por su italianismo y por su logrado escorzo la efigie de San Andrés; por último, San Judas Tadeo llama la atención por su expresión y por su interés en captar la luz. Junto a esta rabiosa modernidad, coexiste el arcaísmo de los fondos dorados decorados con motivos vegetales. La movilidad de Juan Soreda es un aspecto enigmático de su biografía; pasó por Sigüenza, El Burgo de Osma, Soria y Valladolid, lo que quizá se relacione con su posible origen judaico. Además de su apellido y de ciertos aspectos iconográficos que entroncan con rituales judíos, existe un rasgo curioso en algunas de sus obras, que consiste en colocar inscripciones en hebreo semiescondidas en sus cuadros.

En este Apostolado podemos apreciarlo en la tabla de San Juan Evangelista, apenas visible bajo su mano izquierda y en la de Santiago. También las inscribió en los profetas Daniel y Zacarías que se conservan en el Museo de San Gil de Atienza.

Entre otras, la publicación de nuestro libro Juan Soreda y la pintura del Renacimiento en Sigüenza ha permitido que en los últimos años hayan aparecido nuevas obras que se le pueden atribuir con bastante seguridad: una Virgen con el Niño y un ángel de la colección BBVA de Madrid (procedente de la capilla del chantre Mora de la catedral seguntina), una Crucifixión de San Pedro (Galería Abalarte), un Tríptico con La Virgen y el Niño, San Sebastián, San Roque y Adán y Eva (Subastas Isbilya, 2019) y una curiosa intervención en los rostros de las efigies de la tabla central del Retablo de San Juan y Santa Catalina (Museo del Prado).

 

Una hermosa visión de san Francisco Javier

Óleo sobre lienzo 122 x 104,2 centímetros, su autor es Antonio van de Pere, en el año 1686.  según la inscripción existente en el borde inferior del cuadro. En él se representa a san Francisco Javier, vestido con sotana, roquete y estola roja, con un crucifijo en su mano izquierda y una concha para bautizar en su mano derecha, mientras experimenta una visión beatífica de la Trinidad y la Virgen María como intercesora, ante Ella, de sus hijos terrenales.

El santo se halla rodeado, a sus pies, por indios con exóticos y coloridos tocados, que erróneamente se representan como indígenas americanos, en vez de los oriundos de la India, lo que evidencia que todavía, en este tiempo, no está tan clara la distinción de estas dos zonas geográficas tan distantes del mundo. Unos ángeles, desde la esquina superior derecha, ofrecen al santo flores por sus esfuerzos y resultados misioneros.

De hecho, la pose de san Francisco Javier ilustra perfectamente estas palabras del santo cuando hablaba en sus cartas de su actividad evangelizadora en las costas indias de Goa: «Muchas veces me acaece –escribe en enero de 1544– tener los brazos cansados de tanto bautizar y no poder hablar de tantas veces decir el credo y los mandamientos en su lengua de ellos». Aquí había sido enviado por el Papa Pablo III, y, el rey de Portugal Juan III, bajo la protección del virrey de las Indias, Sousa.

 

Donante y autor de la «Visión de san Francisco Javier»

Este cuadro, donado por un padre jesuita valenciano, Vicente Claudio, era el motivo central de un retablo barroco que decoraba la capilla dedicada a este santo en 1586, por la mucha devoción que se le tenía entonces en Sigüenza. Una capilla que, anteriormente a esta fecha, estaba dedicada a la Coronación de Nuestra Señora y, después de 1825, compartía dedicación con la devoción a la Virgen del Pilar. De hecho, esta capilla de san Francisco Javier y la Virgen del Pilar, que hoy día ya no existe, se hallaba en el brazo meridional o sur del crucero de la catedral de Sigüenza, entre la actual salida de la Puerta del Mercado y el portillo de acceso a la Torre del Gallo. Tras los daños sufridos en la Catedral de Sigüenza durante la Guerra Civil, los arquitectos que trabajaron en su reconstrucción posterior consideraron que era mejor fortalecer el muro tapiando este vano, lo que puede observarse actualmente en el paño de muro sobre el que está expuesto el retablo de santa Catalina de Alejandría y san Juan Bautista, de la familia de los Arce.

Antonio van de Pere Izquierdo (1618-1688) fue hijo del pintor Pedro van de Pere, oriundo de Amberes, y es probable que iniciase su aprendizaje como pintor en el taller de su padre establecido en la Corte, al menos, desde 1595. En su obra sobresale como decorador mural y pintor de caballete. Una de sus últimas pinturas, en este género, es el cuadro que nos ocupa con un tono grato y decorativo, y, un rico colorido veneciano al nuevo estilo imperante del barroco cortesano.

Además, dota sus obras con un especial encanto en las figuras, en las que refleja una gran dependencia compositiva de estampas italianas y flamencas, especialmente, de Rubens. Falleció en la Corte hacia 1688, donde ejerció la mayor parte de su actividad profesional como tasador de pinturas y experto catalogador del Palacio del Buen Retiro, así como un reputado maestro en la Corte, recibiendo a jóvenes aprendices

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de junio de 2023

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

San Vicente de Paúl,

el de los padres paúles,

patrón de las Caridades

de los trabajos y verdades

bajo los cielos azules.

Francesa alba flor de tul

por prédica de evangelios,

que, con luminosidad de helios,

pongan a Dios ante los hombres.

Sin importan nada los nombres

que quieran ser aguazul.

                                            

Organizar retiros humanos

en donde el espíritu mane,

y cristiano se hermane

con resto de los cristianos.

Y ejercicios espirituales

que contenidos reales

sepan dar a quienes les buscan

y entre las dudas rebuscan

que los paúles les puedan

darles signos que se quedan,

 

Dirección de seminarios

y asistencia a enfermos

son fértiles que no yermos

complementos necesarios

de los Padres Paúles.

Y van llenos sus baúles

de acciones en todos tiempos

aun con muchos contratiempos

¡Los carismas y escenarios

de los Paúles son diversos y son varios!

El Calvario de Pedro de Andrade, en la girola; la predela de los Apóstoles, en el brazo sur del crucero; y, en este mismo lugar, un cuadro sobre san Francisco Javier

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora que la temporada estival aumenta las visitas culturales y turísticas, también a la catedral de Sigüenza, nos acercamos hoy a tres obras artísticas pictóricas de su patrimonio, recientemente restauradas, reubicadas y revalorizadas. Son el Calvario de Pedro de Andrade, la predela de los Apóstoles y el cuadro titulado «Visión de san Francisco Javier».

Los comentarios sobre el Calvario de Pedro de Andrade y sobre la Predela de los Apóstoles están tomados, en su esencia, de los trabajos al respecto publicados por el libro-catálogo de ATEMPORA 2022 por el doctor en Historia en Arte Francisco Javier Ramos Gómez; y el texto del cuadro de san Francisco Javier está tomado e inspirado en el comentario, en la misma ya citada publicación  con texto de  Miguel Ángel Ortega Canales, director del Museo Diocesano de Sigüenza y delegado de Patrimonio Cultural en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.

 

Calvario de Pedro de Andrade en la girola

Cuadro documentado entre 1554 y 1577, óleo sobre tabla, 156 x 183 centímetros, propiedad de la catedral de Sigüenza y procedente de la capilla de San Juan Bautista y Santa Catalina (capilla del Doncel), esta obra fue restaurada ya para ATEMPORA 2016. Su actual emplazamiento se sitúa en la girola, concluida la nave de la Epístola, en el costado correspondiente de la capilla mayor y enfrente del altar de San Pedro Arbués.

Su autor es Pedro de Andrade (siglo XVI), uno de los pintores más originales e interesantes entre los numerosos autores que trabajaron en Sigüenza en esos años (Diego de Madrid, Juan de Illana, Pedro de Villanueva, Andrés de Rojas, Juan Calderón, Francisco de Pelegrina y Luis de Usarte). Esta tabla, pintada para la capilla de San Juan y Santa Catalina, destaca entre los muchos trabajos que Andrade realizó en la catedral.

La documentación del archivo de dicha capilla fue publicada en 1987 por Gregorio Sánchez Doncel y cita varios pagos a nombre de Pedro de Andrade «por el retablo y toda la pintura que ha hecho en la sacristía … se le dé 55.000 maravedíes».

De ello se deduce que esta tabla se ubicó en 1557 en la sacristía de esta capilla utilizada como espacio funerario y representativo de la familia Vázquez de Arce. Es esta la primera pintura conocida de Pedro de Andrade; muestra su dependencia respecto de la pintura toledana de Correa de Vivar y de Francisco Comontes, como bien señaló Diego Angulo. En obras posteriores. tomará más en cuenta el estilo de Alonso Berruguete y de su discípulo Juan de Villoldo.

Para esta misma capilla también realizó Andrade dos cortinas para proteger sendos retablos que la adornaban. Andrade fue muy valorado en esta labor de pintor de cortinas y de sargas, pues realizó dos más para los retablos colaterales de Santa María del Rey en Atienza y una tercera para el monumento de Semana Santa de la catedral, por la que cobró cien mil maravedíes.

Pese al tamaño de la tabla, Pedro de Andrade no ha escatimado detalles, sino más bien todo lo contrario. De marcado carácter realista son las hierbas, flores y hojas que hay en primer plano, junto al fémur y a las dos calaveras. La obra también destaca por la variedad de elementos iconográficos como la copa de los perfumes de la Magdalena -tratada como una verdadera obra de orfebrería-, y por la visión de Jerusalén tras un bello paisaje construido a base de sucesivos planos de color en degradación.

Esta pintura trata un tema habitual en la iconografía cristiana y la inscripción que la rodea subraya el dolor de María y busca la compasión del espectador, tomando una cita literal del Libro de las Lamentaciones, redacta - do tras la destrucción de Israel por Babilonia. Comentario aparte merece el dolor intenso y contenido expresado por los personajes, compuestos en dos grupos asimétricos.

 

Predela de los Apóstoles

Por predela se entiende la parte inferior de un retablo de pintura o escultura. Esta predela catedralicia es obra de Juan Soreda (documentado entre 1506-1537, y más concretamente con posible factura entre 1520 y 1525). Esta ejecutada en óleo y temple sobre tabla y capa de estopa bajo la imprimación. Fue restaurada para ATEMPORA 2022. Y desde el 12 de diciembre de 2022, tras la clausura de la citada exposición, se muestra en el centro del brazo o transepto sur del crucero.

La documentación de la catedral de Sigüenza recoge un bancal con apóstoles que Soreda cobró en 1521, lo que, unido al estilo claramente sorediano de las figuras, llevó a Ana Ávila a atribuirle sin dudas este magnífico conjunto, aunque la documentación también cita la participación como ayudante de Francisco Verdugo en esta obra.

 

Subrayado de cinco apóstoles

El Apostolado se conserva casi completo, con dos figuras recortadas, que componen una galería de retratos idealizados en posturas, actitudes y caracteres muy variados. Aunque el conjunto destaca por su notable calidad, hay tres figuras que sobresalen por diferentes motivos. En el caso de Santo Tomás se aprecia la influencia del Moisés de Miguel Ángel; esta admiración por éste y otros grandes maestros será una constante en la obra de Soreda. Esto explica su conocimiento temprano de Rafael, Parmigianino, Miguel Ángel, Lucas de Leyden y Alberto Durero, entre otros.

En segundo lugar, destaca por su italianismo y por su logrado escorzo la efigie de San Andrés; por último, San Judas Tadeo llama la atención por su expresión y por su interés en captar la luz. Junto a esta rabiosa modernidad, coexiste el arcaísmo de los fondos dorados decorados con motivos vegetales. La movilidad de Juan Soreda es un aspecto enigmático de su biografía; pasó por Sigüenza, El Burgo de Osma, Soria y Valladolid, lo que quizá se relacione con su posible origen judaico. Además de su apellido y de ciertos aspectos iconográficos que entroncan con rituales judíos, existe un rasgo curioso en algunas de sus obras, que consiste en colocar inscripciones en hebreo semiescondidas en sus cuadros.

En este Apostolado podemos apreciarlo en la tabla de San Juan Evangelista, apenas visible bajo su mano izquierda y en la de Santiago. También las inscribió en los profetas Daniel y Zacarías que se conservan en el Museo de San Gil de Atienza.

Entre otras, la publicación de nuestro libro Juan Soreda y la pintura del Renacimiento en Sigüenza ha permitido que en los últimos años hayan aparecido nuevas obras que se le pueden atribuir con bastante seguridad: una Virgen con el Niño y un ángel de la colección BBVA de Madrid (procedente de la capilla del chantre Mora de la catedral seguntina), una Crucifixión de San Pedro (Galería Abalarte), un Tríptico con La Virgen y el Niño, San Sebastián, San Roque y Adán y Eva (Subastas Isbilya, 2019) y una curiosa intervención en los rostros de las efigies de la tabla central del Retablo de San Juan y Santa Catalina (Museo del Prado).

 

Una hermosa visión de san Francisco Javier

Óleo sobre lienzo 122 x 104,2 centímetros, su autor es Antonio van de Pere, en el año 1686.  según la inscripción existente en el borde inferior del cuadro. En él se representa a san Francisco Javier, vestido con sotana, roquete y estola roja, con un crucifijo en su mano izquierda y una concha para bautizar en su mano derecha, mientras experimenta una visión beatífica de la Trinidad y la Virgen María como intercesora, ante Ella, de sus hijos terrenales.

El santo se halla rodeado, a sus pies, por indios con exóticos y coloridos tocados, que erróneamente se representan como indígenas americanos, en vez de los oriundos de la India, lo que evidencia que todavía, en este tiempo, no está tan clara la distinción de estas dos zonas geográficas tan distantes del mundo. Unos ángeles, desde la esquina superior derecha, ofrecen al santo flores por sus esfuerzos y resultados misioneros.

De hecho, la pose de san Francisco Javier ilustra perfectamente estas palabras del santo cuando hablaba en sus cartas de su actividad evangelizadora en las costas indias de Goa: «Muchas veces me acaece –escribe en enero de 1544– tener los brazos cansados de tanto bautizar y no poder hablar de tantas veces decir el credo y los mandamientos en su lengua de ellos». Aquí había sido enviado por el Papa Pablo III, y, el rey de Portugal Juan III, bajo la protección del virrey de las Indias, Sousa.

 

Donante y autor de la «Visión de san Francisco Javier»

Este cuadro, donado por un padre jesuita valenciano, Vicente Claudio, era el motivo central de un retablo barroco que decoraba la capilla dedicada a este santo en 1586, por la mucha devoción que se le tenía entonces en Sigüenza. Una capilla que, anteriormente a esta fecha, estaba dedicada a la Coronación de Nuestra Señora y, después de 1825, compartía dedicación con la devoción a la Virgen del Pilar. De hecho, esta capilla de san Francisco Javier y la Virgen del Pilar, que hoy día ya no existe, se hallaba en el brazo meridional o sur del crucero de la catedral de Sigüenza, entre la actual salida de la Puerta del Mercado y el portillo de acceso a la Torre del Gallo. Tras los daños sufridos en la Catedral de Sigüenza durante la Guerra Civil, los arquitectos que trabajaron en su reconstrucción posterior consideraron que era mejor fortalecer el muro tapiando este vano, lo que puede observarse actualmente en el paño de muro sobre el que está expuesto el retablo de santa Catalina de Alejandría y san Juan Bautista, de la familia de los Arce.

Antonio van de Pere Izquierdo (1618-1688) fue hijo del pintor Pedro van de Pere, oriundo de Amberes, y es probable que iniciase su aprendizaje como pintor en el taller de su padre establecido en la Corte, al menos, desde 1595. En su obra sobresale como decorador mural y pintor de caballete. Una de sus últimas pinturas, en este género, es el cuadro que nos ocupa con un tono grato y decorativo, y, un rico colorido veneciano al nuevo estilo imperante del barroco cortesano.

Además, dota sus obras con un especial encanto en las figuras, en las que refleja una gran dependencia compositiva de estampas italianas y flamencas, especialmente, de Rubens. Falleció en la Corte hacia 1688, donde ejerció la mayor parte de su actividad profesional como tasador de pinturas y experto catalogador del Palacio del Buen Retiro, así como un reputado maestro en la Corte, recibiendo a jóvenes aprendices.

 

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de junio de 2023

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Preciosa Virgen María

por la Cristiandad amada,

por el propio Dios soñada:

luz y llama al mediodía.

Prístina Virgen preciada,

manantial de la alegría,

recibe mi vida; y guía

-hacia tu lumbre gloriosa-

a esta postrada criatura

que anhela escalar tu altura.

 

 Hazme obra tuya valiosa.

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
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