Via crucis por las vocaciones sacerdotales (1)

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Esta semana, en las vísperas del Día del Seminario, y las dos próximas, ofrecemos el Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario

 

 

 

Al compás del Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, “Sembradores de esperanza” es el lema de este año para el Día del Seminario, una veterana jornada eclesial destinada a apoyar a nuestros seminaristas y rezar por ellos, poner en valor la vocación sacerdotal y fomentar la pastoral vocacional. La jornada conlleva también colecta imperada, que en nuestra diócesis suele superar cada año los 30.000 euros.

San José es el patrono de las vocaciones sacerdotales y el Día del Seminario se sitúa en torno a la fiesta litúrgica del santo, 19 de marzo, que este año es miércoles, de modo que el Día del Seminario se celebra el domingo más próximo, es decir, pasado mañana.

Toda la comunidad eclesial ha de intensificar su compromiso en pro de las vocaciones sacerdotales y, en consecuencia, se ha de potenciar más la celebración del Día del Seminario.  En el presente curso, hay en toda España 1.036 seminaristas mayores y en 2024 hubo 85 ordenaciones sacerdotales (una de ellas, en Sigüenza-Guadalajara), registros ambos superiores a los del curso pasado.

Nuestra diócesis cuenta con un seminarista ya en el segundo curso de estudios eclesiásticos. Es Enrique Herranz Romero es natural de Guadalajara (parroquia de Santa María), con raíces familiares en Chiloeches, tiene 41 años. Colabora pastoralmente con la Residencia de Ancianos Juan Pablo II de Alovera.

 

Introducción al Vía Crucis

La cruz, siendo el gran misterio de la historia, es, paradójicamente, el faro de esperanza para toda la humanidad. La cruz, abrazada por Jesús, se ha convertido en la llave que abre el camino de salvación para el ser humano, en la sutura que cose de nuevo a la humanidad rota por el pecado. Somos peregrinos de esperanza bajo el estandarte de la cruz, caminamos a la luz del amor de aquel que «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (cf. Juan 13,1).

Todos los bautizados somos testigos de la fuerza de esperanza que recibimos de la cruz del Señor; y para que nunca falte en medio de su pueblo la presencia del Crucificado y Resucitado, Él regala a la Iglesia el ministerio de los sacerdotes, que, configurando su vida con el misterio de la cruz, ofrecen el único sacrificio que redime al mundo.

En este Vía Crucis, queremos acompañar a Jesús camino del Calvario pidiendo por la santidad de nuestros sacerdotes y por las vocaciones al ministerio presbiteral.

Y este Vía Crucis sacerdotal y vocacional, tras al saludo litúrgico, comienzo con la lectura de este pasaje del evangelio según san Mateo (Mt 16,24-26): “Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?”.

Y tras un silencio meditativo, se reza: “Oremos Señor Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, haz que los misterios de amor y de dolor de la pasión queden impresos en todos nosotros, y en especial en tus ministros, de la misma manera que quedaron impresos, al vivo, en tu cuerpo y en tu alma. Te lo pedimos a ti, que con el Padre… “.

 

Segunda estación: Jesús es condenado a muerte

Tras la invocación habitual en el Vía Crucis, en esta y en las demás estaciones, “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”, se da lectura al siguiente texto del evangelio según san Mateo (27,22-23.26): “Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». Contesta ron todos: «¡Que lo crucifiquen!». Pilato insistió: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Que lo crucifiquen!». Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran”.

A la lectura del evangelio, sigue esta meditación: ”Ante Pilato, Jesús, eres testigo de la verdad, testigo del Padre. Tus sacerdotes también están llamados a ser testigos de la verdad en medio de un mundo que dice que todo es relativo y al que solo le interesa lo que reporta una ganancia o una satisfacción inmediata. Señor, da a tus sacerdotes valentía para anunciar que tú eres la ver dad y dales claridad para explicar las razones de nuestra esperanza y las verdades de la fe a todos los que quieran escuchar”.

Concluye la estación, al igual que las demás, que una invocación y jaculatoria (“Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

 

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas

Enunciada la estación y rezada la invocación habitual ya citada, se lee esta cita del evangelio según san Mateo (27,27-31): “Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar”:

La estación concluye del modo ya indicado en la primera estación, pero antes se ofrece esta meditación: “Jesús, te vemos abrazar la cruz, te vemos decir amén a la voluntad del Padre. El día de su ordenación, tus sacerdotes prometieron obediencia a su obispo y a sus sucesores. Señor, que brille en tus sacerdotes una obediencia pronta y alegre a la voluntad del Padre que se manifiesta a través de la Iglesia y de las circunstancias, una obediencia fecunda para la misión y expresión de una libertad madura de hijos de Dios”.

 

Tercera estación: Jesús cae por primera vez

Realizadas la enunciación de la estación y la jaculatoria habitual, se proclama un del libro del profeta Isaías (53,4-6): “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes”.

Y se prosigue con esta oración: “Tú, Señor, cargas con nuestros pecados y caes bajo el peso de esta cruz para levantarnos del mal y de la muerte. Tus sacerdotes son el instrumento elegido para que todos puedan experimentar tu misericordia a través del sacramento de la confesión. Ayuda a tus sacerdotes a cuidar el ministerio de la confesión, que puedan dedicar tiempo a esperar y recibir a todos los que se acerquen buscando tu perdón; dales un corazón misericordioso como el tuyo, una escucha que sea acogida paterna y una palabra oportuna que transmita tu luz y sabiduría a cada penitente. Que tus sacerdotes no olviden el inmenso valor de sus horas de confesionario”. Y concluye la estación tal y como se indicó en la primera estación

 

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre en la Vía Dolorosa

La estación comienza y acaba tal y como venimos indicando. La lectura bíblica de esta cuarta estación es del evangelio según san Juan (19,25-27): “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio”.

Y la plegaria-meditación reza así: “Tu madre, Jesús, permanece en pie junto a tu cruz y acoge como hijo suyo a tu discípulo amado. María nos entregó al sumo y eterno Sacer dote que nos salva. También en la vida de tus sacerdotes sus madres tienen un papel especial. Señor, bendice la generosidad de las madres de los sacerdotes, dales sentido de fe a aquellas que no aceptan la vocación de sus hijos o que sufren por la separación que implica la misión que les encomiendas. Y a tus sacerdotes Señor, recuérdales siempre que cuentan con tu madre, María, que es también su madre. Dales un gran amor por la Virgen María, para que descansen en ella todas las fatigas y sufrimientos de su ministerio”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 14 de marzo de 2025

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