Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
Segunda entrega del Vía Crucis por las Vocaciones Sacerdotales preparado para el Día del Seminario, que se celebra el domingo 16 o el domingo 23 de marzo
Bien el pasado domingo, día 16, bien este próximo, pasado mañana, día 23, y siempre en torno al 19 de marzo, fiesta de San José, es el día del Seminario. Al compás del Año Jubilar 2025, dedicado a la esperanza, “Sembradores de esperanza” es el lema de este año para el Día del Seminario, una veterana jornada eclesial (sus albores datan de 1922 en Plasencia, por iniciativa del sacerdote Pedro Ruiz de los Paños, y su institucionalización de 1935), destinada a apoyar a nuestros seminaristas y rezar por ellos, poner en valor la vocación sacerdotal y fomentar la pastoral vocacional.
Promueve el Día del Seminario la Subcomisión de la Conferencia Episcopal Española para los Seminarios. Entre los materiales para la animación del Día del Seminario 2025 se ha incluido un Vía Crucis. La pasada semana publicamos la introducción y las primeras cuatro estaciones y hoy ofrecemos cinco estaciones más del Vía Crucis, cuya entrega se completará la próxima semana.
Sentido y origen del Vía Crucis
El Vía Crucis es una de las devociones o prácticas de oración más extendidas entre los católicos. Se realiza el Viernes Santo y los viernes de la Cuaresma y refiere los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección.
Aunque ya venía rezándose antes de su formalización, fue en la primera mitad del siglo XV cuando el Vía Crucis, tal como lo conocemos hoy, tomó carta de ciudadanía en la Iglesia.
Las catorce estaciones de este Vía Crucis son el Vía Crucis tradicional. Desde 1991, hay un segundo Vía Crucis: el creado por el Papa Juan Pablo II, con quince estaciones, basadas todas ellas en momentos del Nuevo Testamento. El Vía Crucis tradicional incluye alguna estación no bíblica en sentido estricto, sino procedente de la tradición cristiana.
Invocación y jaculatorias y oración final en cada estación
El rezo del Vía Crucis comienza con el saludo litúrgico habitual en este tipo de celebración. Se enuncia cada una de las estaciones y se aclama, a continuación “Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo”. Sigue la reflexión, en el modo que corresponda al hilo de cada estación y su contenido e interpelaciones.
Y cada estación concluye con una jaculatoria (en este Vía Crucis vocacional es esta: “Señor, danos muchos y santos sacerdotes”) y el rezo del Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Quinta estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Del evangelio según san Mateo (27,32; 16,24): “Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga»”.
Tras la proclamación de este pasaje evangélico, el Vía Crucis vocacional ofrece esta oración-meditación: “Señor, tus sacerdotes te siguen, abrazando la cruz cada día y con su ministerio pastoral ayudan a muchos con el peso de sus cruces; llevan tu esperanza en medio de los sufrimientos y dificultades de la vida y nos recuerdan, todas las veces que sea necesario, que tú eres fiel y que podemos confiar en ti. Pero ellos también necesitan ayuda. Señor, que podamos estar atentos a las necesidades de nuestros sacerdotes y a ellos dales un corazón humilde que sepa pedir ayuda y dejarse ayudar; que no olviden que tu Iglesia pide sacerdotes santos, pero no superhéroes. En la diversidad de carismas y ministerios, recuérdanos que todos somos cireneos de nuestro prójimo y así cireneos para ti también”.
Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor
Del libro del profeta Isaías (53, 2-3): “No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado”.
A esta mujer valiente que tuvo un gesto de misericordia contigo le regalas la imagen de tu rostro, el del más bello de los hombres, el rostro que recibe las heridas del pecado, que deforma al hombre, para devolvernos nuestra verdadera imagen. Señor, haz de tus sacerdotes imagen viva de tu belleza, imprime en ellos la belleza de tu rostro, la hermosa sencillez de tu presencia; que su vida, sus gestos, su presencia, su rostro, todo en ellos, hable de ti. Configura a tus sacerdotes con tu verdadera imagen.
Séptima estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez
Del libro de las Lamentaciones (3,1-2.9.16): “Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza”.
Y contemplamos y oramos esta séptima estación del Vía Crucis de este modo: “Te contemplamos en tierra por segunda vez. Tu caída nos habla de que has abrazado verdaderamente nuestra humanidad, débil y frágil. La cruz te pesa de verdad, los sufrimientos de la pasión te duelen de verdad. Tú, Jesús, asumes el plan de salvación hasta las últimas con secuencias para que no dudemos de que tu amor y el amor del Padre por cada uno de nosotros es un amor verdadero. Señor, que no falten a tu Iglesia sacerdotes que sean testigos de este amor, cercanos a los sufrimientos de los hombres; que sean sembradores de esperanza para los que pasan la noche del dolor”.
Octava estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por segunda vez
Del evangelio según san Lucas (23,28-31): “Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros”; y a las colinas: “Sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»”
El texto para la oración de esta octava estación es este: “Tú no quieres consuelos superficiales ni los aspavientos de indignación que tanto gustan al mundo. Con la cruz camino del Calvario, nos invitas a considerar la gravedad del mal, la realidad de tantas estructuras de pecado que hacen de la humanidad leño seco que arderá fácilmente. Pero el fuego que tú has venido a encender es fuego purificador, es fuego que revela la verdad del amor. Danos, Señor, sacerdotes con palabras de fuego, con corazones de fuego, que, sin calcular cansancios ni obstáculos, se entreguen para poner tu Palabra, tu verdadera esperanza, en donde el mundo solo ofrece pequeños consuelos y vías de escape que alienan y adormecen el corazón. Sacerdotes que lloren contigo por la salvación de todos”.
Novena estación: Jesús con la cruz a cuestas cae por tercera vez
Del libro de las Lamentaciones (3,27-32): “Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor”.
Y proseguimos la meditación de esta nueva estación con esta plegaria: “Tus sacerdotes, Señor, también caen. Su camino de santidad no está libre de tentaciones y de tropiezos. El enemigo busca herir al pastor para dispensar al rebaño escandalizado por la caída de aquellos en los que confiaba. Señor, te pedimos por los sacerdotes que viven momentos de tentación y de prueba, sostenlos, que acojan la gracia de salvación y misericordia que nunca dejas de ofrecerles; que tus sacerdotes se dejen acompañar y sigan creciendo en santidad y en gracia que les ayude a renovar cada día su sí, alegre y confiado, sencillo y valiente, su sí herido, pero fiel, a la llamada que un día recibieron de ti. Y a nosotros ayúdanos a ser misericordiosos con los hombres que has llamado a la santidad sacerdotal”.
Publicado en Nueva Alcarria el 21 de marzo de 2025