Laura y María Lara Martínez

(Profesoras titulares de Universidad)

 

 

 

Laura y María Lara ganaron el Premio Algaba con su libro "Ignacio y la Compañía. Del castillo a la misión" concedido por El Corte Inglés y la editorial EDAF. En este mes de marzo, josefino en su esplendor, en que se celebra la novena y fiesta del Patriarca San José, en Navarra tiene lugar la novena de la Gracia con motivo de las Javieradas en la cuna-forzaleza de San Francisco Javier. En apoyo en la oración al Papa Francisco en su enfermedad y en el anhelo universal de Paz en este Año Jubilar, evocamos la Historia de la Compañía de Jesús con la alegría de haber terminado febrero las Hermanas Lara incorporándonos como miembros al Departamento de la Pastoral del Trabajo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara. 

 Tras el cerco de Pamplona (1521), un soldado convaleciente contempla en su castillo de Loyola la luz de la herida que a punto estuvo de costarle la vida. El ávido lector de novelas de caballerías, galán y mujeriego, se sumerge en los devocionarios y encuentra una tranquilidad de espíritu desconocida. Se convierte en predicador popular, la Iglesia oficial le exige titulación academica para hablar de Cristo, el Santo Oficio le muestra su antipatía, al momento trata de cumplir con el trámite y se matricula en la universidad de Alcalá, cuna del humanismo, luego pasa a Salamanca, garante de la tradición, después a París y, entre las clases en la Sorbona, congrega en Montmartre a los primeros miembros. Así nace la Compañía de Jesús.

 Desde 1540 esta orden, dirigida por el prepósito general, o papa negro, ha desplegado una relevante influencia en los planos político y social. Ni la secularización ni el anticlericalismo pudieron extinguir la obra de Ignacio: "de todo se puede acusar a los jesuitas menos de que no saben educar", aseguraba Voltaire. El cuarto voto, de obediencia al pontífice, reconocía la cercanía con Roma, de ahí la expulsión sufrida en el siglo XVIII cuando a los monarcas les interesaba, más que la misión en los confines de la Tierra, el garantizarse el dominio temporal, expulsiones que se repetirían en los siglos sucesivos.

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Recorrido sobre Mónica de Tagaste, Hildegarda de Bingen, Brígida de Suecia, Catalina de Siena, Teresa de Jesús, Teresita de Lisieux y Edith Stein a través de siete iglesias

 

 

 

 

Hace dos semanas recorríamos las siete principales basílicas de Roma, en el contexto del año jubilar. Desde esta misma clave, he aquí otros siete destacados templos romanos relacionados cada uno de ellos protagonizado por una mujer santa.

Las santas son Mónica de Tagaste, madre de San Agustín; Hildegarda de Bingen, doctora de la Iglesia; Brígida de Suecia, compatrona de Europa; Catalina de Siena, compatrona de Europa y doctora de la Iglesia; Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia; Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia y patrona de las Misiones; y Edith Stein, compatrona de Europa.

 

Santa Mónica, madre de San Agustín

Santa Mónica (331-387) es recordada, sobre todo, por sus sufrimientos causados por su marido (se casó a corta edad con un hombre mayor, romano, pagano, violento y libertino, cuya conversión al cristianismo y cambio de conducta logró) y por la vida de oración que dedicó para la conversión de su hijo Agustín, quien escribió extensamente acerca de ella en su libro «Confesiones».

Es modelo de mujer valiente, perseverante y orante. Mónica, junto a al obispo de Milán, San Ambrosio, logró la conversión de su hijo Agustín. Porque «un hijo de tantas lágrimas» y oraciones no se podía perder.

 

Iglesia de San Agustín en Campo Marzio

Construida en 1483 por Jacopo da Pietrasanta sobre un precedente lugar de culto dedicado a San Trifón, es una joya artística y espiritual en el corazón de Roma. Su fachada fue construida con piedras del Coliseo. Su ubicación es próxima a Plaza Navona.

Su interior, rico en obras de arte, cuenta con frescos de Rafael y una ilustre biblioteca, la Biblioteca Angélica. La capilla mayor data de 1628. La obra de Caravaggio «La Virgen de los Peregrinos», en la capilla Cavalletti, es una representación revolucionaria de María, acogedora y cercana a la vida cotidiana.

 

Santa Hildegarda de Bingen

Vivió en Alemania, en la cuenca del Rhin, entre 1098 y 1179. Monja benedictina, fue abadesa de su monasterio, fundado también ella, al igual que otra abadía benedictina. Mujer dotada extraordinarias y polifacéticas, fue compositora de poesías y de música, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, mística, predicadora.

Desde niña, Hildegarda tuvo una débil constitución física, sufrió de constantes enfermedades y experimentaba visiones. Fue uno de los escritores de mayor producción de su tiempo, el Medievo, y sobre temas muy variados, sobre todo, obras teológicas, litúrgicas, botánicas y medicinales. Y hasta supervisó iluminaciones en miniatura.

 

Basílica de Santa Cecilia en el Trastévere

El templo surge sobre la antigua casa de Santa Cecilia, virgen, martirizada hacia el año 230 y donde fue enterrada. El Papa Gregorio Magno (590-604) erigió el lugar en basílica. En su cripta, se venera el cuerpo de Cecilia.

En 1599, se reabrió el sepulcro de Santa Cecilia, cuyo cuerpo fue encontrado milagrosamente intacto y con las heridas en el cuello. El escultor Stefano Maderno realizó una magnífica estatua en mármol, reproduciendo la posición exacta en la que el cuerpo fue encontrado.

Se asocia a Santa Hildegarda de Bingen porque fue música y Santa Cecilia es la patrona de la música.

 

Santa Brígida de Suecia

Fue Santa Brígida (Suecia 1303-Roma 1373) quien reveló, hacia 1320, los 7 Dolores de la Virgen María. Fue, primero, esposa y madre y, después, una vez viuda, religiosa católica, mística, escritora y teóloga.

Es la santa patrona de Suecia, una de los patronos de Europa y de las viudas. Fue la fundadora de la Orden del Santísimo Salvador, popularmente conocidas como las Monjas de Santa Brígida.

Con ocasión del Jubileo de 1350, peregrinó a Roma, donde ya se afincó. Peregrinó también a Tierra Santa en 1371. Y en 1341, todavía acompañado por su esposo, peregrinó también a Santiago de Compostela.

 

Iglesia de Santa Brígida en Campo de Fiori

La iglesia, en el centro de Roma, en la Plaza Farnesse y muy cerca del popular Campo de Fiori, se levanta sobre la casa donde vivió desde 1350 Brígida de Suecia. Tras la muerte de la santa, se convirtió en monasterio de monjas suecas.

A partir del siglo XVI y hasta el primer tercio del siglo XX, iglesia y complejo cambiaron varias veces de gestión y titularidad. Pío XI encargó el lugar, en 1931, primero a Carmelitas y después a Brigidinas. Actualmente, es la iglesia nacional de los suecos y es regida por monjas de la congregación fundada por la santa. 

 

Santa Catalina de Siena

Nació en 1347, en una familia pudiente y acomodada. Con 18 años tomó el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, viviendo la espiritualidad dominica dedicándose a pobres y enfermos que inundaban las calles de Siena, invadida por la peste negra.

Durante la estancia de los Papas en Avignon, Santa Catalina tuvo un papel fundamental en el retorno del Sucesor de Pedro a Roma. Tras 74 años de ausencia, consiguió que el Papa Gregorio IX volviese a ocupar su sede en la ciudad eterna. Gran ejemplo de amor a la Iglesia, murió a los 33 años.

 

Basílica de Santa María supra Minerva

En el centro de Roma, junto al Panteón, el lugar era ya templo cristiano desde el siglo VIII. A partir del año 1256, pasó al servicio de los Frailes Dominicos.

En el interior gótico de la basílica, se custodian las reliquias del pintor dominico fray Angélico (1395-1455), beato y patrono de los artistas; y los de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia y patrona de Roma, Italia y Europa.

También sobresale, junto al altar mayor de la basílica, una espléndida escultura de Miguel Ángel sobre Jesucristo resucitado, llamado el Cristo de Minerva (Florencia, 1516-1521).

 

Santa Teresa de Jesús

Nacida en Ávila en 1515, a los 18 entró en el Carmelo, pero hasta los 39 años no comenzaría la etapa definitiva de su vida, con la fundación del Carmelo de San José de Ávila. Escribió obras capitales de la historia de la espiritualidad, por lo que es doctora de la Iglesia.

Emprendió la reforma del Carmelo, al compás de la reforma católica del siglo XVI, y fundó conventos ya del Carmelo Descalzo. Maestra de vida y oración, fémina inquieta y andariega, reformadora, ascética y mística, apasionada por Jesucristo y fiel hija de la Iglesia, falleció en Alba de Tormes en 1582.

 

Iglesia de Santa María de la Victoria

En 1495 comenzó la construcción de esta iglesia, próxima a la estación de Términi y a la Plaza de la República. La advocación, Santa María de la Victoria, data de 1620, tras la victoria católica frente a los bohemios protestantes, en la Montaña Blanca de Praga, durante la Guerra de los 30 años.  Una milagrosa imagen mariana que portaba un capellán castrense está en el templo de 1622.

Aquí se halla el extraordinario grupo escultórico realizado por Gian Lorenzo Bernini representando el Éxtasis o Transverberación de Santa Teresa de Jesús (1645/1652) cuando un ángel le atravesó el corazón con una flecha dorada.

 

Santa Teresita de Lisieux

Nació en Normandía en 1873. Ingresó a los 15 años de edad en el Carmelo Descalzo de Lisieux.  Otras cuatro hermanas suyas fueron también Carmelitas Descalzas en Lisieux. Sus padres, Louis Martin y Celine Guerin, son santos canonizados

Pronto le visitó la enfermedad, ofreciendo sus sufrimientos, oraciones y sacrificios por las misiones. Murió tuberculosa en 1897.

Bajo el título «Historia de un alma», libro publicado por primera vez al año de la muerte de Santa Teresa del Niño Jesús, se recogen la biografía y las memorias espirituales de la «doctor amoris». Es doctora de la Iglesia y patrona universal de las Misiones.

 

Iglesia de Trinidad de los Montes

El templo lleva el nombre de “Trinidad de los Montes”, en referencia al monte romano (el Pincio), en Villa Borguese, sobre el cual se erige. Los trabajos de construcción fueron terminados en 1585 y consagrados por el Papa Sixto V.

El arquitecto Domenico Fontana fue el autor del proyecto de la construcción de una calle. Después, visto el desnivel que se creaba a causa de los trabajos de desmonte, se pensó en la proyección de la escala monumental a varias rampas de acceso a la iglesia. Es la escalinata de 137 escalones, inaugurada en 1725 y realizada por Francesco De Sanctis y Alessandro Specchi, que asciende desde la Plaza de España hasta esta iglesia francesa (nacionalidad de Teresita).

 

Santa Edith Stein

Filósofa, mística, carmelita descalza (su nombre religioso fue Teresa Benedicta de la Cruz; el nombre civil era Edith Stein), mártir y santa alemana-polaca, de origen judío.  

La primera mujer que presentó una tesis doctoral en Filosofía en Alemania, fue colaboradora del filósofo alemán Edmund Husserl, fundador de la fenomenología. En 1921 se convirtió al catolicismo. Desarrolló una teología de la mujer y un análisis de la filosofía de santo Tomás de Aquino y de la fenomenología.

El nazismo le prohibió la enseñanza y se hizo monja carmelita descalza. Fue apresada en el campo de exterminio nazi de Auschwitz, donde fue asesinada en 1942.

 

San Ivo en la Sapienza 

Ya el Papa León X (1513-1521) aprobó la construcción de una capilla universitaria. Sin embargo, el complejo en su totalidad se concluyó hacia 1660, en el pontificado de Urbano VIII, quien asignó el proyecto al famoso arquitecto Francesco Borromini. Está situada en pleno centro de Roma, junto al Senado italiano. Fue sede de la histórica universidad la Sapienza. Por ello, la asociamos con Edith Stein, profesora universitaria.

Está dedicada a san Ivo, patrono de los abogados consistoriales, patrocinadores del templo, así lo pidieron. En 1870 fue cerrada y reducida a una estancia de libros de la Biblioteca Alessandrina. En 1926, volvió a ser lugar de culto.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 28 de febrero de 2025

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

La catedral de Valladolid acoge del 12 de noviembre al 2 de marzo una exposición con las mejores esculturas de Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés

 

 

 

 

La Catedral de Valladolid, capital de Castilla y León, acoge desde el pasado 12 de noviembre al próximo 2 de marzo la exposición “Gregorio Fernández y Martínez Montañés: El arte nuevo de hacer imágenes”, promovida el Arzobispado de Valladolid y la Junta de Castilla y León y organizada por la Fundación Las Edades del Hombre.

La exposición está abierta todos los días, excepto los lunes: de martes a viernes, de 10 a 13:30 horas y de 16 a 19:30 horas; los sábados, de 10 a 20 horas, ininterrumpidamente; y los domingos y festivos de 11:15 a 20 horas, también ininterrumpidamente. El teléfono de información de la exposición es el 644 546 811.

La exposición de Valladolid ha sido definida y descrita con las siguientes frases, entre otras: “Se trata de dos genios, dos maestros, dos legados; una misma espiritualidad sobre la madera”. Ambos crearon modelos e iconografías que se han convertido en prototipos repetidos a lo largo de los siglos.  “Es el arte suspendido en el tiempo y un atisbo de rebeldía artística el que comparten las dos cumbres de la imaginería barroca en España”. “Esta exposición es un catecismo esculpido, una magistral lección de arte y una escuela de vida”.

 

 

Génesis, título, piezas artísticas

Esta magna exposición encuentra su génesis con ocasión de otra muestra que tuvo en el Museo de Bellas Artes de Sevilla de noviembre de 2019 a 2020, en el contexto del 450 aniversario de la muerte de Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568/Sevilla, 1649). Fue entonces cuando se ideó el tener en Valladolid una exposición en la que, junto a Martínez Montañés, se expusieran las principales obras del otro gigante de la escultura española del siglo XVII, Gregorio Fernández (Sarriá, Lugo, 1576/Valladolid, 1636).

Ambos artistas, sin conocerse, crearon, prácticamente en simultáneo, el arte nuevo de hacer imágenes (la imaginería religiosa, el barroco en preludio de naturalismo), por emplear la frase que titula la exposición y parafrasea el ensayo de Lope de Vega del año 1609 “El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo”.

La exposición consta de 68 piezas, de ambos artistas, comisariada por los catedráticos de Historia del Arte René Payo Herranz y Jesús Miguel Palomero Páramo, plasmando su estilo y su obra. También, se pueden contemplar obras de otros artistas que influyeron o continuaron su obra, como luego se dirá.

La exposición comienza con los retratos de los dos autores, como preámbulo a la exposición, y transcurre a través de seis bloques temáticos, que ahora se recorren y que permiten a conocer la vida, obra e influencia de estos dos grandes escultores. Además, como preámbulo aparecen la pila donde recibió el bautismo Montañés y la lauda sepulcral de Fernández.

 

“El origen de dos estilos”

Ambos escultores tuvieron sus referencias en distintos ámbitos, talleres y grandes maestros que forjaron sus particulares estilos. La muestra rastrea las influencias heredadas de sus maestros y las derivadas de su magisterio. Con ese fin, se exhiben piezas de sus maestros, Pompeo Leoni y Francisco del Rincón, para Fernández; y Pablo de Rojas, para Montañés; así como de sus discípulos y continuadores, Solanes o Juan de Mesa.

De este primer capítulo, un apunte telegráfico a un Jesús Nazareno, obra realizada entre 1582-1586 por Pablo de Rojas, cuya figura ocupa un papel esencial en la plástica granadina y andaluza y preludio, de algún modo, del estilo de Montañés. Y un Calvario procedente del retablo mayor del convento de san Diego de Valladolid, obra de Pompeo Leoni y taller, tallado entre 1606-1607 y cuyo lenguaje iconográfico influyó en la formación de Fernández.

 

“Hacia la configuración del naturalismo”

Ambos escultores comparten un intento de superar los modelos manieristas, que habían dominado, en gran manera, en las artes figurativas de las últimas décadas del siglo XVI. Y este es sentido de la segunda sala o bloque de la exposición.

Por parte de Gregorio Fernández, en esta sala sobresale un Ecce Homo, de hacia 1620, tallado en madera policromada, cristal y tela encolada. Escultura de tamaño natural, se representa la figura de Cristo tras sufrir los azotes y la coronación de espinas. La imagen, llena de serenidad, apoya su peso en la pierna derecha, mientras la izquierda aparece flexionada y ligeramente adelantada. Los brazos se cruzan en el pecho, extendiendo los dedos evitando toda rigidez, mientras eleva su mirada hacia lo alto.

Y de Montañés, un San Bruno, de 1634. Imagen policromada tallada en la época final de su vida., representa al fundador de la orden de la cartuja. Su estilo refleja la realidad, manteniendo ecos del arte final del Renacimiento. Escultura de gran tamaño, en la que Montañés realizó con gran maestría el modelado de los paños, evitando la pesadez de la túnica. Es figura estática y, a la vez, dinámica. Destaca la gran expresividad en las manos y en el rostro, que acusa gran espiritualidad y sentimiento.

 

“Fieles a Trento”

Ambos maestros trataron en sus obras los temas de representación (sobre todo, la Crucifixión de Cristo) que se formularon en el Concilio de Trento (1545-1563, el concilio de la reforma o contrarreforma católica frente a la reforma o ruptura protestante), pero también trataron escenas que no estaban mencionados en los Evangelio como Sagrada Familia o el dolor de María por la muerte de su hijo.

Es el tercer bloque de la exposición, que tiene, a su vez, como dos secciones: “Estancias con vírgenes” y “Modelos de santidad”. Y he aquí, sendos apuntes. Primero, Nuestra Señora de la Piedad o la Quinta Angustia, de Gregorio Fernández, de 1625.  Aparece María, con su hijo muerto en su regazo, de la forma tradicional, siguiendo las premisas de Trento. María tiene la rodilla izquierda apoyada en un peñasco, levantando sus brazos y su mirada llena de dolor hacia lo alto. El cuerpo inerte de Cristo descansa en su regazo, sobre un sudario, y tiene el brazo derecho apoyado sobre el muslo derecho de la Virgen. Los pliegues de los paños son suaves, muy naturalistas.

San José fue uno de los santos que fue muy favorecido en el Concilio de Trento, iconográficamente se le empezó a representar más joven y con más contacto con Jesús. De Juan Martínez de Montañés, sobresale una escultura de madera tallada, estofada y policromada hecha hacia 1610-1620, para la Real Parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla. Se trata de un San José, con la vara florida en una mano y en la otra, una imagen del Niño Jesús.

 

“Escultura y pintura”

La importancia de la policromía en la escultura de este momento fue trascendental, los escultores se rodeaban de los mejores pintores para decorar sus obras, en el entorno de Gregorio Fernández destaca el vallisoletano Diego Valentín Díaz, con el que tuvo gran relación. En lo que respecta a Montañés, éste tuvo mucho contacto con Francisco Pacheco y Baltasar Quintero.

Es la cuarta sala, en la que se hallan estas piezas: Primero, La tentación de San Bernardo de 1615, obra en madera policromada de Fernández, a la que se acompaña el óleo sobre lienzo de 1635 de este mismo tema, obra de Valentín Díaz

En diálogo, aparecen, asimismo, Inmaculada Concepción de Montañés, de 1625, en madera tallada y policromada; e Inmaculada Concepción con Vázquez de Leca, óleo de Francisco Pacheco, 1621. De este mismo autor, se expone un Cristo crucificado, de 1614.

 

“Unas estéticas en expansión. La estela de los maestros”

La influencia de ambos escultores se extendió fuera de las fronteras de sus ciudades. En lo que respecta a Fernández, su huella se extendió a Burgos, La Rioja, Palencia, con una "estética basada en un naturalismo no exento de rasgos teatrales y con el peculiar sistema de paños, tomando en muchos casos de manera literal los modelos de este escultor".

Lo mismo ocurre con Montañés, cuya influencia sobre la "plástica sevillana y en parte sobre la de la Andalucía occidental, es fundamental". Muchos escultores se vieron influidos por sus planteamientos plásticos basados en una "concepción de realismo naturalista, mesurado y de fuerte impronta clásica".  

En relación con las obras que alberga este quinto capítulo y sala, la Oración en el Huerto de Andrés de Solares, un san Sebastián de Francisco Fermín de hacia 1636, la cabeza degollada de san Juan Bautista de Juan de Mesa de 1625.

 

“Los grandes modelos”

Ambos escultores realizaron modelos que fueron seguidos por muchos artistas de la época. En el caso de Gregorio Fernández, Cristo flagelado, Cristo muerto, Santa Teresa de Jesús, la Inmaculada, pasos procesionales son ejemplos que ejercieron gran influencia en el momento. Igual ocurrió en el caso de Juan Martínez Montañés, con sus Nazarenos, Crucificados, Inmaculadas, santos, que traspasaron fronteras.

Primer ejemplo: Descendimiento de la Cruz, 1623, de Gregorio Fernández paso procesional de gran envergadura y una composición muy original, con un total de siete imágenes (Jesús muerto, que es descolgado de la cruz por dos personas, su madre María, María Magdalena, apóstol san Juan, José de Arimatea y Nicodemo) en lo alto de dos escaleras, mientras desclavan y bajan el cuerpo inerte de Cristo., todas ellas inspiradas en la pintura el Descendimiento de Pedro de Campaña de 1547.

Segundo ejemplo: San Jerónimo penitente, de Montañés, 1604. Excelente escultura, llena de virtuosismo, de vigor y misticismo del primer barroco. Presenta al santo de rodillas, con una anatomía muy marcada y demacrada debido a su penitencia, portando una piedra en la mano derecha con la que se autodisciplinaba, mientras su brazo izquierdo se eleva enarbolando una cruz a la que mira. Su rostro está lleno de misticismo, sus ojos miran a la cruz con infinita ternura. En la parte inferior, encontramos el león, que forma parte de su leyenda, en la que curó al animal y este agradecido le acompañó hasta su muerte.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 21 de febrero de 2025

Juan Pablo Mañueco

(Escritor y periodista)

 

 

 

Porque son el bienestar supremo con que saciar el hambre y deseo humano,

Ante lo que todo lo demás es sed seca y fría sombra que importa menos,

Zaguán imprescindible que pone proa a la dicha, a la gloria y a dar serenos

Pasos hacia dentro del gozoso silo de soles que colmen el anhelo cotidiano…

 

Intima clemencia ten contigo y todos. Que la paz nos lleve a los valles plenos

En los que la piedad, compasión e indulgencia contigo mismo y el hermano

Demuestren la arcillosa bondad fructífera del fértil y fecundo grano

Ante el que tales sentimientos nos hacen ser, con nosotros y el entorno, buenos.

 

Demos al amigo, al adversario y a la naturaleza la viva y abierta mano

Para que ellos nos devuelvan instantes, tiempos y actos libres de cienos,

En armonía, consonancia, cordialidad, perdón y en acuerdos plenos,

Rindiendo y desterrando la desafección y la enemistad a un lugar lejano.

 

Deseo que camines, amigo, siempre por estos vitales y luminosos terrenos,

Ondeando la bandera de la paz, la piedad y el perdón, como un lozano

Navío que singla hacia un tiempo de abrazos ya casi sobrehumano.

AMOR, PAZ, PIEDAD, PERDÓN, en suma, te desea con ánimos nazarenos

LO MÁS PROFUNDO del tañido de este humilde hermano franciscano.

 

 Juan Pablo Mañueco

Los versos del cardenal, 2017 

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Al hilo de la peregrinación diocesana a Roma, del 12 al 16 de febrero, presidida por el obispo y en el contexto del Año Jubilar 2025, año santo de la esperanza

 

 

 

 

Del miércoles 12 al domingo 16 de febrero encabezados por el obispo Julián Ruiz Martorell y con Agustín Bugeda, y vicario general responsable diocesano para el Año Jubilar, como guía, tiene lugar la peregrinación diocesana jubilar institucional a Roma. Participan 88 personas de distintos lugares de la geografía diocesana: Molina, Sigüenza, El Casar, Guadalajara y algunas poblaciones del corredor del Henares.

Y es que la peregrinación a Roma, capital y corazón de la Iglesia católica, es identidad propia y específica de los años jubilares universales, como el presente del 2.025 aniversario de la encarnación y natividad de Nuestro Señor Jesucristo. No solo Roma y sus principales basílicas, pero también y de un modo muy especial Roma, es el epicentro de los años santos y jubilares.

 

 

Precisamente, la peregrinación a las cuatro grandes basílicas romanas, las llamadas basílicas papales y mayores, constituye el eje de la presencia en Roma durante estos días del citado grupo diocesano. Ayer y anteayer fueron las visitas y peregrinaciones a las basílicas de San Pablo Extramuros y de San Juan de Letrán, respectivamente. Hoy lo es a la basílica de San Pedro en el Vaticano, y mañana, sábado 15 de febrero, a Santa María la Mayor. Todo ello junto a otras vistas a los principales lugares del centro de la capital italiana: Plaza Navonna, Plaza Venecia, Panteón, Foros imperiales, Coliseo, San Clemente Romano, Fontana de Trevi, El Quirinal, Iglesia española de Montserrat, …

Además, mañana sábado, por la mañana, el grupo participará en la audiencia jubilar que el Papa Francisco ofrece cada dos sábados. Hasta la fecha y desde el pasado 24 de diciembre, fecha de apertura del Jubileo, un millón trescientas mil personas han peregrinado ya a Roma. Por ello y en todo este contexto, ofrecemos a continuación las principales pinceladas de los lugares más habituales de las peregrinaciones jubilares a Roma.

 

 

La peregrinación de las Siete Iglesias Romanas

La peregrinación a las Siete Iglesias, concebida por San Felipe Neri (1515-1595), es una de las tradiciones romanas más antiguas. Son unos 25 kilómetros que serpentean por la ciudad, llegando hasta la campiña romana, las catacumbas y las siete principales basílicas de Roma. Inicialmente, la peregrinación se hacía en la noche del Jueves Santo y durante el Viernes Santo.

San Felipe Neri propuso e impulsó este itinerario hacia el año 1540, Treinta y cinco años después, con ocasión del año jubilar de 1575, la peregrinación queda establecida y fijada de modo más institucional.

Antes, San Ignacio de Loyola, amigo de Felipe Neri, hizo la peregrinación de las siete iglesias el 22 de abril de 1541, con cinco cofundadores compañeros de la Compañía de Jesús, quienes hicieron su profesión religiosa definitiva en la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica de San Pablo Extramuros.

 

Las cuatro basílicas papales o mayores

Basílica de San Pedro en el Vaticano.- La tradición cuenta que la tumba en la que fue enterrado el apóstol Pedro, tras ser crucificado, estaba justo aquí, en el punto más alto de la colina vaticana, donde en el siglo IV el emperador Constantino decidió construir su basílica, la primera dedicada al primer apóstol. Después, 91 Papas fueron enterrados en esta basílica.

Durante la Alta Edad Media este lugar de culto se convirtió en el principal lugar de peregrinación de Occidente, hasta que en 1506 el Papa Julio II decidió demolerlo para dar paso a un templo más grande y rico. Los más grandes maestros de la historia se alternaron en el diseño de esta imponente basílica: Donato, Bramante, Rafael o Miguel Ángel (con la Piedad y la Capilla Sixtina) hasta que en 1629 Bernini (con el baldaquino y el altar de la cátedra) terminó la decoración interior de toda la iglesia, dándole su aspecto actual.

 

Basílica de San Juan en el Laterano (o de San Salvador).- La basílica de San Juan de Letrán es la catedral de Roma, además de ser la basílica más antigua de Occidente. Consagrada en el siglo IV, en el año 324, por el Papa Silvestre I está dedicada al Santísimo Salvador y a San Juan Bautista (desde el siglo IX, con el Papa Sergio III) y San Juan Evangelista (en el siglo XII, con el Papa Lucio II). Esta basílica conserva el fresco de la promulgación del primer año jubilar romano (1300, con el Papa Bonifacio VIII).

En su interior se encuentran las reliquias de las cabezas de los Santos Apóstoles de Roma, Pedro y Pablo, que se conservan en el monumental tabernáculo gótico de 1370 que domina el altar papal. No fue hasta 1650, por encargo del Papa Inocencio X, cuando se decidió la total remodelación de la basílica gracias a la obra de Francesco Borromini.

 

Basílica de San Pablo Extramuros en la Vía Ostiense.- Tras el edicto de Milán del año 313, gracias al cual se concedió a los cristianos la libertad de culto, el emperador Constantino decidió donar dos basílicas a la nueva Iglesia naciente, erigidas sobre las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo.

Sin embargo, más tarde, en el siglo V, dada la continua afluencia de peregrinos a la tumba y las dimensiones limitadas del edificio original de la basílica de San Pablo, los tres emperadores que gobernaban entonces, Teodosio, Valentiniano II y Arcadio, se vieron obligados a construir un edificio más grande, invirtiendo su orientación hacia el oeste.

Tras un voraz incendio en 1823, fue reconstruida e inaugurada en 1854 por el Papa Pío IX. La basílica, la segunda más grande, tras la de San Pedro, conserva la cadena que, según la tradición, unía al apóstol Pablo al soldado romano mientras estaba preso en espera de juicio.

 

Basílica de Santa María la Mayor en el Esquilino.- La basílica papal de Santa María la Mayor es el santuario mariano más importante y antiguo de Occidente, y es la única entre las basílicas papales que ha mantenido intacto su aspecto paleocristiano. La tradición refiere su origen tras una nevada milagrosa, en la colina del Esquilino, el 5 de agosto del año 358, siendo Papa Liberio (también se la llama por ello basílica liberiana).

La basílica custodia el icono mariano de la Salus Populi Romani (María, Salud del Pueblo Romano) La tradición atribuye la imagen a San Lucas, evangelista y patrón de los pintores. La reliquia de la Santa Cuna, el pesebre donde fue recostado el Niño Jesús, recuerda la importancia de Santa María la Mayor como el Belén de Occidente.

La basílica conserva los restos de San Matías, apóstol, y de San Jerónimo, el traductor la Biblia, y en ella están enterrados siete Pontífices.

 

Las tres basílicas romanas menores

Basílica de San Lorenzo extramuros o en Campo Verano.- En el año 258 el emperador Valeriano promulgó un edicto por el que se ordenaba la muerte de todos los obispos, presbíteros y diáconos. Entre estos se encontraba San Lorenzo, diácono de origen español, a quien está dedicada la basílica y que aún hoy conserva sus reliquias.

La tradición indica que su martirio tuvo lugar sobre una parrilla ardiendo, en el mismo lugar donde hoy se alza la estructura edificada por el emperador Constantino.

El edificio actual es la fusión de dos estructuras precedentes, una construida hacia finales del siglo VI y la otra a principios del siglo XIII. Durante la Segunda Guerra Mundial, la basílica l fue completamente destruida debido a los bombardeos de los aliados, para luego ser reconstruida sobre sus escombros. Muchos de los frescos se perdieron, mientras que los restos de la antigua iglesia se recogieron donde hoy se encuentra el cementerio de Verano.

 

Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.- Cuando Constantino trasladó la capital a Constantinopla (año 330), su madre Elena decidió transformar una parte de la residencia imperial de Roma en capilla para la conservación de las reliquias de la Cruz, encontradas por ella en el Monte Calvario durante su peregrinación a Tierra Santa en el año 325.    

A lo largo de los siglos ha habido muchas restauraciones y reformas, entre las que destacan de manera especial las realizadas por el cardenal Mendoza (1478‑1495), durante las cuales se encontró una caja mortuoria en el arco del ábside de la iglesia con el Titulus Crucis en su interior.

La basílica fue concebida desde el principio como un gran relicario para proteger y conservar los preciosos testimonios de la pasión de Jesús. Es llamada “en Jerusalén” precisamente porque en su interior, entre otras cosas, hay tierra consagrada del Monte Calvario, puesta en la base de los cimientos.

 

Basílica de San Sebastián extramuros o en la Vía Appia Antica.- El emperador Constantino fue el mecenas de esta basílica en el siglo IV, dándole el nombre de Basilica Apostolorum en honor de los Apóstoles Pedro y Pablo, cuyas reliquias se habían conservado aquí durante unos cincuenta años  en la primera mitad del siglo III. Después, se convirtió en iglesia de San Sebastián, en honor del soldado martirizado en tiempos de Diocleciano (comienzos siglo IV), cuyos restos, conservados en la catacumba vecina, habían animado y popularizado cada vez más el culto que se dedicaba en su honor.

Fue erigida como parroquia en 1714 por el Papa Clemente XI, que la confió al cuidado de los monjes cistercienses. En 1826 el Papa León XII la confió a los Franciscanos, que la siguen rigiendo en la actualidad.

El 3 de mayo de 1957, el Papa Pío XII declaró a San Sebastián patrón de la Policía Municipal de Italia. La basílica custodia unas importantes catacumbas.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 14 de febrero de 2025

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